El purpurado alemán reflexiona sobre la falta de la celebración eucarística en las comunidades amazónicas Cardenal Kasper: “¿Cómo ser una iglesia en la tradición apostólica sin la regular celebración eucarística dominical?”

Kasper, con Francisco
Kasper, con Francisco

“¿Cómo no podemos reconocer (texto original: conceder) este simbolismo eucarístico a los pueblos, que lo entienden mejor que nosotros y que lo necesitan para su vida diaria a menudo dura? ¿Cómo podemos negarles la celebración de la Eucaristía con formas y canciones apropiadas a su cultura?”

"¿Cómo pueden ser Iglesia en sentido pleno de la palabra si no participan regularmente en la celebración eucarística? Sin la Eucaristía, ¿no les falta algo, no falta a ellas el centro, no carecen de lo esencial del ser Iglesia? ¿Cómo se les puede negar entonces el derecho a la Eucaristía?”

“El celibato… no debe llevarnos a una Iglesia de visitas en lugar de una Iglesia que permanece, acompaña, está presente y comparte la vida cotidiana y sirve para santificarla”

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La participación en la Eucaristía es la fuente y el ápice de toda vida cristiana. Las palabras recogidas en el número 11 de la Lumen Gentium, uno de los documentos fundamentales del Vaticano II, deben llevarnos a reflexionar sobre la realidad presente en muchas comunidades que no pueden disfrutar de su celebración, quedando reducida en no pocos casos a una vez por año, una situación presente en la región amazónica.

Ante esta realidad, el Cardenal Walter Kasper se pregunta en un texto que lleva por título, Munus Santificandi: Ministros en las comunidades indígenas y el derecho de acceso a la Eucaristía, sobre “¿Cómo se les puede negar entonces el derecho a la Eucaristía?”, una reflexión que presente en la vida de la Iglesia en los últimos años y que ha tomado especial relevancia con el Sínodo para la Amazonía, que tendrá su asamblea sinodal en Roma, de 6 a 27 de octubre.

Walter Kasper, considerado como uno de los grandes teólogos del panorama europeo en las últimas décadas, hace un análisis teológico-pastoral con el que pretende dar argumentos que fundamenten las previsibles discusiones que en torno a este tema deben surgir entre los padres sinodales. El cardenal alemán parte de la idea de Eucaristía como santificación del cosmos y de la vida. Lo hace desde el concepto de munus sanctificandi, estableciendo un paralelo entre la Biblia y el mundo amazónico, destacando la íntima ligación de esos pueblos “a su hábitat y a su cultura y, al mismo tiempo, tienen un sentimiento por lo sagrado de la naturaleza y del cosmos”.

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Podemos decir que lo más interesante del texto de Kasper son las preguntas que se hace. En referencia a esta situación se cuestiona, “¿Cómo no podemos reconocer (texto original: conceder) este simbolismo eucarístico a los pueblos, que lo entienden mejor que nosotros y que lo necesitan para su vida diaria a menudo dura? ¿Cómo podemos negarles la celebración de la Eucaristía con formas y canciones apropiadas a su cultura?”. A estas preguntas trata de responder desde la teología bíblica y desde el propio Magisterio, pues no podemos olvidar que uno de los mandamientos de la Iglesia dice que “los fieles deben participar en la Misa todos los domingos y festivos”. Desde ahí se hace una tercera pregunta: “¿cómo hace una entera iglesia local, como la de la Amazonía, ser una iglesia en la tradición apostólica sin la regular celebración eucarística dominical?” 

En una segunda parte del texto, el cardenal aborda el tema de la Eucaristía desde la economía de la salvación, mostrando desde la Biblia y el Magisterio lo que la Eucaristía representa en la vida del católico. Desde los santos padres al Vaticano II, Kasper encuentra en su reflexión argumentos para hacerse una nueva pregunta, pues “si sin participación en la Eucaristía falta algo esencial en el ser iglesia y si sin comer a la mesa eucarística la comunidad fraterna y la unidad de la Iglesia se debilitan, se desmoronan y corren el peligro de disolverse, la cuestión es: las comunidades cristianas, ¿cómo pueden ser Iglesia en sentido pleno de la palabra si no participan regularmente en la celebración eucarística? Sin la Eucaristía, ¿no les falta algo, no falta a ellas el centro, no carecen de lo esencial del ser Iglesia? ¿Cómo se les puede negar entonces el derecho a la Eucaristía?”.

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Ese derecho a la Eucaristía es el punto de partida de su reflexión en la tercera parte, donde aborda cuestiones relacionadas con el sacerdocio común de los fieles, que le lleva a afirmar que “todo el Pueblo de Dios debido al sensus fidei goza de la infalibilidad in credendo (LG 12: EG 119) y participa en la función profética de Cristo (LG 13)”, algo que ya mostró John Henry Newman, cuya forma de entender estas realidades “no les gustó a todos; sin embargo, en unas semanas será canonizado”. Junto con eso destaca la necesidad del “sentire ecclesiam, vivir la Iglesia y vivir en la Iglesia, que a veces puede ser también un sufrir con la Iglesia”, y de vivir la sinodalidad, de ser “compañeros en el camino y escuchar juntos lo que el Espíritu dice a las iglesias”.

Por último el cardenal alemán encierra su escrito con tres conclusiones concretas. En la primera, señala que si en circunstancias normales las comunidades alrededor tienen espacios y distancias que permiten sólo una o dos veces al año tener acceso a la Eucaristía carecen de algo esencial para ser Iglesia”. Desde ahí afirma que “estas comunidades tienen el derecho de que el obispo haga todo lo posible de su parte para cambiar esta situación”, una oportunidad que se presenta con el Sínodo para la Amazonía, donde dejaría de ser una iniciativa personal de un obispo para ser una iniciativa eclesial

En la segunda, reconoce que “el celibato no es el valor supremo, que tiene prioridad sobre todos los valores de iure divino, como la estructura sacramental de la Iglesia”, afirmando que “el celibato… no debe llevarnos a una Iglesia de visitas en lugar de una Iglesia que permanece, acompaña, está presente y comparte la vida cotidiana y sirve para santificarla”. Desde ahí invita a la reflexión abierta sobre la ordenación de viri probati, y de “identificar qué tipo de ministerio oficial se puede otorgar a las mujeres”.

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Por último, aborda el tema de la “inculturación de la celebración sacramental”, que en opinión del Cardenal Kasper, “implica una penetración interior y una transformación de la cultura desde dentro”. Así mismo se pregunta si este es momento oportuno para hablar “sobre la ordenación de las mujeres”, reconociendo que eso “parece poco realista y de hecho, nos llevaría a un cisma”, atreviéndose a calificarlo como “un suicidio papal”. En ese sentido él es partidario de dar otros pasos, como “tal vez el diaconado”, pero sobre todo buscar estructuras sinodales “que garanticen la corresponsabilidad y el derecho de consulta, pero también de decisiones del Pueblo de Dios”.

Sin duda, una buena reflexión que, en línea con elementos que forman parte del Instrumentum Laboris del Sínodo para la Amazonía, puede suponer una fuente de argumentación para un tema que se presenta como fundamental en la vida de las comunidades amazónicas, y que tiene consecuencias que van más allá de la dimensión eclesial.

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Texto de Walter Kaspero by Religión Digital on Scribd

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