"A propósito del sueldo de Messi, por una sobriedad compartida" Fútbol-Burdel: "Otro fútbol es posible"

Sueldos millonarios
Sueldos millonarios

"Unos 12.000 euros por hora: lo que apenas ganarán en un año millones de trabajadores que son más útiles al país"

"El fútbol es uno de los deportes mejor inventados. Pero alguien ha de destacar hasta qué punto la perversión de lo mejor se convierte en verdadera prostitución"

La aspiración de todo chaval en el tercer o cuarto mundo no es formarse y aprender sino hacerse futbolista: porque es lo único que sirve para salir de la miseria.

"Civilización de la pobreza" no significa necesidad  sino sobriedad compartida: que lo que se ha pervertido en negocio, vuelva ser deporte

¿Por qué será que esas dos palabras tienen la mitad de las letras iguales y algunas colocadas en el mismo sitio? Vamos a buscar algunas similitudes.

1.- 555.237,619 de euros en cuatro años

Es el sueldo de Messi del que hablaron hace poco los medios. Dato que no conviene olvidar porque es muy serio y porque no es exclusivo de Messi. Aplicando una palabra que vale para aquello que no nace bien, podríamos hacer un mal chiste y decir que ese dato es “siete-messino”.

La estrella argentina viene a cobrar unos 12000 euros por hora: lo que apenas ganarán en un año millones de trabajadores que son más útiles al país, porque su esfuerzo sirve para algo más que entretenernos y adormecernos. Y si esos trabajadores tienen un “accidente laboral” no serán curados con la misma facilidad y rapidez que un Ronaldo, un Ansu Fati y mil privilegiados más: porque, para nosotros, estos son insustituibles y aquellos otros no. A estos los curamos por interés nuestro, a los otros no.

Por eso sería sectario y cómodo hacer de Messi un caso aislado, o “hacer leña del árbol caído” ahora que comienza a declinar: hay otros muchos casos iguales, que son solo la cima de un inmenso montón de escombros. El problema no es tanto de ellos (que a veces son solo unos esclavos ricos) cuanto del sistema fútbol. Aquí comienzan a acercarse las dos palabras de nuestro título.

2.- La corrupción de lo mejor…

El fútbol es uno de los deportes mejor inventados (como ocurre con el ajedrez entre los juegos sedentarios). Otros harán su elogio mejor que yo. Pero alguien ha de destacar hasta qué punto la perversión de lo mejor se convierte en verdadera prostitución, como pasa con el amor.

Primero, el dinero ayuda a ganar partidos: todas las ligas se reducen a una competición entre los tres o cuatro equipos con mayor presupuesto económico; los demás equipos son casi una mera comparsa para alargar el espectáculo. Luego las victorias se convierten en una forma de ganar más dinero. Y así se cierra el círculo vicioso.

De ahí fue naciendo esa táctica de posesión de la pelota como “propiedad privada”, hasta que se presente la ocasión para marcar. En un principio esa fórmula produjo resultados espectaculares, hasta que todos hicieron uso de ella y el fútbol (el deporte más atractivo y emocionante) se fue convirtiendo en aburrido y carente de emoción. El mejor ataque es una buena defensa, y la pasión patriótica sustituye a la deportiva. Y la cosa parece venir de lejos: recuerdo aquella WM de mi adolescencia que importó la Real Sociedad, y el “catenaccio merdoso” que gritaba hace años un barcelonista en un partido de copa de Europa contra un equipo italiano...

Pero un fútbol sin goles es como una primavera sin flores. Y los grandes partidos acaban hoy con victorias de uno a cero, o empates a cero; muchas eliminatorias han de decidirse con prórrogas o por penaltis, una solución muy arbitraria que aún no hemos encontrado manera de sustituir. Y lo más grave, socialmente hablando: la aspiración de todo chaval en el tercer o cuarto mundo, no es formarse y aprender sino hacerse futbolista: porque es lo único que sirve para salir de la pobreza. En la Barcelona de estos días pasados había más anuncios de las elecciones a la presidencia del Barça que de las elecciones políticas. Como ecografía de una sociedad, todo eso resulta bastante alarmante.

3.-  Otro fútbol es posible.-

Todo eso lleva a creer que el fútbol necesita hoy reformas muy serias. Imaginemos: los partidos que acaben cero a cero quedarán sin puntuación para ninguno de los dos bandos. Cuando una victoria sea por menos de un gol solo valdrá dos puntos. Solo si es por más de un gol se llevará el vencedor los tres puntos. En el juego, todo pase atrás que atraviese la línea de medio campo (desde el área ajena a la propia por tanto) será falta. La cuestión del fuera de juego habría de estudiarse mucho más. Y durante el partido solo se podrá cambiar a los jugadores lesionados, para evitar que los equipos con más plantilla por tener más dinero, puedan tener refrescos en situaciones de cansancio.

Además debería existir un sueldo máximo, quizás con un seguro de x años para el jugador que se jubila del fútbol, hasta que pueda encontrar otra profesión. Se deberían suprimir las cláusulas de rescisión de contrato: sólo se podrían fichar jugadores “libres”, para evitar ese robo de guante blanco que se hace a los equipos débiles en cuanto algún jugador de ellos despunta y promete. Añadamos la desaparición del “mercado de invierno” y una reducción de la cantidad de campeonatos artificiales que se van creando, para evitar así tanto la explotación física de los jugadores como la drogadicción psíquica de los aficionados, que es lo que parece buscarse. “¡Pan y circo!” es la fórmula que siempre ha sostenido a los imperios. 

Pelota

4.- “¿Civilización de la pobreza?”.-

Pero todo eso que lo sueñen los técnicos. La reforma que a mí me importa es separar al fútbol de esa prostitución del dinero, y devolverle su limpieza para que vuelva a ser deporte y no negocio.

Dando ahora lo que parecerá “un salto en el vacío”, quisiera evocar la célebre expresión de Ignacio Ellacuría: “una civilización de la pobreza como única solución para nuestro mundo”. Entendiendo, como ya se ha hecho, que pobreza no significa necesidad, sino sobriedad compartida. También eso debe valer para el fútbol. De lo contrario, evoquemos la alegoría del pueblo judío cuando, habiendo salido de la esclavitud y camino de su liberación, acaban frustrando su llegada a esa meta. ¿Por qué? Porque, como se ve obligado a reconocer Moisés, “se han hecho dioses de oro” (Ex 32,31).

Puestos a soñar otra vez (ahora que por la coronavirus hemos visto lo que significa jugar sin público) imaginemos que todos los cristianos y personas honestas del mundo, como exigencia de su fe o de su ética, deciden hacer una huelga de asistencia a partidos, ni aunque sean socios: una especie de “abstinencia cuaresmal”, menos ridícula que la que propone la Iglesia. Es un sueño, ya lo sé; pero no cabe negar que sería también un punto de apoyo como aquel que pedía Arquímedes para sacudir la tierra.

5.- Espiritualidad del balón.-

En la Iglesia católica, los grandes revolucionarios (que reformaron sin romper) lo fueron por este camino de lo que se dio en llamar “santa pobreza”: Francisco de Asís se desnuda en público de todas las vestimentas lujosas del negocio de su padre. Ignacio de Loyola se pone en camino despojándose de su vestidura de gentilhombre y cambiándola por la de un mendigo. Clara de Asís salta por la muralla de su palacio para ir a vivir en una choza. Domingo de Guzmán acuña la famosa expresión de “predicar en pobreza”…

Y si estos gestos nos son inasequibles a nosotros o nos parecen desorbitados, atendamos solo a la dirección que señalan. Y volveremos a encontrarnos con la sobriedad compartida y con el grito del evangelio: “¡ay de los ricos” (aunque sean grandes futbolistas)! La pobreza (o el empobrecimiento) es la única fuente de verdadera solidaridad.

Sé que todo lo escrito son blasfemias. Espero poder contar con esa libertad de opinión que hoy permite blasfemar. Pero no estoy muy seguro: porque el problema no está en la blasfemia sino en contra qué dios se blasfema…

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