Año 2020... El tiempo ha cambiado

El tiempo ha cambiado
El tiempo ha cambiado

Si al iniciar este año 2020 alguien hubiese explicado que todas las naciones, sin prácticamente ninguna excepción, se vería en tan solo cuatro meses con todo parado y cerrado, las fronteras interpuestas otra vez entre todos los países, sin poder ir de un lado para otro, como solíamos o más aun sin poder salir ni de casa, seguramente hubiésemos pensado que era simplemente una idea farsante y ridícula.

A veces hay en la vida cambios y modificaciones de los que podemos ser conscientes y hasta ver cómo se van gestando.

A simple vista todo parece igual, sin embargo, algunos son capaces de ver y entender que aquello que era considerado como normal o habitual ahora va cambiando, se va modificando y con ello se modificará también la sociedad y la vida de todos. ¿Son estos los profetas? Ellos son los que saben ver por dónde vamos caminar.

Estamos viviendo un tiempo impensado por muchos motivos, cuyas consecuencias no podemos calibrar aún.

Si al iniciar este año 2020 alguien hubiese explicado que todas las naciones, sin prácticamente ninguna excepción, se vería en tan solo cuatro meses con todo parado y cerrado, las fronteras interpuestas otra vez entre todos los países, sin poder ir de un lado para otro, como solíamos o más aun sin poder salir ni de casa, seguramente hubiésemos pensado que era simplemente una idea farsante y ridícula.

Sin embargo, así ha sido.

Ahora llega poco a poco el tiempo de retomar la normalidad, pero sin que nadie sepamos claramente cuál es la normalidad que vamos a retomar. Son tiempos de fe, creyendo firmemente que el Señor nos ayuda, como siempre, y nos va mostrando el camino a seguir en la nueva etapa que se nos presenta por ahora con más sombras que luces.

Son tiempos de esperanza, porque contra toda esperanza la vida retomará su sentido, su valor, su fuerza.

Son tiempos de ayuda mutua, porque muchos han perdido incluso lo poco que tenían, o se han quedado sin poder acompañar a un ser querido en los últimos momentos y estas realidades generan dolor, lágrimas, angustias, es tiempo de consolación y de silencio.

Debemos rezar para que se nos conceda no perder de vista lo esencial, lo trascendente, el Amor de Dios que hoy como siempre, pero más que nunca, se convierte en la fuente de toda gracia.

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