Los reyes del fútbol también caminan hacia Belén Messi, Teología del pueblo y moralina burguesa (Parte I)

Messi, Teología del pueblo y moralina burguesa (Parte I)
Messi, Teología del pueblo y moralina burguesa (Parte I)

Los reyes del fútbol también caminan hacia Belén

¿En qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales - Eduardo Galeano

El fútbol ocupa un lugar importante en la realidad, … aunque lo ignoren los ideólogos que aman a la humanidad, pero desprecian a la gente. Para los intelectuales de derecha, el fútbol suele no ser más que la prueba de que el pueblo piensa con los pies; y para los intelectuales de izquierda, el fútbol suele no ser más que el culpable de que el pueblo no piense.

El proceso “civilizador” del sistema capitalista, ha resultado infructuoso al tratar de domesticar totalmente lo popular. Lo popular ha discurrido por cauces alternativos, distanciados y hasta marginales respectos la cultura oficial, institucionalizada.

La moralina sirve para justificar guerras, genocidios y torturas, camuflar canalladas de todo tipo y hacer invisible el hurto burgués sobre el producto del trabajo…miran a las clases populares como seres de otra dimensión inferior, como enemigos del “orden establecido” y del “progreso”…amenazados por la barbarie del pueblo con sus costumbres “incivilizadas”, entre ellas, el paradigma del fútbol.

Hoy, con Francisco, retorna al ímpetu evangélico de una Teología del pueblo que busca llegar a los miles de millones de pobres y su cultura, que viven en las periferias de este sistema que mata… Hoy, la evangelización de las periferias, cuya mayor parte son urbanas, es Teología del Pueblo o seguirá siendo sanata catecismera burguesa en declive.

Introducción de un arrepentido

Si hace algunas décadas atrás hubiera dicho algo a favor del fútbol, nadie me hubiera creído. Hoy me siento como aquellos ancianos que fueron los primeros en dejar sus piedras cuando Jesús dijo a la multitud que el “que no tuviera pecados que arrojara la primera” (Jn 8). Sí, he dejado las piedras que tenía para apedrear al fútbol y tengo una mirada más comprensiva de este fenómeno del que participan tantos millones con ilusión y sentimiento...ellos son amados y redimibles por la Misericordia divina, y como la pecadora del evangelio, son capaces de dar una lección a nuestra refinada cultura tecnocrática, porque “han amado mucho”. (Lc 7,47)

En este punto, siento que cargo con una disonancia cognitiva, un conflicto mental entre creencias que se contradicen entre sí: la del pueblo -compleja categoría socio-religiosa que uno que se dice cristiano no puede pasar por alto-y que cada día descubro más en la prédica de Francisco y en los iniciadores de la Teología del Pueblo: Gera, Scanone y tantos otros preocupados por tener una oreja en el Evangelio y otra en el pueblo. El otro término es la creencia en la racionalidad por la que fui formado, como todos, en la escuela, herramienta disciplinante proyecto civilizador productivista-consumista.

La racionalidad moderna y la fe

La modernidad ha sido unilateral al entronizar la razón racionalista y dejar afuera popular y lo sagrado. Hegel, el ícono del racionalismo, que dará pie a las ideologías totalitarias del s.XX, decía que “todo lo real es racional y todo lo racional es real”, con lo cual queda censurado como barbarie, todo lo que los racionalistas, que tengan el poder, no “racionalicen” oficialmente.

Pero si algo nos enseña tanto la metafísica tomista como la historia, es que “desiderium naturale nequit esse inane”, un deseo natural no puede ser inútil. Debido al descarte racionalista, la religiosidad se ha metamofoseado en realidades profanas como la política, la economía, la técnica, …y finalmente el fútbol; todas como nuevas formas de sacralidad secular.

El problema entonces, no sería renunciar a lo bueno traído por la modernidad aunque esté llena de soberbia por sus triunfos innegable. Tampoco la post-modernidad negacionista y sin historia sería una superación. Ésta sólo significa más de lo mismo, no se sale del vector racional-irracional y es un suicidio colectivo a corto plazo.

De más está decir, que la Iglesia del Vaticano II, brújula cristiana de estos tiempos, renunció a muchos falsos conflictos como éste para formular su identidad.  La esencia del cristiano no es ser anti (anti-moderno, anti protestante, etc) sino integrar poliédricamente desde Cristo, todas las cosas buenas y verdaderas, las semillas de la fe esparcidas por el mundo. Ha vuelto a restablecer el diálogo fe-razón que nunca debió haber perdido por el conflicto con la modernidad y protestantismo de hace quinientos años. Hoy, con Francisco, retorna al ímpetu evangélico de una Teología del pueblo que busca llegar a los miles de millones de pobres y su cultura, que viven en las periferias de este sistema que mata.

Cultura popular: la resistencia al mundo “feliz” de la modernidad

La cultura popular ha permanecido como un reservorio, no exento de errores, que resiste al proyecto civilizador racionalizador y totalitario de esta modernidad sesgada. Nadie mejor que Aldous Huxley ilustra esto en su novela “Un mundo Feliz”. En ella, existe una sociedad distópica donde todo está programado y controlado, pero ha dejado un “residuo humano”, reserva cercada donde viven las tribus de descartados de este sistema y son considerados “salvajes”.

La crítica de Huxley es que, para asegurar esa felicidad continua y universal, la sociedad debe ser manipulada por tecnócratas, la libertad es acotada al placer, el ejercicio intelectual de leer y pensar por sí mismo se considera inútil y la expresión emocional es anulada. Los ciudadanos de diseño biológico son “felices”, pero esta felicidad es artificial y «sin alma», toda tentativa de tristeza es combatida con drogas legales. La ciencia es usada para controlar los pensamientos y acciones de la gente (tecnocracia), porque todo ya está planeado para una sociedad racional y perfecta. Detrás de esto, Huxley ataca a la sociedad consumista y capitalista: el fundador legendario de tal sociedad sería Henry Ford, fabricante de coches y creador del sistema de la cadena de montaje. Ford era el héroe de esta sociedad. Hoy serían los popes tecnológicos del Silicon Valley. La letra T (una referencia al Modelo T de Ford) había reemplazado la Cruz cristiana como un símbolo cuasi religioso.

La cultura popular, busca consciente o inconscientemente preservar su identidad frente al programa disciplinante y de racionalidad sesgada. El programa racionalista lo dirige la burguesía dominante para afianzar su curso productivista-consumista a costa de los más pobres. Las clases inferiores escapan en la medida que pueden, desarrollando sus afectos e instintos. Son, de alguna manera, los “salvajes” que menciona Huxley sarcásticamente en su novela. Se mueven con mayor espontaneidad. Son más emocionales, instintivos y pasionales. El proceso “civilizador” del sistema capitalista, ha resultado infructuoso al tratar de domesticar totalmente lo popular. Lo popular ha discurrido por cauces alternativos, distanciados y hasta marginales respectos la cultura oficial, institucionalizada.

La modernidad nace en oposición con la tradición tan arraigada en las vidas populares e instaura una versión progresista del mundo. Este progreso rechaza lo que no resulta funcional a la lógica productiva e institucional de la modernidad burguesa. Su programa desencanta el mundo, es desmitologizador y desmagizador. Pero lo popular resiste mediante lo mítico, mágico, ritual, simbólico, la religiosidad popular e instancias no-racionales vilipendiadas por la versión racional, competitiva y productiva. El fútbol es una expresión de esta cultura popular. Tiene un magnetismo que muchos eruditos comparan con un sentimiento religioso. Una religiosidad fuera del ámbito eclesiástico. (Carretero Angel Enrique Pasin, en Imaginarios sociales y crítica ideológica, Los universos simbólicos de la cultura contemporánea, La Caja del fútbol etc,)

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El fútbol, expresión ritual de la cultura popular

El fútbol tiene muchas luces y sombras. Dentro de las sombras están la xenofobia, los nacionalismos, el machismo, el dopaje, la explotación económica, el uso político de los equipos, incluso en países muy desarrollados. El pueblo futbolero sabe que la maquinaria capitalista lo usa para sacar beneficios, lavar dinero y crear aparatos de corrupción a la vista. Pero intuye que aún ése injusto costo no puede vencer ese ámbito de alegría y emocionalidad que le da el juego compartido y que lo une más allá que cualquier proyecto “civilizatorio” artificial…de rédito para pocos. Encuentra un “nosotros” que la sociedad individualista le ha negado.

El fútbol ocupa un lugar importante en la realidad, … aunque lo ignoren los ideólogos que aman a la humanidad, pero desprecian a la gente. Para los intelectuales de derecha, el fútbol suele no ser más que la prueba de que el pueblo piensa con los pies; y para los intelectuales de izquierda, el fútbol suele no ser más que el culpable de que el pueblo no piense.

Teología del Pueblo y moralina burguesa

La misma tensión se produce en el campo de lo religioso. Mientras los grupos dominantes se alían y legitiman a la iglesia como institución, las capas populares viven en el seno de una espontánea, arcaica y compleja religiosidad popular. La teología del Pueblo, nacida hace décadas a la luz de Evangelii Nuntiandi de Pablo VI, comenzó aquí su largo camino pastoral, “porque lo que no se asume, no se redime” (S.Ireneo). Hoy, la evangelización de las periferias, cuya mayor parte son urbanas, es Teología del Pueblo o siguirá siendo sanata catecismera burguesa.

¡Es en esa periferia donde la teología del pueblo y entra en conflicto con la moralina burguesa que “cuela el mosquito, y traga el camello! (Mt 23) La moralina sirve para justificar guerras, genocidios y torturas, camuflar canalladas de todo tipo y hacer invisible el hurto burgués sobre el producto del trabajo, de los que tienen trabajo ya que millones son descartados de esta posibilidad pasan a ser los inexistentes del sistema. Los moralistas miran a las clases populares como seres de otra dimensión inferior, como enemigos del “orden establecido” y del “progreso”. Sienten prejuiciosamente que la civilidad entre “ciudadanos” es amenazada por la barbarie del pueblo con sus costumbres (entre ellas, el fútbol) y eso indigna a los guardianes de la moral burguesa, custodios del sagrado derecho de propiedad… para pocos de buen gusto, "cómo uno”.

El fútbol es el paradigma de este complejo encuentro y choque entre estas visiones y emociones. En el próximo capítulo seguiremos este proceso de discernimiento.

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