¿a quién se pide lo que se pide? 1 de mayo: vivir para ver

La ministra de trabajo y la de economía (que deberían ser las llamadas a responder a esa petición), reclamando lo mismo que los sindicatos...

Esa ley, a la que el lenguaje eufemístico del PP calificó de “reforma” en lugar de “deformación” laboral:

Negociación, salario y despido se resuelven todos a favor del Capital y en contra del trabajador. 

“Un principio enseñado siempre por la Iglesia es el principio de la prioridad del trabajo sobre el capital. Este principio se refiere directamente al proceso mismo de producción, respecto al cual el trabajo es siempre una causa eficiente primaria, mientras que el capital… es solo un instrumento” (Juan Pablo II, Laborem exercens 12)

La manifestación del pasado 1 de mayo dio otro ejemplo de ese “progreso burgués” a que nos tiene acostumbrados el PSOE. Ya otra vez hablé por aquí de la necesidad de ir “más allá de la izquierda burguesa”, parodiando un título  de J. B. Metz (“Más allá de la religión burguesa”).

En aquella manifestación marchaban todos los sindicatos con tres reivindicaciones, la segunda de las cuales era acabar con la nefasta ley rajoyana de reforma laboral. Parece que una demanda de ese tipo, tan justa además, va dirigida al gobierno del país. Pero resulta que el gobierno no puede atenderla.

¿Por qué? Pues porque seis ministros del gobierno estaban manifestándose también para pedir eso mismo. Allí pudimos ver a la ministra de trabajo y a la de economía (que deberían ser las llamadas a responder a esa petición), reclamando lo mismo que los sindicatos. A lo mejor es que los del  gobierno querían pedirle eso mismo... a san José Obrero. Pero no parece: porque este gobierno es poco partidario de esa superstición de los santos milagreros. Quizá se lo pedían solo al presidente Sánchez que no iba en la manifestación...

Sea como sea, no vendrá mal recordar algunos detalles de esa ley, a la que el lenguaje eufemístico del PP calificó de “reforma” en lugar de “deformación” laboral:

- Los convenios colectivos se inutilizan: el empresario ya no está obligado a atenerse a ellos. Más aún:

- La empresa puede bajarte el salario de manera unilateral, alegando razones de competitividad. Además:

- Se puede despedir aunque no haya pérdidas: solo si en el trimestre equivalente del año anterior se habían obtenido mejores resultados. Y también cabe un despido “preventivo” para afrontar una posible crisis.

- El despido improcedente tendrá una compensación de solo 33 días por año (antes eran 45), con un tope de 24 mensualidades cuando antes eran también 45. Y encima:

- Los Expedientes de regulación de empleo (ERE) ya no necesitan permiso de la administración. Se amplían sus causas. Y toca al trabajador demostrar que un despido es improcedente. Pero en caso de que gane y opte por pedir una indemnización, no cobrará los salarios de los días de tramitación del pleito.

- Todo el modelo se basa en una contratación temporal salvaje.

O sea que negociación, salario y despido se resuelven todos a favor del Capital y en contra del trabajador. Y eso lo mantiene hoy un partido que se llama “socialista” y “obrero” (y me temo que tiene tanto de eso como su oponente tiene de “popular”).

Pero al menos quedará el refugio del subsidio de paro ¿no? Pues vea usted mismo:

- Un empresario que contrate a un parado que cobraba el subsidio, tendrá un beneficio del 50% de la cuota de ese subsidio. ¿Quién contratará entonces a parados sin subsidio que son los que más necesitan el trabajo? Y además:

- Se puede obligar a parados que cobran subsidio de paro, a trabajar gratis en la administración pública (lo que lógicamente implicará despedir a otros)…

Si esto es socialismo, que venga Pablo Iglesias (el que está en el cielo, no el otro) y lo vea. Si esto es verdadero progreso que venga Hegel (aquel que descubrió que las calzadas de nuestro progreso están construidas sobre cadáveres de víctimas) y lo confirmará.

Y por si no baja Pablo Iglesias, recordaremos la enseñanza de un papa que es blasón de todos los conservadores: “Un principio enseñado siempre por la Iglesia es el principio de la prioridad del trabajo sobre el capital. Este principio se refiere directamente al proceso mismo de producción, respecto al cual el trabajo es siempre una causa eficiente primaria, mientras que el capital… es solo un instrumento” (Juan Pablo II, Laborem exercens 12). Y antes (LE 7) había dado otra razón de esa prioridad: un ser humano “no puede ser tratado a la par de todo el complejo de los medios materiales de producción, como un instrumento y no según su verdadera dignidad”. Nuestro sistema hace al revés: da “personalidad” al capital; y convierte la persona trabajadora en “cosa”.

A lo mejor, por eso son tan anticristianos algunos psociatas. Vaya usted a saber. Aunque en vez de citar a Juan Pablo II podíamos haber evocado todo lo que decía el PSOE cuando estaba en la oposición y el gobierno antipopular aprobó esa ley: “atenta contra el sistema democrático y es inconstitucional”…

Por lo visto, lo único constitucional en este país es que gobierne yo.

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