La JMJ desde el sofá de casa (1)

Preámbulo, información y … non solum …

Por diversos motivos personales que no vienen al caso la XXIV Jornada Mundial de la Juventud la estoy viviendo desde el sofá de casa. Vaya en primer lugar mi felicitación a los compañeros de 13tv a quienes con una cierta envidia sigo su trabajo de retransmisión de estas Jornadas. Pero si siempre presumo de que MI VOCACION es el periodismo, no podía menos que aprovechar los medios que tengo a mi alcance para contribuir y “estar presente” de alguna manera, y a mi estilo, en esta Jornada, de la que puedo recordar con cariño y orgullo haber vivido su nacimiento en aquel Domingo de Ramos de 1985, seguí de cerca la JMJ de Santiago en el 89, viví como periodista de manera muy intensa la JMJ de París del 97 y he seguido en la distancia y a través de amigos Jornadas como la Czestochowa en 1991 o la de Roma del 2000.

No cabe duda que esta iniciativa del hoy Beato Juan Pablo II ha sido uno de los gestos más importantes de la Historia de la Iglesia, quizá podríamos ponerlo a la altura del Concilio Vaticano II, o si parece demasiado al menos inmediatamente detrás.
Ha pasado algo más de un cuarto de siglo desde aquel paso de apertura de la Iglesia a la juventud, han pasado tres generaciones, y los jóvenes de entonces, algunos, seguimos enganchados a la Iglesia y al hecho religioso, desde una fe que creemos madura y crítica por ser madura. Hoy, casado con una mujer a la que amo y con la que comparto la influencia de las JMJ en nuestras vidas en alguna manera y mi fidelidad crítica a esta Iglesia, a la que me siento orgulloso de pertenecer, y también, con cuatro preciosos hijos a los que deseo transmitir la pasión por Dios y por el Hombre que a lo largo de mi vida ha ido conformándose en mi persona, hoy siento el deseo de “unirme” a la JMJ con mi “juventud acumulada” y lo que ello conlleva, con las sensaciones y vibraciones que pueda recibir desde la pantalla del tv, porque así ha tocado, en la distancia, pero con el corazón un poco en Madrid.

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La imagen de un acontecimiento juvenil, de masas, y religioso resulta evidente desde el primer pantallazo. También se percibe una organización, un engranaje bien engrasado, muchas horas de trabajo previo. Pero esto no deja de ser más que lo esperado en un acontecimiento de esta magnitud. El “gancho” o lo que a mí me hace prestar más atención a la pantalla son las caras y algunos de los testimonios, particularmente de jóvenes de otros países. Cierto que no estoy pegado a la pantalla y desconozco si se ha dado, pero echo de menos el testimonio de religiosas jóvenes de diversas órdenes. Y me llama la atención porque es lo que más me recuerda las jornadas vividas. Esa alegría, a veces desbordada, esa ilusión de formar parte de “algo grande” que te supera pero de lo que te sientes muy “parte de ello”. Las palabras de Rouco quedarán en las hemerotecas, lo que permanecerá más tiempo en muchos de los jóvenes que hoy están en Madrid, creo , será la experiencia particular de Dios que cada uno llegue a vivir y la experiencia de Humanidad.

Non solum sed etiam.
Es hermoso sentir que la Iglesia, por boca de sus ministros más relevantes, está orgullosa de la juventud, pero a veces uno tiene la sensación de que esto se queda en solo una declaración de intenciones, que está bien que la Iglesia valore a la juventud, y que Juan Pablo II fue el primero en dar ese paso, pero … ¿no es la hora ya de que la Iglesia se “rejuvenezca”?
Creo que una pregunta similar es la que mi amiga Paloma Gómez Borrero ha formulado para que S.S. Benedicto XVI pueda contestar en su vuelo a Madrid. Espero con ganas la respuesta.
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