El cardenal Villalba beatificará al franciscano, que fue obispo de Córdoba 4 de septiembre: beatificación de Fray Esquiú, apóstol de la unidad

Beatificación de Fray Mamerto Esquiú
Beatificación de Fray Mamerto Esquiú

¿Un fraile que se preocupaba con lo que pasaba fuera del convento y de la Iglesia en pleno siglo XIX? ¿Puede ser ese un camino de santidad?

Alguien que representa “un llamado a los cristianos a aspirar a la santidad”. Fray Mamerto puede ser considerado como un adelantado a su tiempo, “fue un gran pastor… un gran misionero, un gran itinerante

Una nueva referencia para la Iglesia argentina y universal, para la Iglesia en salida, presente en las periferias geográficas y existenciales, que no tiene miedo de ensuciarse los zapatos para ir al encuentro de quienes nadie de escucha, de quienes no son vistos ni reconocidos en su dignidad

Fray Mamerto Esquiú

¿Un fraile que se preocupaba con lo que pasaba fuera del convento y de la Iglesia en pleno siglo XIX? ¿Puede ser ese un camino de santidad? Parece que sí, y eso va a ser reconocido por la Iglesia este sábado, 4 de septiembre.

El protagonista de esta historia es Fray Mamerto Esquiú, alguien a quien la sociedad argentina ya reconoció su valía desde hace tiempo. En una celebración presidida por el cardenal Luis Héctor Villalba, en su localidad natal, Piedra Blanca, en Catamarca, será beatificado el fraile franciscano, nacido en 1826 y fallecido en 1883, consagrado Obispo de Córdoba en 1880, después de muchas reticencias, pues ya había sido propuesto para ser arzobispo de Buenos Aires en 1872.

El purpurado, en entrevista a AICA, reconoce al nuevo beato como un hombre ejemplar, alguien que representa “un llamado a los cristianos a aspirar a la santidad”. Fray Mamerto puede ser considerado como un adelantado a su tiempo, “fue un gran pastor… un gran misionero, un gran itinerante”, según el cardenal Villalba. También es visto como un apóstol de la unidad, que fomentó la comunión y la fraternidad en la Iglesia, en su congregación y en el país, hasta el punto de ser considerado como uno de los grandes patriotas argentinos.

Cardenal Villalba

Fue famoso su discurso en la catedral de Catamarca, donde apela a asumir la Constitución de 1853, pidiendo concordia y unión para los argentinos, una referencia para los días de hoy, que puede ayudar a superar las divisiones presentes en la sociedad argentina. La predicación, con lenguaje directo y sencillo, siempre fue una de sus virtudes desde que fue ordenado sacerdote a los 22 años. Una oratoria que también era apreciada en los ambientes políticos, llegando a ser diputado, formando parte del Gobierno provincial de Catamarca.

Durante años intentando alejarse del mundo de la política y de los cargos eclesiásticos vivió en Tarija (Bolivia), en Perú, en Guayaquil, peregrinando a Roma y Jerusalén, donde también fue reconocido por su gran oratoria y por sus escritos.

Como obispo de Córdoba, a pesar del poco tiempo que desempeñó el cargo, dejo la marca de un hombre de oración, que predicó en casi todas las iglesias y capillas, que orientó Ejercicios Espirituales, que visitó todos los ambientes de la diócesis, inclusive las cárceles y las regiones rurales más distantes, a pesar de estar enfermo de asma, donde dedicaba la mayor parte de su tiempo a escuchar a la gente. De hecho, murió en plena misión, en la posta de “El Suncho", Catamarca, el 10 de enero de 1883.

Un nuevo beato, una nueva referencia para la Iglesia argentina y universal, para la Iglesia en salida, presente en las periferias geográficas y existenciales, que no tiene miedo de ensuciarse los zapatos para ir al encuentro de quienes nadie de escucha, de quienes no son vistos ni reconocidos en su dignidad.

Monumento Fray Esquiú

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