Mt 21, 1-14... Uno no llevaba el traje de fiesta

Uno no llevaba el traje de fiesta
Uno no llevaba el traje de fiesta

Quizás podemos correr hoy el riesgo de considerar todo igual, cortado con el mismo rasante, sin dar a cada situación a cada lugar la importancia que realmente tiene y con un gesto de deferencia honrar a los demás.

¿Acaso no sabemos todos vestirnos de fiesta cuando es necesario? Unos con más tino, otros con menos, pero cuando alguien nos invita intentamos que nuestro vestir, nuestro porte, esté de acuerdo con la invitación recibida.

En el fragmento evangélico narrado por San Mateo, entre todos aquellos que llenaron la sala de fiesta, tras la negativa de los participantes previamente convocados, tan solo uno no llevaba el traje de fiesta.

Entre los que ocupan ahora el lugar de los invitados, nadie se había preparado previamente para asistir al banquete, fue por el desprecio de los primeros invitados que los servidores tuvieron que salir por los pueblos y caminos a buscar a otros para asistir a la fiesta.

Por lo que nos dice el fragmento evangélico todos supieron adecuarse a la invitación recibida, como una respuesta y un signo de agradecimiento. Pero uno solo se entró sin el vestido adecuado, sin prestar atención a dónde iba y quien le invitaba y por esa inconsistencia fue echado fuera.

Así nos lo narra el evangelio de San Mateo, y quizás podríamos correr el riesgo de quedarnos con la magnitud del castigo y no querer descubrir la mala actitud del hombre que no se vistió de fiesta. Como si a él todo le fuera debido y no estuviera obligado a responder con cuidado y atención a las invitaciones recibidas.

Quizás podemos correr hoy el riesgo de considerar todo igual, cortado con el mismo rasante, sin dar a cada situación a cada lugar la importancia que realmente tiene y con un gesto de deferencia honrar a los demás.

En tiempos de confinamiento, cerrados en casa, no corramos en nuestra convivencia el riesgo de despreciar los detalles quizás pequeños pero que pueden ayudar a los demás y a nosotros mismos a reflejar el amor de Dios hacia cada persona.

Recordemos que aquellos que se abandonan y para nada saben prepararse para el encuentro con los demás, ni aun en su apariencia física, serán echados de la fiesta.

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