Mediadora divina de sanación/salvación: La hemorroísa

Mediadora divina de sanación/salvación: La hemorroísa
Mediadora divina de sanación/salvación: La hemorroísa

Elisa Estevez nos habla de la mujer que padecía flujos de sangre. La situación límite, dolorosa y desgraciada a la que la enfermedad había arrojado a esta mujer (doce años enferma y sintiéndose cada día peor porque los tratamientos no funcionaban, arruinada de tanto pagar a los médicos y sola, sin familia cercana que la acompañe) no la deja postrada, ni paralizada. Al contrario, se abre para ella un espacio de búsqueda confiada y libre, de lucha esperanzada, de reconocimiento de sus propias capacidades, de encuentro con el tú diferente, de aprendizaje de la experiencia, aunque pruebe el fracaso.

La_Hemorroisa
La_Hemorroisa Silvia Martínez Cano

La mujer se adentra en una dinámica de proceso, lo que significa que la mujer se habría parado a valorar sus intentos de curarse y los errores en la identificación de lo que podía ayudarle y quién podía hacerlo. La fuente que la anima a seguir adelante brota de su propio corazón, allí donde ella sabe/saborea (del latín sapere) su deseo de ser sanada y salvada (significado del verbo sozô que ella utiliza para expresar lo que la mueve desde el principio a buscar entre distintos sanadores hasta llegar a Jesús). No se asusta porque no haya acertado desde el primer momento, al contrario, sigue haciendo su proceso. Va tomando decisiones en lo concreto y verificable, y así va forjando su propia identidad personal: no doliente pasiva, sino mediadora de sanación/salvación.

Descubrimos a una mujer itinerante, a quien el deseo la mueve. Un deseo que, en realidad, es una llamada, una vocación: “vive en plenitud”. Esa llamada es la que la pone en movimiento y la guía después entre las dificultades y los sufrimientos que va a encontrar a su paso. En la itinerancia no todo es fácil y hay rupturas que hacer, riesgos que correr (como quedarse arruinada: “había gastado todos sus bienes”, Mc 5,26). En su itinerario descubrimos, además, a la mujer con flujo de sangre con creatividad, es decir, con capacidad de explorar distintas alternativas y ensayarse en procesos de reflexión y discernimiento, una mujer que se sitúa siempre “en salida” y no pacta con lo dado, lo de siempre. Pero, también una mujer con constancia que no se retira ni en la adversidad, ni en el fracaso, y es capaz de adaptarse: prueba a curarse con los médicos, verifica lo que sucede (empeora a pesar de que lo ha intentado con varios médicos), aprende de ello (deja de insistir con los profesionales de la salud), y entonces se decide a intentar una nueva vía (“habiendo oído hablar de Jesús, se dirige a él).

Verónica o Berenice, como la llama algún temprano escrito apócrifo cristiano (Actas de Pilatos), no se presenta como una persona enferma que pide su salud, ni nadie lo hace por ella, ni se considera impura o desviada, sino que, decidida, libre y responsabilizándose de sí misma, se acerca por detrás de Jesús y tocándole experimenta el restablecimiento de su cuerpo enfermo. Ha cambiado la estrategia. Aproximándose a Jesús ha optado por la proximidad y la cercanía con Él como medio de curación, dejando atrás los remedios y medicinas que los médicos le ofrecían. Si antes se había apoyado en medios externos, ahora opta por el encuentro en primera persona (yo y tú).

Conectada consigo misma, cordialmente consciente de su vulnerabilidad y su fuerza, sabe lo que necesita, lo tiene en cuenta y se pone a buscar quién puede ayudarla, sin que eso signifique renunciar a ella misma. Es una mujer que está en pie, erguida y profundamente conectada con sus fuentes internas. No teme, por tanto, disolverse ni confundirse en el encuentro con el tú diferente. Más que como doliente la descubrimos como agente de salud que sabiendo lo que la pasa, provee lo necesario para su curación. Es decir, estamos ante una mujer que fluye con salud en medio de una situación de adversidad: tiene una gran consciencia de sí misma y pone todas sus capacidades al servicio del objetivo que persigue: “se decía a sí misma: si logro tocar, aunque sólo sean sus vestidos, sanaré/me salvaré” (Mc 5,28). El sufrimiento no tiene la última palabra, sino su apuesta por la V/vida. Es conscientedel poder de significar que tiene, decide qué hacer con él y transforma ese poder en acción haciéndoseresponsable de ello. Defiende su vida con audacia y valentía, anhela la salvación como plenitud de su ser y la busca sin cansarse hasta llegar a Jesús.

Si quieres seguir leyendo sobre los procesos de sanción/salvación puedes encontrar la continuación de este texto en el libro de Elisa Estevez "La mujer que tocó a Jesús" en la editorial San Pablo https://libreria.sanpablo.es/libro/la-mujer-que-toco-a-jesus_227477 . La autora te llevará por los aspectos antropológicos, corporales y teológicos que empoderan nuestro cuerpo y nos convierten en mediadoras/es de sanción y salvación.

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