Sobre nuestra fe... ¿Quién dice la gente que soy?

¿Quién dice la gente que soy?
¿Quién dice la gente que soy?

Pero Jesús no queda satisfecho sabiendo lo que la gente opina sobre Él. Ahora les pregunta a ellos directamente ¿y vosotros quien decís que soy? Aquí ya no vale sino dar la respuesta correcta y será Pedro quien, según los evangelios, recoja lo que todos saben y lo explicite en nombre de todos. Él es el Mesías, el Hijo de Dios.

En este fragmento del evangelio de San Mateo (16, 13-19) encontramos una doble pregunta que Jesús plantea a sus discípulos. En primer lugar, ¿quién dice la gente que soy? Y no les resulta difícil darle la respuesta porque no es ni definitoria, ni personal, ni comprometida: Unos dicen… otros afirman... hasta ahí nadie se compromete, puede ser que Jesús sea un profeta, un sabio, un sanador, pero como es la opinión de “la gente” no ocurre nada si no se acierta en la verdad, porque en realidad “la gente” no es nadie aun siendo muchos. Es fácil evadirse, mirar la cara de los demás y seguir sin hacer caso.

Pero Jesús no queda satisfecho sabiendo lo que la gente opina sobre Él. Ahora les pregunta a ellos directamente ¿y vosotros quien decís que soy? Aquí ya no vale sino dar la respuesta correcta y será Pedro quien, según los evangelios, recoja lo que todos saben y lo explicite en nombre de todos. Él es el Mesías, el Hijo de Dios.

A veces la gente que está a nuestro alrededor nos dirige la misma pregunta que Jesús hace: ¿tú que dices de Jesús? ¿quién es para ti? ¿qué sabes de Él? Puede ocurrir que en el intento de explicar nuestra fe no hallemos más que palabras torpes o poco significativas pero que encierran un testimonio de vida, un deseo de dar a conocer a Cristo.

A todos los niveles, aquel que realiza una pregunta espera y merece siempre una respuesta y no que se le envíe a otro para obtener quizás unas palabras más sabias, más ricas, pero menos cercanas.

Si intentamos responder los interrogantes explícitos o no que nos dirigen los demás sobre nuestra fe, aunque nuestra respuesta sea pobre, seguro que el mismo Jesús tomará nuestro testimonio para convertirlo en un bien para todos.

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