Jerusalén, Jerusalén

Jerusalen
El salmo 121 es un canto a la ciudad santa de Jerusalén, cumbre de las emociones de todo peregrino israelita al vislumbrar la ciudad santa: “Ya están pisando nuestros pies tus umbrales Jerusalén” (v 2).

El poeta canta las excelencias de esta ciudad: “Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. En ella están los tribunales de justicia en el palacio de David” (vv 3 y 5). Ciertamente en ella administraba el rey la justicia, pero también en ella se cometieron graves injusticias: David hace matar a Urias para no ser descubierto de su adulterio. En ella condenaron a muerte a Jesús. Él antes de entrar a Jerusalén por última vez exclamó: “¡Jerusalén Jerusalén que matas a los profetas y apedreas a los mensajeros que Dios te envía! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas, pero no quisisteis!” (Ma 23,37).

Pero también Jerusalén fue testigo de la resurrección de Jesús. Dios no es un Dios vengador sino un Dios de perdón y de paz. El salmista continua su canto diciendo: “Vivan seguros los que te aman, Haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios” (vv 6 y 7).

Pidamos al Señor que todos sus habitantes puedan vivir en paz. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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