¡Un rey montado en un pollino!

Jesús
No sé qué pasaría si ahora nos anunciaran: ¡Llega el rey! y viéramos a un personaje que aparece montado en un asnillo (Cf. Za 9,9-10).

Las expectativas de Israel eran con frecuencia esperar un Mesías fuerte y poderoso que liberaría el pueblo de la dominación extranjera. Sin embargo, los profetas con frecuencia anunciaban que el rey que liberaría a su pueblo sería un mensajero de paz y justicia (Is 9, 5-6), portador de luz y alegría (Is 9, 1-2), de reconciliación y de convivencia pacífica (Is 11, 6-10).

Jesús rompe todas las expectativas de su pueblo. Él es rey y lo afirmó ante Pilato cuando éste le preguntó: “¿Así que tú eres rey?” Jesús le respondió: “Tú lo dices, soy rey” (Jn 18, 37). Pilato quedó desconcertado por la respuesta de Jesús y seguramente por la serenidad con que afirmaba que era rey. Era un rey muy distinto de lo que en aquel entonces y aún ahora se tiene como concepto de rey. Es un rey que no domina sino que libera. Un rey que quiere la paz a toda costa. Un rey que no es de este mundo. Si los reyes y gobernantes de este mundo fueran un poquito como él, otro gallo nos cantara, como reza el dicho popular.

Y es que Jesús dice que es manso y humilde de corazón (Ma 11, 29). Por esto entró a Jerusalén montado en un pollino en su última ida a la Ciudad Santa. La humildad es una virtud que quien la posee se hace querer de todos, menos de los soberbios porque se sienten atacados por ser contrarios a su forma de ser.

Con todo, Jesús nos exige pues nos habla de yugo y carga, no podemos huir de las exigencias del Evangelio pero es una carga y un yugo suave, no pide más de lo que uno puede dar y da la fuerza para llevar a cabo lo que nos pide. “Venid a mi todos los cansados y agobiados y os haré descansar” (Ma 11, 28).Texto: Hna. María Nuria Gaza.
Volver arriba