El justo se alegrará con el Señor

Escuchar
El salmo 63 se inicia con una súplica al Señor: “Escucha, oh mi Dios la voz de mi lamento, protege mi vida del terrible enemigo; escóndeme de la conjura de los perversos, y del motín de los malhechores” (v 2-3).El salmista pide asilo a Dios el único que puede librarlo del peligro pues fuera de él no encuentra refugio. En algunas ocasiones nos encontramos asediados entre la espada y pared, nuestro recurso seguro es el Señor que tiene piedad del perseguido, así lo expresa el autor del salmo con expresiones muy significativas: “Afilan sus lenguas como espadas” (v 4), “inventan maldades y ocultan sus invenciones” (v 7), “se animan al delito, calculan cómo esconder trampas” (v 7).

Al leer y reflexionar sobre este salmo me viene en mente Jesús injustamente acusado por falsos testigos, el sanedrín que tenía que defender la causa de los justos se ensaña contra él porque desbarata sus ideas, éstos, tan religiosos lo llevan ante un tribunal romano “que condena a muerte al autor de la vida”, comenta Josep Maria Rovira Belloso.

Mas la muerte no puede tener la última palabra. Con su resurrección “Dios cumple su gran acción, que nos impresiona con su grandeza y nos llena de alegría. Porque en ella nos promete a todos la salvación” (Luis Alonso Schökel). “Todo el mundo se atemoriza, proclama la obra de Dios y medita sus acciones. El justo se alegra con el Señor y se refugia en él” (v 10-11). Jesús muere confiando plenamente en el Padre: “En tus manos encomiendo mi espíritu” (Lu 23,45). Que esta pueda ser nuestra muerte: morir confiados entre las manos de Dios Padre.Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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