Moisés, el fugitivo

Moisés
Moisés, este hebreo, egipcio de adopción, huye de su familia adoptiva y de sus hermanos de raza.

Su fuerte temperamento le llevó a asesinar a un egipcio que maltrataba a un hebreo. Huye al desierto por temor a ser descubierto por el Faraón y éste le condenara por traidor. ¿Cuántas veces el temor nos hace huir? ¿Y cómo encontrar la paz en una tal situación? La soledad del desierto puede ser un remedio. Desierto, es decir encontrarse con uno mismo para encontrar la paz perdida.

Allí Moisés encontró a unas jóvenes que iban a dar de beber a las ovejas de su padre Reuel, sacerdote de Madián, pero unos pastores vinieron y las querían echar de allí. Entonces Moisés las defendió. Al llegar a su casa su padre les preguntó cómo es que habían regresado tan pronto. Ellas le dijeron que un egipcio les había defendido de los pastores y dio de beber a las ovejas. El padre de las muchachas dijo que fueran a buscar a este hombre y lo invitaran a ir a su casa. De tal manera que Moisés fue acogido siendo extranjero y vivió a las ordenes de su suegro ya que se casó con una de sus hijas.

Hay que resaltar que Moisés, hebreo de nacimiento es adoptado por la hija del Faraón y luego acogido por una familia de Madián, es un eterno emigrante. ¿Sabemos acoger a los emigrantes o los miramos de reojo? Primero, el pequeño Moisés fue adoptado por la hija del rey de Egipto porque sintió compasión de aquel niño que lloraba en un canastillo entre los juncos del Nilo. Moisés, adulto, es acogido por Reuel, este sacerdote fue agradecido al gesto que había tenido con sus hijas. Dios no abandona y se sirve de las criaturas para llevar a cabo su obra.Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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