Sin duda que esperábamos cada año los regalos, al menos algo de lo que habíamos pedido, pero ver a los reyes magos era la gran ilusión. A la espera de los reyes magos. Un relato entre tantos.

A la espera de los reyes magos. Un relato entre tantos.
A la espera de los reyes magos. Un relato entre tantos.

"¡Que mágica era esa noche de los reyes magos! Quizá no recuerde otra fecha o situación de mi infancia que me emocionara tanto".

"Las figuras y las sombras de los árboles, las plantas, las herramientas de papá, parecían bailar al ritmo de mi imaginación".

La noche se hacía eterna. La espera era desesperante. Si bien era verano y el sol se ponía tarde, no tomábamos en cuenta que luego de la cena ya había que dormir. Pronto se haría la media noche. Con mi hermana mayor queríamos quedarnos despiertos para poder ver a los reyes, pero papá y mamá nos obligaban a dormir. “Si no se duermen, los reyes no les van a dejar regalos”. Sin duda que esperábamos cada año los regalos, al menos algo de lo que habíamos pedido, pero ver a los reyes magos era la gran ilusión. ¡Qué emoción! Verlos caminando por la calle de tierra del barrio, montados en sus camellos, pasando por las casas de todos y dejando regalos. O quizá andaban por el callejón del fondo, eso era más factible. Además junto con papá les dejábamos pronto el pasto cortado y el agua en el balde al fondo de la casa. Sí, lo más seguro que entraban por el fondo.

            ¡Que mágica era esa noche de los reyes magos! Quizá no recuerde otra fecha o situación de mi infancia que me emocionara tanto. Recuerdo una vez que le pedí a mamá que me dejara dormir en el living de la casa, acostado en el sofá grande. Tengo un recuerdo latente de una de esas noches: mamá me dijo que sí, que podía dormir allí. Yo apenas me llevé una almohada porque no quería dormir, sino quedarme despierto toda la noche. Pero, como mamá bien sabía, me trajo una frazadita para taparme por si me daba frío. Recuerdo que me dio las buenas noches, apagó la luz de la cocina y yo comencé a esperar. La noche hablaba, las sombras de la casa se movían y todo parecía tomar vida. Miraba por la ventana hacia el cielo…“¿Serán aquellos los reyes? Parecieran tres camellos, pero ellos no están encima….ah, quizá vienen caminando al lado de ellos. Pero no, si no…¿a qué hora van a llegar?”

Mirando el cielo, esperaba. Pero, ¿Si venía por el fondo? Entonces me levantaba del sofá y miraba por la ventana de la cocina hacia el patio del fondo. Las figuras y las sombras de los árboles, las plantas, las herramientas de papá, parecían bailar al ritmo de mi imaginación. Parecía que todo esperaba la llegada de los reyes y se aliaba conmigo. Los árboles se corrían para dejarme ver el portón del fondo para ver si los reyes llegaban. “Uy, pero el portón es pequeño”, recordé. Papá había colocado dos postes que no llegaban a los dos metros (ni cerca) con el cual hizo un arco de alambre para unirlos, afirmando el portón en uno de ellos. Se abría hacia adentro. El problema era que los camellos no pasarían por él, ¿cómo van a hacer? Seguramente los reyes lo atarían al poste y entrarían con los regalos, pero deberán agacharse. ¡Le dije a papa de dejar el pasto y el agua fuera del patio, hacia el fondo! Ojalá que le acerquen el agua a los camellos. Vienen de lejos...

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            De lejos venían y se decía que en su tierra había mucha arena porque es en el desierto. Caminaban largas semanas por dunas de arena, para luego levantar vuelo y desplazarse por el cielo. Se decía que recorrían todo el mundo en una noche para dejarles regalos a todos los niños y niñas. ¿Cómo me iba a perder su llegada? ¿Cómo no querer verlos? Si papá y mamá me lo decían y mi hermano mayor –que era grande- también, era verdad. Por eso los esperaba con mucha ilusión. De la ventana de la cocina me volvía al sillón, no sin antes mirar por la ventana del frente a ver si los veía venir desde la esquina. Pero no. Aún no llegaban. Pero, pensaba: “¿cómo cargaban tantos regalos?”. Las bolsas deben ser gigantes porque si todos los niños piden regalos…yo, este año pedí un camión de plástico que había visto, y que era muy grande. Eso seguro que ocupaba espacio. ¿Y los que piden bicicletas? Pah…eso sí que es difícil para meterlo en una bolsa. “Sí, debe ser gigante la bolsa”. Y cargándola desde tan lejos…

            Las horas pasaban y luchaba con el sueño. De alguna manera quería verlos, al menos de lejos. Por allá ladraba algún perro al cual se le sumaban otros. ¿Serían ellos? Nunca lo supe. Por momentos se me aceleraba el corazón de la emoción. ¡No quería dormirme! No podía ser tan flojo de no aguantar una noche despierto. El motivo lo valía. ¡Era el día de reyes!. Imaginaba cómo serían, si los tres pasaban por casa o solo uno de ellos. ¿Quién traería mi regalo? ¿Melchor, Gaspar o Baltasar? ¡Cómo me gustaría verlos! Pero el sueño era cada vez más fuerte y los ojos se me iban cerrando. “Ojalá me despertaran…”. El gran regalo era ver a los reyes magos, esos sabios de Oriente que venían de tan lejos a darnos la alegría en esta noche.

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            El sueño me vencía. No supe bien cuando me dormí. Sólo recuerdo que la luz del sol me despertó. “¡Me dormí!”. Salté del sofá y vi los regalos a los pies del árbol en donde dejamos los championes, pero no me interesó mucho. “¿En verdad vinieron? ¿Cómo entraron a casa?”. Papá y mamá ya estaban levantados. Corrí hacia el fondo a ver el balde y el pasto. ¡Sí!, el pasto casi no estaba, apenas unos pocos en el camino hasta el portón. ¡También tomaron el agua! No sé si lo imaginé pero veía unas pisadas como de camellos. ¡Aquí estuvieron! Si…pero no los vi. Hice lo que pude para verlos, pero no aguanté. Uy, no…tendré que esperar un año más para intentar quedarme despierto para verlos.          Con esa pasajera desilusión pero con mucha emoción, me vuelvo hacia los regalos. ¡Es hora de jugar!.

            Quizá el día de reyes, en medio de las vacaciones, es el día en el que la única regla sea jugar. Todos quieren jugar y tenemos el permiso. Ojalá que todos los niños y todas las niñas del mundo tengan en este día un juguete para jugar, pero sobre todo, que no pierdan nunca la inocencia y la ilusión de ver a los reyes magos, de esperar lo inesperado, de anhelar ver lo que aún nadie a ha visto…

Para cada niño y niña, para los que lo seguimos siendo: ¡FELIZ DIA DE REYES!

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