La venida del Hijo del Hombre, pastor, rey y juez del universo

Cristo Rey
Nos encontramos en el último domingo del año litúrgico, solemnidad de Jesucristo Rey del universo. Esta realeza no tiene mucho que ver con la noción de la realeza de un monarca de nuestra época. Jesús ya advirtió a Pilatos que su reino no es de este mundo, pero con todo afirmó que él era rey y que para esto había venido a este mundo, para esto había nacido, para decir que es la verdad (Cfr. Jn 18,37-38).

Esta celebración nos recuerda que Jesús vendrá como juez de todos. Para unos, para ofrecerles la recompensa que Dios Padre tiene preparada desde la eternidad y para otros, la condena eterna (Cfr. Ma 25, 31-46). Quizás algunos que no se tienen por buenos cristianos al fin de sus días se encontrarán sorprendidos al oír las palabras del juez: “Venid a mí los benditos de mi Padre porque tuve hambre y me disteis de comer”. Y otros, al contrario “Id malditos de mi Padre porque tuve hambre y no me disteis de comer”. La práctica de las obras de misericordia es esencial para la vida cristiana.

Ezequiel, en la primera lectura, dirige a los deportados de Babilonia un oráculo consolador: “Yo mismo buscaré mis ovejas y haré el recuento de las mismas… las ovejas dispersadas las recogeré de todos los lugares donde se habían dispersado… las llevaré a comer en los montes de Israel, yo mismo las apacentaré en los mejores pastos” (Cfr. Ez 34,11-16). Es un pastor diferente a los que tuvo Israel, que no eran buenos pastores de su pueblo. El salmo 22 canta la bondad de un buen pastor que guía su rebaño por caminos seguros.

Nosotros a nuestro pequeño nivel tenemos que ser pastores, es decir enseñar el buen camino a los que encontramos en la vida. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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