Obispo Carlassare, Sudán del Sur: "La esperanza es una semilla obstinada"
El prelado de la diócesis de Bentiu, Sudán del Sur, reitera en su mensaje de Navidad la urgencia espiritual y material de acercarse a quienes sufren: "la violencia no se detiene en el país africano, pero la Iglesia está en primera línea para asistir a la población"
(Vatican News).- Las noticias que siguen llegando de Sudán del Sur hablan de violencia. El último ataque con drones golpeó el importante yacimiento petrolífero de Heglig en el Kordofán Occidental, actualmente controlado por las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), causando la muerte de siete soldados y dejando varios heridos. Sin embargo, entre los dos ejércitos, las Fuerzas de Defensa del Pueblo de Sudán del Sur y las FAR de Sudán, y el presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir, existía un acuerdo, el enésimo que es violado por la sed de poder y riqueza. Heglig, de hecho, es una pequeña ciudad fronteriza entre el estado sudanés de Kordofán Occidental y el estado sursudanés de Unity, y en ella se encuentran algunas de las instalaciones petroleras más importantes de Sudán. Es un cruce crucial del oleoducto Greater Nile Oil Pipeline, de 1.600 kilómetros de longitud, que transporta petróleo desde el yacimiento petrolífero de Unity, en Sudán del Sur, hasta Puerto Sudán para su exportación.
Hablando una vez más sobre la trágica situación en Sudán y la incertidumbre sobre el futuro de Sudán del Sur, y deplorando los recientes ataques a las instalaciones sanitarias y al jardín de infancia al-Hanan, donde murieron 120 personas, incluidos 63 niños, el obispo de Bentiu, capital del estado de Unity, monseñor Christian Carlassare, declaró: “No hay respeto por la vida humana en este conflicto. Todos debemos sentirnos profundamente preocupados, junto con la comunidad internacional”. Hablando con los medios vaticanos, reiteró su llamamiento al alto el fuego y contó cómo su diócesis se está preparando para la Navidad.
Este es el don que podemos ofrecer hoy a la humanidad herida: un amor sin límites, una esperanza que resiste, una fe que abraza y construye fraternidad
La esperanza es una semilla obstinada
En su mensaje a todos los fieles de la diócesis con vistas a la Navidad, el obispo de Bentiu expresa preocupación, pero también esperanza. “La Navidad - afirma - es la celebración de la cercanía y la fraternidad. Este es el sueño de los veinte años que he vivido junto al pueblo de Sudán del Sur. Como misionero, he visto luces y sombras. He sido testigo de cómo la esperanza y la cruz se entrelazan en la historia de este pueblo amado por Dios. He compartido la alegría del acuerdo de paz de 2005 y el sueño de un país independiente en 2011, un país que cantaba justicia, libertad y prosperidad. Pero también he sido testigo de la profunda herida de un conflicto interno que ha dividido al país y desgarrado su tejido social, ha obligado a huir y ha sumido en la pobreza a millones de personas, y ha privado de lo esencial y herido la dignidad de cada persona. Sin embargo, allí mismo, entre los escombros del conflicto, el Evangelio me ha recordado que la esperanza nunca es una ilusión: es una semilla obstinada, capaz de germinar incluso en tierra seca y árida”.
Sudán del Sur, una parábola viviente de la Navidad
Por otro lado, continúa, recordando cómo Daniele Comboni nunca se rindió ante una misión considerada imposible por muchos, “seguimos creyendo en un mundo donde nadie sea descartado, donde la vida se respete y la pobreza no sea una condena, sino un principio de solidaridad para construir una sociedad fraterna”. El sueño es ver un Sudán del Sur donde “los niños puedan jugar sin miedo, los muchachos puedan ir a la escuela y una joven no tenga más probabilidades de morir en el parto que de obtener un diploma de secundaria”. Y el sueño se amplía aún más: “una tierra donde los recursos no se conviertan en una fuente de injusticia, sino que sean un instrumento de desarrollo; un país donde la población pueda trabajar y vivir con dignidad, sin depender de la ayuda humanitaria”. El prelado escribe: “Sudán del Sur, una tierra joven y herida, es una parábola viviente de la Navidad. Donde la violencia, la pobreza y la división parecen sofocar la esperanza, el nacimiento del Hijo de Dios sigue revelándose como el signo más radical de la cercanía de Dios. Dios elige venir al mundo, donde la humanidad gime y espera. Dios elige el camino de la pobreza para revelarnos la verdadera riqueza”.
Testimoniar el amor que sana
Citando la exhortación apostólica Dilexi te del papa León XIV, que comienza con las palabras «Te he amado», monseñor Carlassare añade: “Esta es la única riqueza verdadera: su amor. Es un mensaje que conmueve profundamente, porque conocemos la fragilidad del corazón humano, incapaz de experimentar por sí solo la fraternidad, la comunión y la paz. Pero precisamente allí, el Señor viene al encuentro de nuestra pobreza y la reviste con su gracia. En Sudán del Sur, como en todos los “Sudán del Sur” del mundo, se puede testimoniar que el amor de Dios restablece lo que nosotros dividimos, sana lo que herimos y levanta lo que pisoteamos. Este es el misterio de Dios en Belén: no una cercanía de palabras, sino una presencia concreta que nos levanta porque nos necesita, necesita nuestra atención, nuestro cuidado y nuestro amor, aunque sea frágil”. En su mensaje reafirma la fuerza de una Iglesia pobre y junto a los pobres, que no tiene miedo de ensuciarse las manos y “no busca poder ni protagonismo”, sino que se inclina hacia los pequeños, camina con ellos, los escucha, los acompaña y hace causa común con los que sufren, porque sabe que sin los pobres no hay salvación, no hay Evangelio, no hay Iglesia, no hay futuro.
Los pobres son nuestros amos
“En Dilexi te, el papa León nos recuerda que el amor por los pobres no es una simple obra de beneficencia, sino una participación real en el amor mismo de Cristo. No se trata de ‘hacer por’ , sino de ‘amar con’. Reafirma la opción preferencial por los pobres, corazón palpitante de la misión y profecía de la Iglesia. No es una elección accesoria, sino el camino para redescubrir el Evangelio en su pureza. Como dijo Daniele Comboni, «los pobres son nuestros amos», aquellos ante quienes nos quitamos las sandalias porque allí habita la presencia de Dios. Los pobres no son solo destinatarios de ayuda: son sujetos activos, maestros silenciosos, los primeros evangelizadores. Sus heridas hablan a nuestro orgullo, su fe cuestiona nuestra certeza, su esperanza nos muestra el camino de la conversión”.
Mirar el mundo con la mirada de Cristo
En palabras del obispo, quien invoca la capacidad de transformar los sueños en acciones concretas en medio de conflictos, pobreza y destrucción, la invitación de la Navidad es precisamente “mirar el mundo con la mirada del Niño de Belén, que no domina sino que se dona, que no conquista sino que ama, que no impone sino que acoge. Este es el don que podemos ofrecer hoy a la humanidad herida: un amor sin límites, una esperanza que resiste, una fe que abraza a cada hombre y cada mujer y construye fraternidad”.
