"Se trata pues de exigir a la izquierda que sea más coherente y más radical" Todos somos trans...

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"La izquierda que se cree tan radical siempre se queda corta en su radicalidad. Esto es lo que está pasando con la llamada ley trans"

"La naturaleza no es madre sino tirana. Y eso se ha de acabar"

La frase de Nietzsche en el Ecce homo: “hazte aquello que eres” se queda muy corta. “Hazte aquello que quieres” habría que decir.

La izquierda que se cree tan radical siempre se queda corta en su radicalidad. Esto es lo que está pasando con la llamada ley trans como ahora veremos.

El núcleo de la ley parece estar en que no existe un sexo dado por la naturaleza sino una identidad sexual elegida por cada individuo. Es un canto a la libertad: si no hay un Dios que esté por encima de nosotros ¿cómo va a haber una naturaleza por encima de nosotros? Igual que pasó antes con Dios, la naturaleza no es madre sino tirana. Y eso se ha de acabar. Por eso el artículo tercero de la ley trans nos dice que no existe el sexo que nos da la naturaleza, sino la identidad sexual que uno se da: “la vivencia interna e individual del sexo, tal y como cada persona la siente y autodefine; pudiendo o no corresponder al sexo asignado al nacer” (significativo adjetivo que alude solo a un nombre y no a una realidad).

Eso es libertad plena: como ya dijo Sartre, la existencia precede a la esencia. Y aunque al final de su vida Sartre abdicara de eso y declarase que existe la ética, incluso agradeciendo al judaísmo esta aportación a la historia humana[1], ese era el Sartre viejo que ya chocheaba, y no hay que tenérselo en cuenta. La frase de Nietzsche en el Ecce homo: “hazte aquello que eres” se queda muy corta. “Hazte aquello que quieres” habría que decir.

Ley TRans

Pero aquí es donde la revolución de la izquierda se queda también corta: ¿por qué hablar solo de identidad sexual si las personas somos mucho más que sexo? Ya nos están poniendo otra vez limitaciones naturales: la ley debería hablar de identidad animal: “la vivencia individual de la animalidad tal y como cada cual la siente, pudiendo o no corresponder a la animalidad asignada al nacer”. Por tanto: si yo quiero ser elefante ¿quién me lo impide aunque no tenga trompa? También Lucía (de quien hablaré después) ha querido ser varón aunque no tenía testículos. Y si yo quiero ser león ¿quién me lo impide, aunque al nacer se me asignara identidad humana? De esta manera, además, no es solo que en el DNI no conste el dato de sexo (como dicen que pide Podemos) sino que muchos no necesitarían DNI.

Se trata pues de exigir a la izquierda que sea más coherente y más radical. Sin negar que, ya como está hoy, la ley tiene algunas ventajas que intentaré explicar ahora.

Con esta ley se acabará definitivamente el problema (hasta hoy insoluble) de la violencia machista. A lo mejor, quien mata a su pareja no es un macho sino que “se siente y se autodefine” como mujer; a lo mejor la víctima no era una mujer sino que se sentía y se autodefinía como varón. Y lo que tendríamos en esos casos es más bien una violencia homosexual o incluso quizás una violencia femenina: ya no machista. En cualquier caso, esa violencia eufemísticamente llamada “de género” quedaría bastante reducida.

Algunas mujeres importantes han expresado el temor de que esa ley trans sea perjudicial para el feminismo por aquello de que no se sabe bien quién es mujer, ni consta eso en el DNI. Pero es al revés: porque a las feministas les irá muy bien tener entre ellas gentes con un par de huevos y una musculatura aguerrida, para acabar con ese machismo fundado solo en la fuerza física.

El único inconveniente que yo veo es lo ocurrido a la pequeña Lucía que anda ahora por sus trece. Había tenido una primera menstruación inoportuna e inesperada; y las siguientes reglas fueron algo incómodas. Decidió entonces que quería ser varón para no padecer más la regla. Y pidió a su madre (con la que vive) que cuando le hicieran el DNI constara como varón. Pero va y, a pesar de esa decisión tan firme, al mes siguiente volvió a tener la regla. Le explicaron entonces que, si no quería tenerla, eso también era posible ¡faltaría más!: solo habría que hacerle una operación en la que le quitarían matriz y ovarios. Pero como Lucía vive en Madrid, esa operación habría de hacerse por la sanidad privada y le costaría algo más de dos ovarios… Y ahí está la pobre chavala entre el miedo al quirófano, el que su madre no puede pagar semejante operación y la sospecha de que, a lo mejor, cuando sea mayor le apetece tener un hijo…

Ley Trans

Pero bueno: eso son cosas que ya irá solventando la ciencia. De momento lo importante es esa conciencia de que no hay nada por encima de mí y de que hay que liberarse de la naturaleza: libertad significa que mi ser supremo soy yo. Que ya lo dijo hace siglo y medio el sabio Zaratustra de Nietzsche: “si hubiera un Dios ¿cómo soportaría no serlo yo?”

 (N.B. Si ahora hubiera que hablar en otro lenguaje, cabría decir que lo más trágico de todo este tema es que el enorme problema de las gentes transexuales, fuente de tanto dolor, merecedor de tanto respeto y a las que habría que ayudar hasta el máximo, está siendo utilizado por unas presuntas izquierdas para, en lugar de respetar la excepción (que confirma la regla), convertir la excepción en regla y aprovecharse así de ella. Pero bueno: esos escrúpulos son cosas de quienes todavía creen en una ética distinta del egoísmo).

[1] En una entrevista que ocupó tres números de Le Nouvel Observateur. Allí decía: “es en la religión judía donde está el comienzo de la existencia de los hombres unos para otros”. La comenté un poco más en un diálogo con Josep Ramoneda en el nº 237 (2009) de la revista Iglesia Viva.

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