Francisco de Vitoria

Estuvo en París 15 años, desde 1508 hasta 1523, primero como estudiante y luego como profesor. Como broche de oro de su docencia, después de superar las requeridas y duras pruebas, consigue la Licencia en Sagrada Teología y luego el doctorado. Finalizados sus estudios y su profesorado en París, los superiores hispanos le ordenaron la vuelta a su tierra.
El primer destino en la península fue el de profesor en el colegio de S. Gregorio de Valladolid, donde comienza su enseñanza en el curso 1523-1524. En 1526 es destinado Vitoria a Salamanca y gana la principal cátedra de teología de su universidad. Francisco de Vitoria trae novedades metodológicas a las aulas salmantinas.
Veinte años duró la docencia de F. de Vitoria en Salamanca (de 1526 a 1546), explicando la Suma de la Teología de Sto. Tomás. Además de las lecciones ordinarias los catedráticos salmantinos estaban obligados a dar anualmente una lección extraordinaria de dos horas ante el gremio entero universitario. Es lo que se llamaba repetición o relección. Quince fueron las relecciones pronunciadas por Vitoria, y todas ellas se conservan menos la primera y la última. Su doctrina teológico-filosófico-jurista se contiene principalmente en sus relecciones y es por éstas como ha sido conocido internacionalmente. De ahí los títulos que se le han conferido de Fundador de la Escuela Teológico-Jurídica de Salamanca y Fundador del Derecho Internacional Moderno. Vitoria es al mismo tiempo filósofo y teólogo.
• Los hombres no nacen esclavos sino libres.
• Por derecho natural nadie es superior a los otros.
• El niño no existe por razón de otros, sino por razón de sí mismo.
• Es mejor renunciar al derecho propio que violentar el ajeno.
• Es lícito al hombre la propiedad privada, pero nadie es propietario que no deba, a veces, compartir sus cosas… y en extrema necesidad todas las cosas son comunes.
• Al condenado a muerte le es lícito huir, porque la libertad se equipara a la vida.
• No se puede dar muerte a una persona que no haya sido juzgada y condenada.
• Toda nación tiene derecho a gobernarse a si misma y puede aceptar el régimen político que quiera, aun cuando no sea el mejor.
• Todo el poder del rey viene de la nación, porque ésta es libre desde el principio.
• Ninguna guerra es justa si consta que se sostiene con mayor mal que bien y utilidad de la nación por más títulos y razones que haya para una guerra justa.
• No es el hombre lobo para el hombre, sino hombre.
Con estas sentencias no es extraño que se entrelazara una gran amistad entre Francisco de Vitoria y Bartolomé de las Casas. Los dos lucharon por un mismo ideal uno desde las aulas de Salamanca y el otro desde tierras del Nuevo Mundo: La libertad de los indios.
En las aulas de la universidad de Salamanca, Francisco de Vitoria partió de la libertad natural de los indios para establecer los cimientos de la disciplina que hoy llamamos derecho internacional.
Al final de sus días recibe Vitoria la invitación de Carlos V y de su hijo Felipe, para asistir como teólogo imperial al concilio ecuménico de Trento, que iba abrirse próximamente. Vitoria se encontraba muy enfermo y no pensaba más que en su preparación para la vida eterna, así que no pudo asistir.
Le esperaban todavía un año y cuatro meses de terribles dolores de gota. La fecha de la muerte con su hora (las diez de la mañana) nos la daba un estudiante que pasaba a limpio los apuntes del maestro y añadía: “con gran tristeza de todos”. La universidad entera de Salamanca con sus profesores y alumnos le honraron en las exequias, siendo enterrado en la sala capitular del convento, hoy “Panteón de los Teólogos”.
Texto: Hna. María Nuria Gaza.