Jacinto López Gorgé 1. PERO A VECES NO ESTÁS. Y NO TE SIENTO...

Nido de poesía: Nicolás de la Carrera
05 jul 2016 - 10:35
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Aunque nacido en Alicante (1925), Jacinto López Gorgé vivió la primera mitad de su vida (cuatro décadas) en el entorno de Melilla, Tetuán, Tánger, Larache... Fue miembro del “Grupo Literario de Melilla” de los años 50, creando y dirigiendo algunas revistas de la zona como “Manantial” (1949–1951) y “Ketama” (1953–1959) en edición bilingüe (árabe y español). Notable antólogo y crítico literario, publicó fundamentalmente cuatro poemarios, los dos primeros, “La soledad y el recuerdo” (1951) y “Signo de amor” (1954), desde el entorno melillense; los dos últimos, “Nuevos poemas de amor” (1972) y “Dios entre la niebla” (1973), en su nueva y definitiva residencia, Madrid, donde, desde su arribo en 1970, vivió otras cuatro décadas dedicado a las letras (dirigiría, por ejemplo, el Aula de Literatura del Ateneo madrileño).

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ANTOLOGADO COMO POETA RELIGIOSO

Aunque las colecciones líricas de poesía sobre Dios le han preterido, Leopoldo de Luis, en su documentada Antología de Poesía Religiosa (Alfaguara 1969), incluiría sus versos, nueve poemas, y un manifiesto explicativo de su lírica. De los dos principales temas que el poeta alicantino cantó en su poesía, Dios y el amor, seleccionamos hoy tres sonetos sobre la búsqueda de Dios. Difícilmente encontraremos un texto introductorio a estos versos más sincero y expresivo que la siguiente confesión de su Poética:

“La religiosidad de mi poesía viene determinada por aquello que alguien llamó “agobio de lo divino”. El poeta –irrenunciablemente religioso– siempre estuvo –aunque no lo confesara– a la búsqueda de Dios. Duda a veces de la existencia divina. Pero no puede pasar sin ella. Y la siente opresivamente, entre dudas y luchas interiores.”

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DAME, SEÑOR, TU MANO GUIADORA...

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En el poema "Dónde la luz", le gustaría al poeta experimentar el deslumbre de una fe que derriba del caballo, como a Saulo. Quiere la luz del saber, necesita asir la Mano de Lazarillo del Señor, que le conducirá a la "vida verdadera", donde la muerte es salvación. Le urge oír la Voz de Dios ("responde de una vez"), sentir su Viento, la energía de su Espíritu... Perdió la fe de niño, y desde el desamparo de hombre arrojado al borde de la Nada, llora su soledad, su luz perdida ("y ya no tengo Dios para adorarlo").

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DÓNDE LA LUZ

Dame, Señor, tu mano guiadora,

dime dónde la luz del sol se esconde,

dónde la vida verdadera, dónde

la verdadera muerte redentora.

Que estoy ciego, Señor, que quiero ahora

saber. Anda, Señor, anda, responde

de una vez para siempre. Dime dónde

se halla tu luz que dicen cegadora.

Dame, Señor, tu mano, dame el viento

que arrastra a ti a los hombres desvalidos

o dime dónde está para buscarlo.

Que estoy ciego, Señor, que ya no siento

la luz sobre mis ojos ateridos

y ya no tengo Dios para adorarlo.

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Imagen www.holyart.es

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Y NO TE SIENTO

POR MÁS QUE ROZO TU AMOROSA MANO...

No todo es búsqueda y soledad. Alguna vez la oración es encuentro ("Estás aquí, te siento"). Pero otras, jugando al escondite, desaparece el Señor ("Y no te siento / por más que rozo tus amorosas manos"). El poeta creyente no se desanima. Y lamenta que, a pesar de dedicar al Señor las primicias del día, no siempre se encuentra con Él. Se entristece porque a veces, muchas veces, le "busca en vano"...

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ESTÁS AQUÍ

Estás aquí. Te siento. Y bien quisiera

tenerte siempre al lado, como ahora.

Pero a veces te busco y no hay aurora

que alumbre tu existir. Te quedas fuera

de mi oración entonces... Si pudiera

tenerte y contemplarte siempre, hora

tras hora sin dudar, con tu sonora

luz junto a mi razón, qué bien me fuera.

Pero a veces no estás. Y no te siento

por más que rozo tu amorosa mano.

No estás aquí, Señor. Yo no te miento.

No te puede mentir quien va temprano,

con las primeras luces, a tu encuentro,

y a veces, oh Señor, te busca en vano.

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AMAR, AMAR Y AMAR, Y NO ESTAR SOLO...

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El presente poema expresa la soledad de un hombre que, si lúcidamente comprende, desde la cabeza, la necesidad de "amar, amar, amar, y no estar solo", en el fondo del alma, en las mazmorras de su cárcel de angustia, se siente solitario antes que solidario, "apartado de Dios y de los hombres". Apartado de Dios..., de cuya existencia duda, de cuya amorosa presencia titubea ("mi sed no tiene a nadie por testigo"). Y, aunque a veces reza, y a veces ama, confiesa que... "solo estoy con mí mismo y con mis preces".

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NO ES CONDICIÓN DEL HOMBRE

VIVIR SOLO

No es condición del hombre vivir solo.

El hombre debe estar en compañía.

Debe tender su mano, noche y día,

y amar, amar, amar, y no estar solo.

Yo, que mis soledades enarbolo,

y en soledad mal llevo mi agonía,

puedo gritarlo. Mi melancolía

es esta soledad donde me inmolo.

Y sin embargo sigo solo. Sigo

apartado de Dios y de los hombres.

Mi sed no tiene a nadie por testigo.

Y aunque contigo, oh Dios, dialogue a veces

y a veces de mi amor, oh Dios, te asombres,

solo estoy con mí mismo y con mis preces.

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JACINTO LÓPEZ GORGÉ

"Claridad, humanidad, emoción expresiva" (Lupiáñez)

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1. Pero a veces no estás. Y no te siento

DÓNDE LA LUZ

ESTÁS AQUÍ

NO ES CONDICIÓN DEL HOMBRE VIVIR SOLO

2. Y solo hallaba amor

DIOS ENTRE LA NIEBLA

NO CESA, NO

3. Tengo a Dios en la voz y en la mirada

TENGO MI CASA ABIERTA

CENTINELA

RITO DE AMOR

4. Pájaro en vuelo que en mi mano ardía

TU LATIR CERCANO

EN SOLEDAD Y A MEDIANOCHE

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