No caigamos en la tentación de pensar que no podemos ser perdonados... La prisión de nuestra vida

La prisión de nuestra vida
La prisión de nuestra vida

Podríamos ir analizando muchos casos, pero de manera general hemos de reconocer al ser humano, porque cuando te topas con una situación así, de dolor, cuando descubres lo que realmente eres… es decir, cuando lo constatamos, vemos que somos personas que se equivocan, se ciegan o simplemente están enfermas…, entonces es cuando comprobamos que el ser humano es débil.

Jesús siempre defiende a los más débiles, a aquellos que no tienen ni recursos materiales ni espirituales. La pobreza es muy amplia y desgraciadamente hay mucha gente que sufre, más de la que podemos imaginar, y… por diversos motivos. Nosotros, que seguimos a Jesús, y que estamos convencidos de su Palabra, hemos de llevar a la práctica ese amor que nos mostró para con los hermanos.

Jesús está en la cárcel, y lo está, sencillamente, porque ama. En el Evangelio se nos dice: “estaba en la cárcel y vinisteis a verme”, esta afirmación nos corrobora, que lo está y estará en cada una de las personas que se encuentran encarceladas, especialmente en aquellas que viven injusticias, en las más despreciadas por la sociedad, en las que no tienen a nadie que las defiendan.

La prisión sólo tiene sentido cuando sirve para ayudar, renovar y cambiar al hombre. Debería de ser espacio para la reflexión e inserción en una sociedad que únicamente sabe señalar y condenar y no crear oportunidades dignas. Es cierto, que aquella persona que comete delito ha de cumplir con su responsabilidad, pero también es cierto que estamos llamados a ser justos, y a perdonar.

Jesús amó a sus hermanos y lo podemos ver en diferentes pasajes como Mateo 5, 43-48: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen”; también nos invita a practicar ese amor en Mateo 22, 39: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”; en otro pasaje de Lucas 10, 29-37 nos presenta la parábola del buen samaritano…; y así podríamos continuar señalando el comportamiento de Jesús hacia sus hermanos.

A veces pienso, que la prisión se convierte en doble vertiente, la física, la que conocemos y de la que habitualmente hablamos, con rejas, privación de libertad y de movimiento… y la interior, aquella que también te condena, muchas veces, y te bloquea.

Podríamos ir analizando muchos casos, pero de manera general hemos de reconocer al ser humano, porque cuando te topas con una situación así, de dolor, cuando descubres lo que realmente eres… es decir, cuando lo constatamos, vemos que somos personas que se equivocan, se ciegan o simplemente están enfermas…, entonces es cuando comprobamos que el ser humano es débil. Y aunque no es justificación sí es consciencia de lo que somos y podemos llegar a ser. No me gustaría entrar en casos concretos, porque no es mi intención, sólo quiero hacer constar que Jesús amó por encima de todo y me gustaría resaltar, que hemos de pedir misericordia a Dios y esperanza a nuestro corazón. Sólo la esperanza puede iluminar las oscuridades de nuestra vida, sólo la esperanza puede dar una segunda oportunidad y sólo la esperanza ilusiona y da fuerzas para llegar a cambiar; una esperanza apoyada en el perdón y la misericordia.

“No caigamos en la tentación de pensar que no podemos ser perdonados. Ante cualquier cosa, pequeña o grande, que nos reproche el corazón, sólo debemos poner nuestra confianza en su misericordia, pues ‘Dios es mayor que nuestro corazón’” (1Jn 3, 20) (P. Francisco en el Jubileo de los presos 2016).

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