Tu hijo único

Abraham
Abrahán, al amigo de Dios, al cual éste había prometido una descendencia numerosa, después de haber esperado muchos años el heredero de la promesa, Dios le pide algo inconcebible: “Toma a Isaac, tu único hijo, al que tanto amas, y vete a la tierra de Moria. Una vez allí, ofrécelo en holocausto sobre el cerro que yo te mostraré” (Gn 22, 2).

Con qué dolor este anciano padre debió coger a su hijo para ofrecerlo en sacrificio al Dios de la promesa. Pero él no protesta a tal petición. Se pone en camino con su hijo hacia el lugar señalado. Tres días de camino tuvo que hacer hasta encontrar el lugar indicado. Estos días le debieron parecer, al patriarca, interminables. ¿Por dónde debían correr sus pensamientos durante este camino?

Ve el lugar y se dirige hacia él sin titubear. Dios iba a proveer la víctima respondió a Isaac, su hijo que le preguntó dónde estaba el cordero para el sacrificio. Pero Dios que es un Dios de vivos y no de muertos, detiene el momento en que Abrahán iba a degollar el fruto de sus entrañas.

Cuando era niña, al leer por primera vez este pasaje respiré hondo. Me parecía increíble que Dios pudiera pedir una tal cosa. Y ahora, me pregunto: ¿Cómo es posible que un padre pueda matar a sus hijos, ni que sea por odio a la madre de éstos?Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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