Había un señor que tenía un trabajador al cual había encomendado ir a llenar cada día dos grandes tinajas de agua de una fuente que manaba un agua excelente.
Resulta que una de las vasijas tenía un pequeño orificio por el cual
perdía agua por el camino de tal modo que llegaba a la casa en la mitad. Este hombre tenía la costumbre de cargar siempre del mismo lado las vasijas.
Un día el trabajador dijo a su dueño. Mira jefe esta vasija la tendrías que hacer arreglar o comprar una de nueva pues por el camino se pierde la mitad del agua. El dueño le dijo: Mira primero que pasa por el camino con las tinajas y luego voy a ver que hago.
El empleado hizo lo que su dueño le dijo y vio que
por el lado del camino de la vasija rota estaba llena de hierba fresca y florecían hermosas flores. Por el otro lado estaba todo muy seco. Cuando llegó a la casa le contó al señor lo que había observado y éste le respondió si es así no voy a cambiar las tinajas porque estas flores son las que recojo cada día y las llevo a mi madre.
Si guardamos todo para nosotros mismos sin compartir el mundo será menos hermoso.Texto: Hna. María Nuria Gaza.