"El arzobispo de Madrid ha revolucionado su seminario poniendo a mujeres asesoras, pero eso, en Cataluña, todavía no ha pasado" Roser Solé: "¿Qué pedimos? La igualdad entre hombres y mujeres en la Iglesia"

Roser Sole Besteiro
Roser Sole Besteiro

"En los últimos cuarenta años, en España y Europa las mujeres se han estado moviendo. No es algo nuevo; no es una moda, lo que vamos a hacer"

"¿Qué pedimos? La igualdad entre hombres y mujeres en la Iglesia, si bien, en temas como el del sacerdocio femenino, tampoco sea necesario correr. Más bien, lo que hay que reclamar con mayor insistencia es que las mujeres estén presentes en cada una de las tablas de negociación que haya en torno a todas las cuestiones eclesiales"

(Flama).- Las mujeres creyentes volverán a la calle este domingo al mediodía, a escasos días de celebrarse el Día Internacional de la Mujer Trabajadora para reivindicar un papel distinto en la Iglesia actual . Ante la catedral de Barcelona, pero también en plazas y calles de otras veinticuatro ciudades españolas, su grito resonará en una nueva convocatoria pacífica para seguir defendiendo que “ no se puede vivir sólo con molletes de pan” , metaforizan, a partir de un alimento innegablemente unido al cristianismo, mujeres como Roser Solé (Sant Feliu de Codines, 1940), teóloga y miembro de Alcem la Veu , el colectivo que orquestará la movilización.

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Usted no es sólo miembro de Alcem la Veu y hace muchos años que persiste en esta reivindicación, ¿verdad?

Sí, soy mayor y llevo años luchando. Para hablar de la concentración de este domingo, creo que hay que mirar primero al pasado y ver cómo, en los últimos cuarenta años, en España y Europa las mujeres se han estado moviendo. No es algo nuevo; no es una moda, lo que vamos a hacer. Como profesora del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Barcelona (ISCREB) y miembro no sólo de Alcem la Ve, sino también de la Asociación de Teólogas Españolas (ATE) y del Colectivo de Mujeres en la Iglesia por la Paridad, mi opinión es que detrás de esta manifestación hay que notar la chispa que en nuestro país quisieron encender varias mujeres durante los años ochenta y, hace doscientos años, se atrevieron a hacer posible otras de los Estados Unidos.

Cuando alguien les detiene durante las concentraciones y les pregunta qué es lo que piden, ¿cómo responden?

¿Qué pedimos? La igualdad entre hombres y mujeres en la Iglesia, si bien, en temas como el del sacerdocio femenino, tampoco sea necesario correr. Más bien, lo que hay que reclamar con mayor insistencia es que las mujeres estén presentes en cada una de las tablas de negociación que haya en torno a todas las cuestiones eclesiales, mucho más de lo que ya se hace ahora. Pero que nadie piense que reclamando la dignidad que queremos tener se tenga que hacer un favor: todas las mujeres creyentes hemos sido portadoras desde el bautismo, pero, en el transcurso de la historia y de la masculinización acentuada de la Iglesia, ésta ha ido desapareciendo. No debemos inventar nada, sino recuperar lo perdido. No llamemos por gritar; sabemos lo que, por derecho, nos toca.

¿Las concentraciones de los años ochenta eran como la que organizarán este domingo?

No hay punto de comparación. No podíamos ni acceder a la plaza que hay frente a la catedral. Incluso nos sacaban de allí cuando nos veían; llegaba la Guardia Urbana y nos pedía que fuéramos. Sin embargo, existían movimientos de mujeres creyentes que agrupadas recibíamos el apoyo de algunos consiliarios y curas que se desmarcaban del pensamiento dominante. Esta plasmación histórica es un simple ejemplo de todo lo que ya nacía en toda Europa, un posicionamiento claro y preciso de la mujer para hacerse un hueco en la Iglesia. Y para que el cambio no quede tan sólo en la calle, sino que penetre en todas las capas, como en los seminarios.

¿Qué debe pasar en los seminarios?

Si no cambian y no cambia el tono de la formación, nosotros no vamos a hacer nada. Todavía hay mucha gente —hombres y mujeres— que adoran a los curas, que los mira como si fueran dioses, y eso no puede ser así. Deberían revisarse los estudios que se imparten a los futuros curas para que se diera a conocer que en la Iglesia todos somos iguales. ¿Ha visto lo que ha hecho José Cobo, arzobispo de Madrid? Ha revolucionado su seminario poniendo a mujeres asesorando a los formadores de los futuros sacerdotes. Esto, aquí, todavía no ha pasado.

¿Deberán los señores del Vaticano acostumbrarse a ver a mujeres donde nunca han visto?

Ya han empezado, ahora hay un puñado. Algunas votan y otras no, pero están ahí, como en el Sínodo de Obispos. Hay que acostumbrarse, sobre todo, porque ya no estamos en el Concilio Vaticano I: he leído que la decena de mujeres que había entonces provocó que incluso tuviera que hacerse otro bar, sólo para hombres, para que no pudieran encontrarse hombres y mujeres. Ahora disfrutarían si vieran cómo se ha avanzado.

Revuelta
Revuelta

Fue Juan Pablo II quien escribió que la Iglesia no tiene la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres. ¿Cree que se equivocaba?

La infalibilidad es pontificia, pero por cuestiones de fondo y no por temas como éste, que no lo es. Aquí, en el caso que comenta de Juan Pablo II, existe un error, una mala interpretación del bautismo. Esto no lo digo yo sola, también lo ha dicho públicamente algún obispo. No quiero decir que este pontífice fue misógino, sino que, en un contexto determinado y diferente al actual, se expresó con unas palabras que ahora restituiríamos.

Cree que las religiones, aparte de ser parte actora en la limitación de las posibilidades y derechos de las mujeres, también han servido para darles fuerza, para afirmarse en su dignidad y para rebelarse en situaciones injustas?

Sí, totalmente. Hay santas que, si se conocen de cerca, te demuestran que son o han sido capaces de cambiar muchas cosas: por ejemplo, una recién canonizada, la argentina Mama Antula, luchó por cambiar las bases constitucionales de su país. Catalina de Siena los tenía bien puestos: fue a decirle al Papa [Gregorio XI] lo que no tenía que hacer! Todo esto también lo sabe quién es necesario que lo haga, el papa Francisco. Por eso, a base de textos y parlamentos va cambiando las cosas lentamente en beneficio de las mujeres.

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