Haced lo que está mandado hacer

Esperar
No hay nada que de más paz que hacer lo que tenemos que hacer con gusto, un trabajo hecho con esmero, no para sacárnoslo de encima. Esto es lo que recomendaba Jesús a sus oyentes proponiéndoles una parábola: “Permaneced despiertos y vigilantes, porque no sabéis cuando llegará el momento. Es como un hombre que, a punto e irse a otro país, deja a sus criados al cargo de la casa. A cada uno le señala su tarea, y ordena al portero que vigile. Así pues permaneced despiertos, porque no sabéis cuando llegará el señor” (Crf Mar 13,33 ss).

Se cuenta de San Luis Gonzaga que siendo niño le preguntaron en el patio de recreo qué haría si sabía que dentro de un cuarto de hora iba a morir, sus compañeros que estaban jugando con él respondieron unos que se irían a la capilla a rezar otros que correrían a confesarse y Luis serenamente respondió: “Yo continuaría jugando”. En nuestra era en la que se dice que el tiempo es oro, o que muchas ocasiones se dice no tengo tiempo, este joven que murió a los veintitrés años estaba convencido que a la hora de recreo tocaba jugar y de ahí su respuesta serena sabiendo que si el Señor le llamaba estaba haciendo lo que se tenía que hacer en aquel preciso momento.

Actualmente que queremos ser dueños de las horas y del tiempo. Detrás de esta ansia de querer controlar el tiempo hay un pánico tremendo a la muerte, una tentativa desesperada a quererla alejar de nosotros lo más lejos posible. Necios, ésta llegará siempre inesperadamente aún cuando la enfermedad esté afincada en nuestro cuerpo. Si estamos convencidos de que nuestra vida está en manos de Dios, la muerte no es más que un paso para el encuentro definitivo con Él. “Velad porque no sabéis ni el día ni la hora”.Texto: Hna. María Nuria Gaza.
Volver arriba