Estaba buscando un documento y encontré sin esperarlo, unas fotos de hace algunos años, imágenes que me alegraron rápidamente e hicieron rememorar una etapa muy bonita de la vida y ver cómo a pesar del tiempo, de la distancia geográfica, en la cercanía del corazón siempre están las personas con las que se crearon lazos y sabes que aunque se tarde la comunicación, están en tu vida y hay un gozo especial cuando nos volvemos a hablar.

En el baúl de los recuerdos de tanto vivido a lo largo de nuestra vida, hay tesoros que permanecen y además nos ayudan en tantos momentos porque encienden algo dentro de nosotros y nos dan vida. A veces, hace mucho bien, tomarse el tiempo para recordar, hacer memoria agradecida por tantas personas que fueron y siguen siendo luz en el camino del seguimiento de Jesús de Nazaret.

Una sencilla mirada a unas fotos se convirtió en un rato de silencio, oración, gozo, donde los rostros volvieron a estar más presentes en mí, todo en acción de gracias por lo compartido y por las personas que siguen estando. Una alegría profunda te invade, se saborea lo que en verdad el Señor nos regaló compartir desde la fraternidad. Cuántos rostros, vivencias nos acompañan en nuestra vida y tanto por lo que dar gracias a Dios.

“Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Y todo aquel que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios (1 Jn 4,7).