Adviento...
Levantemos la cabeza
Oración...
Iniciamos el mes de agosto en un año marcado por tantos acontecimientos impensables e imprevistos que escapan a la imaginación de muchos.
Todas las facetas y las actividades que eran habituales han quedado reducidas a bien poco bajo la suprema autoridad de este virus que nos infecta y nos lleva a la angustia, al sufrimiento y en muchos casos a la muerte.
Se ha terminado también toda actividad escolar, una actividad según la cual la vida de casi todas las familias se estructura en dos periodos: de septiembre a junio y de julio a fin de agosto, como una forma especial de medir el tiempo y que, de un modo directo o indirecto, afecta la vida de la mayoría de las familias en aspectos muy amplios.
Pero este año todo es diferente. Hace muchos meses que se dejó cualquier actividad reglada a todos los niveles estudiantiles, guarderías y universidades todo está como suspendido y a la espera nuevas decisiones.
Y todos hemos ido adecuándonos a este inesperado sin-saber, viviendo aislados y sin apenas contactos exteriores al propio círculo familiar, con la angustia de los posibles contagios, con el deseo de que todo acabe pronto, de que la vida retome lo que hasta ahora nos era normal.
Quizás es ahora el momento también de retomar o reconstruir nuestra particular escala de valores y junto con el cuidado propio y de los cercanos nos abramos también para ayudar a cuantos esta pandemia ha dejado en peores situaciones, unas visibles otras más guardadas en el interior de cada uno.
Cansados, agobiados, es sin duda un buen momento para dirigir nuestra oración a Aquel que se nos presenta como puerto seguro, remanso de paz, fuente de gracia. Y hacer así nuestra la oración de todos los que sin saberlo o no tienen puesta su confianza en Dios Salvador y dador de Vida.
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