Covid-19... Lo urgente, ¿lo era?

Lo urgente, ¿lo era?
Lo urgente, ¿lo era?

Y ahora parece como si poco a poco fuéramos despertando, pero ¿retomaremos cuanto dejamos como si no hubiese ocurrido nada? ¿o de verdad el virus nos ha dejado una cicatriz profunda en nuestro corazón y en nuestra alma para vivir de otro modo?

Llevamos casi tres meses, una cuarta parte del año, que nos ha llevado a restar importancia a una palabra o una actitud que hasta ahora regía buena parte de nuestras vidas y hemos constatado cómo nos atenazaba.

Muchos aspectos o trabajos los habíamos convertido en “urgentes”, y lo eran tanto que les debíamos toda la atención de la que éramos capaces, y se permitían colocarse en primera línea, apartando otros temas, desdibujando realidades o borrando el sentido de cuanto era más habitual.

Aquello era urgente.

Y dejó de serlo.

De repente tuvimos más tiempo para reorganizar nuestra propia escala de urgencias, y de compromisos, y sin estar presionados, el tiempo se nos multiplicó para ciertas cosas y nos permitió darle su lugar a otros componentes de nuestra vida que casi habíamos perdido.

Hemos hallado tiempo para gozar de la compañía de la comunidad, sin estar tan pendientes del reloj, nos hemos podido dedicar a lo teníamos como aparcado para hacerlo “un día”, también hemos gozado con un tiempo más sosegado para la oración, sin interrupciones.

Y ahora parece como si poco a poco fuéramos despertando, pero ¿retomaremos cuanto dejamos cómo si no hubiese ocurrido nada? ¿o de verdad el virus nos ha dejado una cicatriz profunda en nuestro corazón y en nuestra alma para vivir de otro modo?

Ojalá que hayamos aprendido que en la vida poco es urgente de verdad, y que quizás solo lo es aquello que nos lleva a ser mejores personas, más capaces de compartir, de ayudarnos mutuamente y ser más felices.

Volver arriba