Nicodemo

Nicodemo
Nos lo narra el evangelio de San Juan: “Había un fariseo que se llamaba Nicodemo. Era un dirigente de los judíos que se fue a encontrar Jesús de noche” (Jn 3,1). Por la aclaración de noche, se comprende que no quería ser visto por los otros miembros del sanedrín. Además de lo que nos relata el evangelio de Juan en este capítulo 3, hay algo que se desprende de esta entrevista entre el Maestro y el fariseo y es que de un hombre timorato que acude de noche a encontrar Jesús, lo vemos más tarde atreverse a defender la causa de Jesús delante de todo el sanedrín reunido para conspirar contra Jesús: “Nicodemo aquel que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: ¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?” (Jn 7,51).

Algo cambió en el interior de este hombre en aquel encuentro para atreverse a defender Jesús de una forma tan tajante. Los del sanedrín conocían las leyes, él se lo recuerda pues parece que lo habían olvidado. Él defiende a Jesús con la ley en la mano, el resto de la asamblea no le interesa la ley sino condenar a Jesús por ello a modo de insulto le responden: “¿Acaso tu también eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas” (Jn. 7,51).

El corazón de Nicodemo estaba firme: Creía firmemente que Jesús era el Mesías, ya nada le importaban los insultos de sus compañeros.

Por último encontramos a nuestro hombre en el momento de la sepultura de Jesús, cuando pocos eran los que se atrevieron a estar presentes en aquel momento, él llego con cien libras de una mixtura de mirra y aloe. (Cfr. Jn 19, 39).

Pidamos a este judío buscador de la verdad que nos enseñe a ser intrépidos y a saber defender la justicia aún cuando la gente se burle de nosotros.
Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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