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En el día en que la Iglesia celebra la solemnidad de la Ascensión del Señor, el obispo emérito de San Isidro, Mons. Oscar Ojea, recordó que “en esta despedida que podía haber sido dolorosa, los apóstoles se van alegres”. El obispo argentino mostró que “el Señor los bendice antes de irse”, explicando que “la bendición significa que el Señor confirma y rescata lo bueno que hay en cada uno. La bendición cubre todos los rincones de cada corazón y el Señor los bendice antes de irse”.
Según Ojea, “se van contentos”, y se van “a Jerusalén, donde habían sufrido mucho, donde había sido la traición de Judas, la negación de Pedro, el sufrimiento inmenso de la Cuz, el abandono del Maestro, pero ellos vuelven confiando en la promesa”. Eso porque “el Señor les asegura que va a estar con ellos de otro modo, invisible, pero va a estar su Espíritu, va a estar lo más profundo de su ser, de su intimidad, va a estar acompañándolos y ellos creen en esa promesa. Por eso se van a esperar el Espíritu Santo”.
Después, como hizo ver el obispo, “el libro de los Hechos nos contará cómo reciben al Espíritu Santo junto con María, que es la garantía de la unión afectiva de toda la Iglesia, que es el amor en la Iglesia. Se van con esperanza, creen en la palabra de Jesús”. En ese punto, reflexionó: “qué difícil es esperar en el mundo en que vivimos y con qué facilidades esperamos”, subrayando que “es una gran tentación la desesperanza. Nos invade el miedo frente a muchísimas desgracias y nos vamos ensombreciendo mutuamente en nuestras palabras, en nuestro lenguaje”.
Haciendo ver que “no nos ayudamos a sostener la esperanza”, afirmó que “para sostener la esperanza es necesario dar a nuestros hermanos la garantía de que estamos disponibles a ayudar, de que estamos disponibles a servir, de que no nos borramos de su dolor, de que no somos indiferentes”. Eso porque “esto aumenta la esperanza y sostiene de verdad la esperanza que está apoyada en la palabra de Jesús”, remarcó Ojea.
Recordando el texto evangélico: “Me van a volver a ver. Voy a volver a estar con ustedes”, señaló que “el Señor no va a fallar en su promesa”. En palabras del obispo, “muchas veces nosotros no sabemos cómo sostener a los hermanos en la esperanza. Somos testigos de esa esperanza como los apóstoles. No somos vendedores de fantasías. No es la esperanza igual al optimismo. El optimismo puede ser un buen deseo, un deseo hacia delante y no está mal. Pero la esperanza se funda como un ancla en la Palabra de Dios que ya venció para siempre al pecado y a la muerte”.
“Nos toca ahora este tiempo de paréntesis en donde vamos nosotros en el gran misterio que es la Iglesia, predicando el Evangelio del Señor con la gracia del Espíritu y preparándonos para una plenitud, para el reencuentro definitivo, aún a través de sufrimientos grandes”, afirmó Ojea. Para ello pidió “que el Señor nos bendiga, como bendijo a los apóstoles al separarse transitoriamente de nosotros”.
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