"como símbolo de la luz que Dios ha encendido aquí por medio de san Chárbel, he traído como regalo una lámpara" El Papa pide a San Charbel "comunión y unidad" para la Iglesia y "paz para el Líbano y para todo Oriente Próximo"
"Doy gracias a Dios por haberme concedido venir como peregrino a la tumba de san Chárbel"
"¿Cuál es el legado de este hombre que no escribió nada, que vivió oculto y silente, pero cuya fama se extendió por todo el mundo? Me gustaría resumirlo así: el Espíritu Santo lo moldeó para que enseñara la oración a quienes viven sin Dios, el silencio a quienes habitan en medio del bullicio, la modestia a quienes viven para aparentar y la pobreza a quienes buscan las riquezas"
"Hermanas y hermanos, hoy queremos confiar a la intercesión de san Chárbel las necesidades de la Iglesia, del Líbano y del mundo. Para la Iglesia pedimos comunión, unidad"
"Y para el mundo pedimos paz. Especialmente la imploramos para el Líbano y para todo Oriente Próximo"
"Hermanas y hermanos, hoy queremos confiar a la intercesión de san Chárbel las necesidades de la Iglesia, del Líbano y del mundo. Para la Iglesia pedimos comunión, unidad"
"Y para el mundo pedimos paz. Especialmente la imploramos para el Líbano y para todo Oriente Próximo"
Después de alabar ayer, antes las autoridades, "el compromiso y el amor por la paz" del Líbano, León XIV inició su segundo día de estancia en el país con una visita a San Charbel, el más famoso y milagroso del país y agradeció a Dios "por haberme concedido venir como peregrino a su tumba".
Y, ante su tumba, habló del legado "de este hombre que no escribió nada, que vivió oculto y silente, pero cuya fama se extendió por todo el mundo": oración, silencio, modestia y pobreza.
Tras reconocer el legado de San Charbel, el Papa puso a los pies del santo libanés sus 'dos obsesiones': "Comunión y unidad para la Iglesia" y "paz para el mundo, especialmente para el Líbano y para todo Oriente Próximo".
En el trayecto del papamóvil desde la Nunciatura al monasterio de Annaya, miles de personas en las aceras para saludar al Papa, el único líder del mundo que les trae un abrazo de paz y esperanza y les invita ser "bienaventurados los que trabajan por la paz".
En lo alto de la colina de Annaya, a 1.200 metros de altura, con el mar al fondo y rodeado de una naturaleza espléndida repleta de cedros, el Papa es recibido por el abad del monasterio maronita, entre le fervor de la multitud que le aclama.
Nada más pisar el monasterio, el Papa se dirigió a la capilla de San Charbel, donde se recogió en oración y, al finalizar encendió la lámpara que el propio Papa regala, para que brille ante la tumba del santo libanés.
Texto íntegro del discurso papal
Queridos hermanos y hermanas:
Agradezco al Superior General sus palabras y su hospitalidad en este hermoso Monasterio de Annaya. La naturaleza que rodea esta casa de oración nos atrae también con su austera belleza. Doy gracias a Dios por haberme concedido venir como peregrino a la tumba de san Chárbel. Mis predecesores —especialmente san Pablo VI, que lo beatificó y canonizó— lo habrían deseado mucho.
Queridos hermanos, ¿qué nos enseña hoy san Chárbel? ¿Cuál es el legado de este hombre que no escribió nada, que vivió oculto y silente, pero cuya fama se extendió por todo el mundo? Me gustaría resumirlo así: el Espíritu Santo lo moldeó para que enseñara la oración a quienes viven sin Dios, el silencio a quienes habitan en medio del bullicio, la modestia a quienes viven para aparentar y la pobreza a quienes buscan las riquezas. Son todos comportamientos a contracorriente, pero precisamente por eso nos atraen, como el agua fresca y pura atrae a quien camina por el desierto. En particular, a nosotros, obispos y ministros ordenados, san Chárbel nos recuerda las exigencias evangélicas de nuestra vocación. Sin embargo, su coherencia, tan radical como humilde, es un mensaje para todos los cristianos.
Y luego, hay otro aspecto que es decisivo: nunca dejó de interceder por nosotros ante el Padre celestial, fuente de todo bien y de toda gracia. Ya desde su vida terrena, muchos acudían a él para recibir del Señor consuelo, perdón y consejo. Tras su muerte, todo esto se multiplicó y se ha convertido en un río de misericordia. También por eso, cada 22 del mes, miles de peregrinos acuden hasta aquí desde diferentes países para pasar un día de oración y descanso del alma y del cuerpo.
Hermanas y hermanos, hoy queremos confiar a la intercesión de san Chárbel las necesidades de la Iglesia, del Líbano y del mundo. Para la Iglesia pedimos comunión, unidad; empezando por las familias, pequeñas iglesias domésticas, y luego en las comunidades parroquiales y diocesanas; y también para la Iglesia universal. Comunión, unidad. Y para el mundo pedimos paz. Especialmente la imploramos para el Líbano y para todo Oriente Próximo. Pero sabemos bien —y los santos nos lo recuerdan— que no hay paz sin conversión de los corazones. Por eso, que san Chárbel nos ayude a orientarnos hacia Dios y a pedir el don de la conversión para todos nosotros.
Queridos hermanos, como símbolo de la luz que Dios ha encendido aquí por medio de san Chárbel, he traído como regalo una lámpara. Al ofrecerla, encomiendo a la protección de san Chárbel al Líbano y a su pueblo, para que caminen siempre en la luz de Cristo. Gracias a Dios por el don de san Chárbel. Gracias a ustedes que conservan su memoria. ¡Caminen en la luz del Señor!
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