Goles, lágrimas y oración: Messi mira al cielo y dice que “sin Dios no habría llegado a ninguna parte”
Messi proclama su fe
“Doy gracias a Dios cada día de mi vida, no solo por todos los resultados que me ha dado a nivel profesional y personal, sino también por todo lo demás… gracias a Él lo tengo todo y estoy muy agradecido”
La historia de Lionel Messi no se entiende solo en clave de talento y estadísticas, sino también de fe, gratitud y heridas sanadas. A los 38 años, convertido en el futbolista más laureado de la historia y campeón ahora también en la Major League Soccer con el Inter Miami, el argentino mira hacia atrás y no se queda sólo en los trofeos: “Siempre he dicho que Dios me ha hecho un regalo, me ha elegido”, confiesa.
Y añade: "Tenía talento, pero a lo largo del camino hice muchos sacrificios para reforzar el don que había recibido. Estoy agradecido a Dios porque Él me ha dado lo más importante".
Messi: talento, sacrificio y oración
El artículo de Antonio Giuliano en Avvenire presenta a un Messi maduro, que no presume de sus 45 (o más) títulos, de sus 35 goles y 24 asistencias esta temporada en Estados Unidos, ni de sus más de 400 asistencias totales, récord absoluto por delante de Pelé y Puskas. Prefiere subrayar la raíz de su éxito: “Sin Dios no habría llegado a ninguna parte”.
Criado en una familia católica, explica: “Siempre hablo con Dios, le doy las gracias, le pido todo, por el bienestar de mi familia, de mis seres queridos”. Tras ganar el Mundial de 2022 ya había sintetizado su espiritualidad con la misma sencillez: “Doy gracias a Dios cada día de mi vida, no solo por todos los resultados que me ha dado a nivel profesional y personal, sino también por todo lo demás… gracias a Él lo tengo todo y estoy muy agradecido”.
De la fragilidad al mito
El texto recuerda al niño de Rosario apodado “La Pulga”, más pequeño que todos, con un déficit de la hormona del crecimiento que su familia obrera y su club, Newell's, no podían costear. “Era más pequeño que todos los demás jugadores del campo, tan pequeño que los médicos me recetaron hormona del crecimiento…”, relata Messi.
El Barcelona se cruza entonces en su camino y le ofrece hacerse cargo del tratamiento, si se muda a España. "Esa decisión fue difícil, pero muy rápida. No lo dudé, pero quizás no entendía bien lo que significaba dejar mi país, mi gente, mis amigos... Lloraba todo el tiempo".
Su memoria vuelve una y otra vez a los orígenes: un niño de 4 o 5 años que “ya caminaba con el balón”, los primeros partidos con hermanos y primos mayores, la abuela que insistió para que lo dejaran jugar con chicos del 86 cuando faltaba uno, y a la que el entrenador dijo que estaba “loca”, porque era demasiado pequeño.
“Sin embargo, jugué, hice cosas buenas y al final mi abuela dijo que me compraran unas botas, porque a partir de la semana siguiente me llevaría a los entrenamientos. Y ahí empezó todo”. Desde entonces, cada vez que marca, levanta los brazos al cielo para recordarla y tatuó el rostro de Jesús en su brazo derecho, como firma discreta de la fe que lo acompaña.
Familia, raíces y gratitud
Giuliano subraya en el Avvenire que ningún trofeo compite con la prioridad de Messi: su familia. Casado desde 2017 con Antonela Roccuzzo, se presenta como un padre “atento y reservado” con sus tres hijos, Thiago, Mateo y Ciro. No olvida sus raíces italianas –su tatarabuelo Angelo Messi era de Recanati antes de emigrar a Argentina– ni la pobreza inicial, y prolonga la memoria de los propios orígenes a través de la fundación con la que hoy ayuda a niños de todo el mundo. Pasión, humildad y tenacidad son, según el artículo del periódico italiano, “la otra cara de un campeón que sigue mirando al cielo, feliz y agradecido por el talento que ha recibido”.