"No hay Iglesia de Jesucristo sin el Papa, sea quien fuere" José Cobo, en su primera misa en la iglesia de Montserrat: "Un cardenal no toma posesión; se expropia al servicio de los demás"

José Cobo, en su primera misa en la iglesia de Montserrat
José Cobo, en su primera misa en la iglesia de Montserrat

"No puedo dejar de expresar mi agradecimiento y comunión con el Papa Francisco que me ha encomendado este servicio que se hace patente con la presencia de todos vosotros"

"Es en la realidad dónde tenemos que vivir. Es la que nos rodea, la que llevamos en el corazón, la que nos provoca,  como a Job en la primera lectura. La realidad es en verdad un auténtico lugar de Dios"

"Así queremos que sea la Iglesia: la que entra en las casas, la que toca, sana y levanta de manera personalizada, la que hace que tanta gente postrada recupere la dignidad y el protagonismo y se sienta miembro activo y corresponsable, sirviendo hasta en lo más pequeño"

Invita a abrir tres puertas: obediencia, servicio-escucha y construcción de la Iglesia con unidad y comunión afectiva y efectiva

El cardenal José Cobo  tiene el don de hablar desde el corazón y con un lenguaje claro, sencillo, directo y nada clerical. Quizás por eso empatiza y su mensaje llega, como hizo hoy, en su 'no toma de posesión' de la iglesia que, como diaconía, le corresponde en Roma: Sta. María de Montserrat de los Españoles.

Tras recordar los momentos culminantes de su 'creación' cardenalicia y dar las gracias al Papa Francisco por ello, aprovechó la lectura de Job, para invitar a vivir en la realidad, que "es en verdad un auténtico lugar de Dios". Y, en la realidad del mundo actual, con sus luces y sus sombras, es donde tiene que encarnarse la Iglesia: "la que entra en las casas, la que toca, sana y levanta de manera personalizada, la que hace que tanta gente postrada recupere la dignidad y el protagonismo y se sienta miembro activo y corresponsable, sirviendo hasta en lo más pequeño".

Y el arzobispo de Madrid concluyó su homilía invitando a todos a abrir en la vida personal y pastoral tres puertas. La puerta de la obediencia; la del servicio, que pasa por la escucha de las diversas sensibilidades e, incluso, de los discrepantes; y la de la construcción de la Iglesia, que pasa indefectiblemente por la unidad y la "comunión afectiva y efectiva con Pedro".

Campaña en defensa del Papa: Yo con Francisco

Homilía en el Inicio Del Ministerio en Santa María De Montserrat De Los Españoles

Cuando el Papa coloca el birrete al nuevo cardenal, lo primero que nos recuerda es que cuanto sucede a un miembro de la Iglesia, sucede a todo el pueblo de Dios y que cada gesto singular es una llamada para todos. Por eso, esta mañana no nos reunimos para un acto protocolario, sino para una celebración de toda la Iglesia que tiene como centro a Cristo que es quien la construye.

Al imponer el birrete el Santo Padre dice: «(es) rojo como signo de la dignidad del oficio de cardenal y significa que estás preparado para actuar con fortaleza, hasta el punto de derramar tu sangre por el crecimiento de la fe cristiana, por la paz y armonía entre el pueblo de Dios, por la libertad y la extensión de la Santa Iglesia Católica Romana». Esta es la misión.

Después, entrega la Bula de Creación de Cardenales, que asigna un título, esto es una diaconía o servicio, una tarea como signo de la participación en el cuidado pastoral del Papa. Y, a continuación, coloca el anillo cardenalicio: un vínculo, una alianza con la Sede apostólica de Pedro. Luego, se prolonga esta alianza con un abrazo. Primero con el Santo Padre, seguidamente con los hermanos cardenales y, finalmente, con el pueblo de Dios en lo que se llama calore, saludo de afecto y expresión de ayuda con el corazón y la oración.

Hoy, tras esa emotiva celebración hace unos meses, nos reunimos para celebrar mi primera Eucaristía en la Iglesia de Sta. María de Montserrat de los Españoles a la que quedo vital y entrañablemente vinculado. No puedo dejar de expresar mi agradecimiento y comunión con el Papa Francisco que me ha encomendado este servicio que se hace patente con la presencia de todos vosotros.

Cobo, en la iglesia de Montserrat



Como siempre, ante el pueblo reunido, la Palabra de Dios nos ilumina, nos alimenta y nos interpela.

Es en la realidad dónde tenemos que vivir. Es la que nos rodea, la que llevamos en el corazón, la que nos provoca,  como a Job en la primera lectura. La realidad es en verdad un auténtico lugar de Dios. Por eso, no podemos ocultar el sufrimiento, ni permanecer insensibles ante el dolor y las necesidades de la gente que nos encontramos en el camino de la vida. El libro de Job, que se escribe bajo la experiencia frustrante del destierro de Babilonia, sólo empezará a descubrir razones para la esperanza cuando el pueblo pase del runrún de un monólogo amargo y autocentrado en sus desdichas,  a un diálogo franco y directo con Dios, quien, en discreto silencio, lo sostiene todo.

Jesús no filosofa sobre el mal. Directamente lo combate. Jesús da luz, visibiliza lo pequeño y pone en valor lo cotidiano como lugar de la intervención de Dios. Por eso hoy nos pide  ir con Él  y dejar que nos enseñe a entrar sin temor en todas las casas,  y aprender a seguirle especialmente en todo en lo pequeño y cotidiano.  De manera especial nos envía a levantar a los postrados, y a llevarles su consuelo con su  especial habilidad de maestro: la de “colocar en el centro” a quien necesita de su presencia. Así queremos que sea la Iglesia en el mundo: la que entra en las casas, la que toca, sana y levanta de manera personalizada, la que hace que tanta gente postrada recupere la dignidad y el protagonismo y se sienta miembro activo y corresponsable, sirviendo hasta en lo más pequeño. Haciendo cada uno y cada una lo que sepa hacer.

Para Jesús las circunstancias concretas e irrepetibles de cada persona importan. Por eso, no nos llama a crear un sistema de normas cerrado en un reglamento inflexible, sino a caminar juntos respondiendo compasivamente a la realidad que se esconde tras cada puerta.

Cobo, en la iglesia de Montserrat

En este sentido  no suele prestarse atención al detalle no casual de que la curación de la suegra de Pedro acontece en sábado, al salir de la sinagoga. Tampoco podemos pretender tener todas las respuestas últimas y definitivas a cada uno de los problemas que nos encontramos en la vida. El Señor, vencedor sobre el mal, el pecado y la muerte, nos posiciona en este hospital de campaña que es la Iglesia. Aquí  nos invita a accionar la llave del tesoro que portamos  mediante la misericordia, la búsqueda sinodal de la verdad, el amor y la entrega generosa de la propia vida. Siempre con el Evangelio como brújula irrenunciable y el Espíritu por delante, pero sin esperar que se nos predetermine al detalle la hoja de ruta.

Hoy nos acercamos a esta Iglesia de Santa María de Montserrat de los Españoles a “tomar posesión”, como decimos coloquialmente. Me duele que ese lenguaje cale y se quede en el corazón. Cristo no nos llama a poseer nada, sino a acoger la suprema pobreza que es apoyarse solo en Él. Un cardenal nunca podrá tomar posesión, porque podría sonar a la pretensión de apropiarse de algo. Un sacerdote no toma posesión. Más bien se expropia al servicio de los demás.  Nos ayuda recordar que esta Iglesia en la que inicio mi ministerio tuvo como fin principal servir de lugar de acogida y hospitalidad a los peregrinos españoles en Roma, especialmente a los pobres y enfermos. Sin ellos no hay camino.

Es Cristo quien toma posesión porque hoy queremos que habite más en nosotros y sea su camino el que transitemos . Y siempre lo hace del único modo que sabe, como hemos escuchado en el evangelio: curando, orando, sanando a los postrados.  Esa es la única “toma de posesión” posible a la que somos convocados esta mañana.   

Por eso, para que Cristo sea más en nosotros, para que la misión se desarrolle, creo que podemos abrir tres pequeñas puertas, como las que abre Jesús para entrar en cada casa. Son puertas que nos pueden ayudar a ser fieles a la misión recibida como seminaristas, sacerdotes, cargos públicos, obispos, cardenales o laicos.

En primer lugar, os ofrezco abrir la puerta de “la obediencia”. Una obediencia  pobre y confiada al Señor. Yo nunca pensé, ni de lejos, estar hoy aquí; pero la obediencia a Dios nos pone en estos misteriosos disparaderos.

Cobo, en la iglesia de Montserrat



“¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio”. (1Cor 9, 16-17)

Cuando uno dice “sí” a Dios, le entrega sus propios planes y proyectos. Vivo este momento con sorpresa pero como obediencia a la voluntad de Dios en mi vida. Porque se en lo hondo de mi corazón que ha sido él quien me ha elegido para este ministerio. Y me presento con humildad y consciente de mi pequeñez, pero dependiendo de vosotros. Os invito a que hagamos todos lo mismo: abrir las puertas a la novedad de Dios y renunciar a nuestros propios deseos para apoyarnos unos en otros. Jesús no elige su propio camino. Su camino es el de la obediencia filial al Padre.  



Os invito a traspasar la puerta de “la experiencia del servicio” como entrega.
La suegra de Pedro “se puso a servirles”, así inaugura la síntesis de dos dimensiones básica: la del discipulado y la del servicio. Pero para servir hay que escuchar y acoger primero. Solo así atenderemos al estilo del Evangelio y no al nuestro.  Implicar oír demandas, entender las distintas sensibilidades, percibir las resistencias y tratar de armonizarlo todo. Y hoy el Señor habla a través de cada persona que pasa a nuestro lado. También nos llama a escuchar las llamadas del diferente, de quien pueda mantener discrepancias con cada uno de nosotros:  también a ellos nos ha enviado el Señor. Deseo que nadie en nuestra Iglesia se sienta discriminado y fuera de lugar. Nadie por su origen, por su lengua, por su sexo, por su ideología política, puede quedar al margen de la Iglesia, ni de ninguna parroquia ni realidad eclesial.

San Pablo, que no sabía de púrpuras nos recuerda en la segunda lectura: “Me he hecho esclavo de todos […]. me he hecho débil con los débiles […], me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos. Y todo esto lo hago por el Evangelio”. Por eso la recompensa para el discípulo es el privilegio de poder servir al evangelio y a los postrados por cualquier forma de sufrimiento.



Os ofrezco la puerta de la tarea de “ayudar a construir la Iglesia”.
Es el Espíritu Santo quien construye la Iglesia y consolida su unidad. Lo hace teniendo como base la única piedra angular que es Jesucristo. Pedro es piedra en cuanto fundamento visible de la unidad de la Iglesia. Y cada bautizado está llamado a ofrecer a Jesús su propia fe, pobre, pero sincera, para que Él pueda seguir construyendo su Iglesia hoy.

Ser uno es condición de posibilidad para que todos crean como nos legó el mismo Jesús (cf. Jn 17,21 ). Ello es imposible sin una Iglesia unida. Y, a su vez, la unidad sólo es posible cum Petro et sub Petro. Para ello retomemos nuestra acogida al Papa y no solo como una cuestión formal y disciplinar sino como gustaba decir a Santa Catalina de Siena: queriendo tiernamente al Papa, "il dolce Cristo in terra". [1] Comunión afectiva y efectiva con el sucesor de Pedro. La razón no es otra que, en palabras del teólogo Joseph Ratzinger, “la comunión con el Papa es comunión con la totalidad, sin la cual no se puede dar la Comunión con Cristo“.[2] 

Por tanto, en un mundo donde toda autoridad es cuestionada, donde andamos faltos de referencias incluso en la familia -las figuras paterna y materna se diluyen y ausentan, donde campa el desarraigo y nos caracteriza la “gran desvinculación” (Z. Bauman), la figura de Pedro nos cohesiona, agranda y visibiliza la verdad evangélica y apostólica.  Desde una fiel adhesión y sinodal con que nos confirma en la fe (Cf. Lc 22,32), seremos más creíbles y, sobre todo, nos identificaremos con la Iglesia de Jesús. No hay Iglesia de Jesucristo sin el Papa, sea quien fuere.



No puedo olvidar que, en ese pequeño diario que es el evangelio de hoy, la jornada concluye destacando un aspecto fundamental para cualquier cristiano. Jesús no se deja seducir por el éxito aparente. “Todo el mundo de busca”. La tarea apasionante del anuncio de la salvación a nuestros hermanos será baldía si no se nutre de la fuente. Por eso, el Señor, “cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, se fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración”. Y de la oración, de nuevo a la misión. Discípulos y misioneros.  Solo esa fuerza de lo alto le permite ponerse de nuevo en marcha y comenzar otra jornada con actitud ilusionada: “Vayamos a otra parte…pues para eso he salido”.

Queridos hermanos y hermanas: “Vayamos a otra parte ahora“. Que Dios nos ayude a estar siempre dispuestos a salir de nuestras seguridades y a nutrirnos del pan de la Palabra y el Pan de la Eucaristía. Que el Señor me auxilie en este servicio al Papa y a la Iglesia y que Santa María de Montserrat de los Españoles interceda siempre por nosotros y nos ayude a participar en los bienes del Evangelio.  

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