Comentario al Evangelio de la Conmemoración de la Dedicación de la Basílica de Letrán Ojea: “Jesús no quiere que el culto a Dios se mezcle con una forma de comercio”
“El Señor es durísimo con esta práctica de mezclar el comercio con la fe, el comercio con el culto a Dios”
“No nos olvidemos que cada bautizado tiene el sacerdocio propio que tienen los fieles cristianos y están capacitados para ofrecer a Dios su corazón”
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
En el 32º Domingo del Tiempo Ordinario, día en que la Iglesia católica conmemora la dedicación de la Basílica vaticana de San Juan de Letrán, el obispo emérito de San Isidro, Mons. Oscar Ojea, inició su reflexión recordando que la basílica de San Juan de Letrán es la antigua sede de los papas. Algo que le llevó a decir que “por eso la lectura de hoy tiene que ver con la relación entre Jesús y el Templo”.
Negocios montados en el Templo
En el Evangelio de San Juan, señaló el obispo argentino, “Jesús nos había hablado de una alianza nueva en las bodas de Caná. Él viene a plantear un matrimonio nuevo entre Dios y su pueblo. Y ahora, expulsando a los mercaderes del Templo resignifica el templo para el cristianismo”. A partir del texto del capítulo 2 del Evangelio de Juan, Ojea afirmó que “Jesús no quiere que el culto a Dios se mezcle con una forma de comercio. En realidad, en aquel tiempo, en tiempos de Jesús, se ofrecía animales y había todo un negocio en el Templo. El Templo era como un gran banco en el cual se entregaban los animales y se intentaba cumplir las condiciones estrictas que marcaba la Ley sobre qué cualidades tenía que tener este animal para ser ofrecido. Entonces, había negocios montados en el Templo que tenían que ver con estas ofrendas”.
Desde esa perspectiva, el obispo emérito de San Isidro resaltó que “por eso el Señor es durísimo con esta práctica de mezclar el comercio con la fe, el comercio con el culto a Dios. Pero además hay otra razón más profunda todavía y es que el luego culto que trae Jesús se opone terminantemente a toda forma de manejar a Dios, a toda forma de seducir a Dios o de creer que lo podemos seducir a Dios como si Dios fuera objeto de magia, como si a Dios yo lo pudiera atraer a través del ofrecimiento alguna primicia de ganado o alguna primicia de la agricultura”.
Para Ojea, “esto que eran expresiones de alabanza y de ofrenda y de expiación que tenían los antiguos, no tiene nada que ver con el culto auténtico que viene a traer Jesús”. Según él, “Jesús va a hablar de este culto en el diálogo con la samaritana que está en el capítulo cuarto y va a decir: ‘Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad’. Es decir, la adoración al Señor es interior, viene del corazón y nosotros nos unimos al verdadero templo que es el cuerpo de Cristo, desde donde se da el único sacrificio que agrada al Padre, que es la vida de Jesús. Y nosotros solo uniéndonos a Jesús, hacemos valioso nuestro sacrificio”.
Sacerdocio de todo bautizado
Por eso, “los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, le dice Jesús a la mujer samaritana. Esto quiere decir, yo vengo a inaugurar un culto nuevo, un modo nuevo de relacionarse con Dios, en donde todos van a ser sacerdotes”, subrayó Ojea. Desde ahí pidió que “no nos olvidemos que cada bautizado tiene el sacerdocio propio que tienen los fieles cristianos y están capacitados para ofrecer a Dios su corazón. Y desde ese corazón, desde ese corazón que ama, desde ese corazón que lucha, desde ese corazón que espera, se expresa el verdadero culto a Dios”.
Finalmente, invitó a pedir al Señor “poder ser fieles a esto que es lo único que agrada al Señor y no mezclar el culto a Dios con otros intereses y no creer nunca que el Señor puede ser sometido o conquistado por obras que podemos hacer nosotros o por algo que podamos hacer nosotros externo que pueda conquistar el corazón de Dios. Dios busca el corazón del hombre y el corazón es un altar, un altar del amor y desde ese altar se realiza el verdadero sacrificio unidos en ese templo que es el cuerpo de Cristo”.