Beatificado por el cardenal Villalba en su ciudad natal Argentina venera a su nuevo beato: Fray Mamerto Esquiú

Beatificación Fray Esquiú
Beatificación Fray Esquiú

“Un obispo pastor que se destacaba por su humildad, por su pobreza y por su austeridad de vida, un pastor que se entregó a los pobres a ejemplo de San Francisco”

“Un hombre en el que se dieron cita la gracia de Dios y el alma de Esquiú para alumbrar una vida estupenda hasta alcanzar esa grandeza moral y espiritual que llamamos santidad”

“Iluminó el orden temporal con la luz del Evangelio, defendiendo y promoviendo la dignidad humana, la paz y la justicia

Beatificación de Fray Mamerto Esquiú

Hablar de Mamerto Esquiú es hacerlo de alguien que se hizo presente en la vida del pueblo argentino, de gente de toda clase y condición, que sabía estar y hablar en medio de los diputados y dirigentes de la época, pero también entre los campesinos y trabajadores más pobres de las haciendas más lejanas.

Uno se lo imagina a lomos de una mula, repitiendo una imagen común en otro de los santos más venerados en el país, el Cura Brochero, ejemplos de esa Iglesia que no tiene miedo de ensuciarse los pies de barro, como recuerda el Papa Francisco. Fray Mamerto Esquiú, que hoy ha subido al honor de los altares en una ceremonia en el lugar que le vio nacer, San José de Piedra Blanca, en la provincia de Catamarca, es una referencia en la Iglesia y en la vida de buen número de argentinos.

Por eso podemos decir con el cardenal Luis Héctor Villalba, legado pontificio para esta beatificación, que “hoy es un día de fiesta, hoy es un día de gozo, grande es la alegría en el cielo y en la tierra por la beatificación de Mamerto Esquiú”. El arzobispo emérito de Tucumán definía al nuevo beato como “un hombre en el que se dieron cita la gracia de Dios y el alma de Esquiú para alumbrar una vida estupenda hasta alcanzar esa grandeza moral y espiritual que llamamos santidad”.

Cardenal Villalba

Para el purpurado argentino, Esquiú es un modelo a imitar, viendo en su beatificación “una invitación para caminar hacia la santidad”. Algo que vivió alguien que nació en una familia religiosa y trabajadora, y que después de ser ordenado sacerdote con 22 años se esmeró en la enseñanza y en la predicación, como recordaba el cardenal Villalba. La misión del beato estuvo marcada por algo que él mismo decía con frecuencia: “lo que importa es hacer a todo trance la voluntad de Dios”.

Hombre de oración y obispo misionero, que se dedicó a visitar todas las comunidades de su extensa diócesis, como recordaba el legado del Papa Francisco para la beatificación, el arzobispo emérito de Tucumán, insistió en definir a aquel que fue obispo de Córdoba por dos años, antes de fallecer con 57, como “un obispo pastor que se destacaba por su humildad, por su pobreza y por su austeridad de vida, un pastor que se entregó a los pobres a ejemplo de San Francisco”, recordando al fundador de la congregación de la que Fray Esquiú formó parte.

En sus palabras, el purpurado recordó que el nuevo beato es “reconocido como una de las grandes figuras de nuestro país por su patriotismo ejemplar”, destacando que “iluminó el orden temporal con la luz del Evangelio, defendiendo y promoviendo la dignidad humana, la paz y la justicia”.

Beatificación Fray Mamerto Esquiú

Haciendo un llamado a vivir la santidad, el cardenal recordó que ésta resulta de dos factores, de la gracia de Dios y de nuestra disponibilidad de espíritu para cumplir la voluntad de Dios, insistiendo en que “realizar la santidad es vivir en la sencillez de lo cotidiano la fe, la esperanza y la caridad”.

Al final de la celebración el obispo de Catamarca, definió lo vivido este 4 de septiembre como “una fiesta cívica y de genuina fe”. Mons. Luis Urbanc pedía la intercesión del nuevo beato para “que nuestra Patria supere con caridad cristiana todos los obstáculos que la siguen sumiendo en esclavitudes, arbitrariedades, enfrentamientos, injusticias, falsedades y mezquindades que no permiten avistar un futuro de paz, progreso, inclusión, trabajo, respeto, unidad y amistad, como soñaba el beato Mamerto Esquiú”. Finalmente le pedía ayuda para “ser una Iglesia sinodal y servidora”, algo que hoy otro argentino, el Papa Francisco, nos pide.

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