Pilas cargadas

Nuevo curso
El tiempo pasa rápido y ya el verano va llegando a su fin. Algunos hemos tenido el regalo de tener un tiempo de descanso, de estar con la familia, los amigos, la comunidad, etc.... Todo ello vivido en un ambiente más relajado, sosegado, de tranquilidad, en el que hemos cargado las pilas para reemprender nuevamente el trabajo allá donde estemos.

En estos días, al encontrarme con las personas con las que trabajo, la palabra que más he escuchado ha sido “con las pilas cargadas”. Se ha disfrutado de un tiempo para descansar y desconectar. Se nota en los rostros ese descanso y da alegría el volverse a ver. Se empieza a organizar el curso escolar, con ganas, con ilusiones, expectativas…nos ponemos en marcha. Un nuevo tiempo que nos deparará nuevas experiencias, encuentros, momentos alegres y quizás otros menos agradables pero en todo lo que vivimos día a día, hay Alguien que permanece a nuestro lado, en nuestra ruta. Dios está con nosotros, nos ayuda a llevar la mochila incluso cuando la carga nos parece demasiado pesada. Ojalá que lo reconozcamos en nuestra propia existencia, en nuestro día a día. “Conservad la presencia de Dios en todas vuestras acciones” (Marie Poussepin).

En el horizonte está todo aquello que iremos viviendo a lo largo del año, estamos abiertos a lo que vendrá incluso con sus sorpresas, pero Dios nos invita a vivirlo desde el Amor y sólo desde ahí puede permanecer cada caricia que humaniza el mundo.

“Pasan los días y los años
se enreda la historia, y se llena
de nombres, de rostros, de gestos.
Se suceden los llantos y las risas.
Se arrugan los rostros y las manos.
Se llena de nieve el cabello.
Hay heridas que al fin cicatrizan.
Pasan palabras que se olvidan,
canciones que mueren,
versos que nadie recita más.
Pasa la vida, solo una.
Pero tu palabra permanece.
Permanece el amor como fuerza poderosa.
Permanece cada caricia
que humaniza el mundo;
cada acto de perdón,
y cada fiesta sin excluidos.
Permanece la bienaventuranza
como una forma de ser,
y el prójimo, y el abrazo
al hijo prodigo que regresa.
Tu palabra no pasa. Nunca.”
(Contemplaciones de papel. José María Rodríguez Olaizola, sj)


Texto: Hna. Ana Pérez.
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