Algunas ideas... Religiosos y religiosas: anulemos planes…, no los pospongamos

Religiosos y religiosas: anulemos planes…, no los pospongamos
Religiosos y religiosas: anulemos planes…, no los pospongamos

Es preocupante ver institutos y congregaciones donde lo que se ha hecho es posponer planes, reuniones, encuentros… es eso de “posteriormente, cuando todo pase, informaremos de cuándo se hará tal o cual reunión” e incluso “manden igualmente el trabajo o cuestionario completado, que se les envió hace tres meses” …

Quiero compartir hoy algunas ideas quizás deshilachadas para empezar a reflexionar y para ir puliendo.

En estos días de confinamiento, la vida religiosa, como todo el mundo, se ha tenido que adaptar, pero ahora nos queda el reto de asumir. En el fondo a los religiosos no nos es tan complicado quedarnos en casa, pues a menudo la vida en comunidad lo conlleva y algunas de nuestras casas lo permiten sin muchas estrecheces, aunque no todas, también téngase en cuenta.

Evidentemente a los de vida apostólica o no tan comunitaria nos/les falta esa chispa tan grande e importante de ser y estar con la gente… Muchos se han tenido que quedar en casa por eso de la edad de riesgo, otros por precaución con la comunidad y otros por miedo… pero en todo caso otros muchos se mantienen firmes en su misión y hasta han dado su vida acompañando en hospitales, residencias de ancianos, albergues, etc...

Algunas comunidades de vida apostólica están rezando más que nunca, quizás hasta exageradamente. No me malinterpreten, de ningún modo sobra la oración, y en tiempos tan difíciles es bueno ponerlo todo en manos del Señor, pero me llama la atención que de pronto el mundo se para y nos ponemos a rezar mucho más, cuando realmente nuestra vida ya debería tener una dosis equitativa de oración y si no era así no es momento de rezar todo lo que no se rezó, sino de mirar cómo vivimos equilibrados, ahora y luego. Ni el estrés de antes era bueno ni el acumular rezos tampoco. No lo cojan por ningún extremo, sólo en el punto de poder analizar qué estamos o estábamos haciendo.

¿Posponer?

También es preocupante ver institutos y congregaciones donde lo que se ha hecho es posponer planes, reuniones, encuentros… es eso de “posteriormente, cuando todo pase, informaremos de cuándo se hará tal o cual reunión” e incluso “manden igualmente el trabajo o cuestionario completado, que se les envió hace tres meses” …

Es esa vorágine de posponer, de celebrar en verano lo que era en primavera o al cabo de tres o cuatro meses nos inventamos una nueva procesión, bendición, cambiamos los santos del calendario y todo parece que se arregla… Lo puedo entender en sentido social y sobre todo económico, pues hay negocios y principalmente negocios familiares y de cercanía que esperan esa efeméride para subsistir y es cuestión de colaborar y arrimar el hombro cuando sea el momento. Pero no lo entiendo en la vida religiosa, una vida consagrada a Dios y a los hermanos que lo que tiene que hacer es un reset con y para el mundo.

Los planes, los encuentros y reuniones deben ser anulados, no pospuestos. Cuando salgamos del confinamiento, a parte de ser muy cercanos y reaccionar rápido a las necesidades de nuestro entorno — algunos ya lo están haciendo—, hay que dejar un tiempo para ver cuáles son los retos y las preguntas, algunos deberán dedicarse a analizar hacia dónde iremos. Por tanto, nada de reuniones precipitadas con órdenes del día más que caducadas.

Religiosos y religiosas anulen planes, reuniones y viajes fruto de una situación distinta y, dejen que en la Iglesia y en la comunidad local se tenga tiempo de ver qué se vive y qué se pide.

Aún confinados

Iglesia

A parte de los que están en primera línea, ¡que son muchos!, del ámbito sanitario, social, asistencial… los otros aún estamos confinados y también es momento de percibir qué hemos hecho hasta ahora, además de rezar y transmitir nuestras celebraciones y reflexiones online. Es eso de un meme que corre estos días por las redes, el de una iglesia en cada casa.

Hemos descubierto una nueva manera, y eso demuestra que los que no apostaban por las nuevas tecnologías se equivocaban, pero también muestra que no todos ni todo puede ser misión evangelizadora. ¿Cuántos vídeos en directo en YouTube, Facebook y demás redes sociales del revés o con emoticonos en momentos serios porqué lo que cuenta es la buena fe y no el dominio tecnológico? Es necesaria la buena fe, pero hay que cuidar las formas, no todo debe valer para llegar a los otros, porque, además, gracias a Dios, hay muchas posibilidades que, si no nos son tan cercanas físicamente, sí son Iglesia. Este será un tema para discernir pastoralmente.

Vislumbrar

Llevamos más de un mes confinados y ya se pueden vislumbrar algunas cosas en el ámbito de la vida consagrada. En general se han generado documentos, cartas de superiores mayores, con una gran cercanía y compasión e incluso iniciativas pequeñas y certeras de estar cerca de los más afectados, pero cuidado pues hay quienes aún piensan que esto pasará, que será una pesadilla superada y seguiremos allí donde nos habíamos quedado, por eso sólo han postergado los planes y viajes.

Mientras tanto, los que no han sido capaces de mandar palabras de aliento a tiempo y a destiempo, los que no han hecho llamadas a profusión, los que no han escrito circulares a mil para hacerse cercanos, los que no han generado algún que otro titular para las redes sociales (para los de dentro y los de fuera), los que aplazan reuniones manteniendo los temas ya pautados… todos estos pueden seguir rezando pero no sirven para afrontar el nuevo mundo al que nos vemos abocados.

La preocupación económica merecería otro artículo pues tendremos que ver quién ha sucumbido como les ha pasado a tantos negocios familiares y quién se preocupa por las cuotas del centro que sea, pero no está ni mucho menos en el abismo.

Habrá que escuchar mucho, ser arriesgados, confiar, y liarse la manta a la cabeza sin muchas seguridades, sólo sabiendo de Quién nos hemos fiado y a Quién seguimos… Me da miedo que nos aturullemos y me digo que la alegría de la resurrección nada ni nadie nos la puede quitar, pero no es fácil y hay que trabajarlo muy desde el interior personal.

En cada ámbito tendremos que valorar qué manos podemos tender. Manos de caridad en el sentido más amplio, luchando por no perder la paz, para que la angustia y el sufrimiento se nos transforme en compasión. Necesidades básicas, alimentación, techo, afecto y sobre todo defensa de la dignidad humana. Y además no podremos olvidar que ésta última se da de mil maneras, entre ellas a través de generar y mantener lugares de trabajo, de posibilitar formación para un presente y futuro más humano y más de Dios, porque todo está conectado.

Volver arriba