De Pastor y pastores

Desde hace años, en la Iglesia, cada vez que hay pendiente el nombramiento de un nuevo obispo surgen voces que reclaman que se tenga en cuenta la voz del pueblo. Voces que diseñan el perfil del perfecto obispo. Voces que demandan una empatía evangélica, social, política, … Voces que piden, demandan, sugieren, recomiendan, …

Estos días, a cuenta del escrito que un grupo de sacerdotes ha presentado con una relación de aspectos que desearían tuviese en cuenta en nuevo obispo de Vitoria, se provocó el siguiente comentario en un sacerdote: “Si el nuevo obispo cumple todo lo que aquí se pone, nos deja en vergüenza. No creo que ninguno de los que estamos hoy responda a este perfil.”

Non solum sed etiam


Un comentario muy sincero y afortunado. No es de recibo pedir al prójimo que sea o que haga lo que uno mismo ni es, ni hace. Manteniendo el hilo argumental de los comentarios anteriores: Creo sinceramente que el hecho de que la voz del pueblo sea oída es algo importante. Pero la voz del pueblo no son solo 300, me temo más que la voz del pueblo es la del resto que, en silencio, orante en muchos casos, espera paciente el nombramiento del nuevo obispo.

En esta ocasión no creo que sea tanto un silencio por desentendimiento o pasotismo, sino más bien un silencio respetuoso, un silencio confiado. Cuando el Papa Francisco dijo lo de “olor a oveja” ya definió el perfil de obispos y sacerdotes.


Este domingo celebrábamos en la iglesia la figura de Jesús como “El Buen Pastor”, el que conoce a sus ovejas, el que da la vida por ellas, el que se desvive por la oveja perdida, que siente suyas también a las que no están en su redil.

Hoy, el sacerdote en la Misa nos invitaba a todos a ser “buenos pastores”, porque siempre podemos encontrar alguien más débil a nuestro lado que precise de un referente en su vida, y todos, en algún momento, podemos ser referentes para alguien, podemos preocuparnos de un prójimo como el pastor por sus ovejas. Hasta para los mismos pastores. Se lo decía el Papa Francisco a los obispos españoles en su discurso tras la última visita ad limina: “es importante que el obispo no se sienta solo, ni crea estar solo, que sea consciente de que también la grey que le ha sido encomendada tiene olfato para las cosas de Dios.”

Creo que aún nos quedan unos meses para seguir acompañando al que, de momento y mientras Roma no diga nada, sigue siendo nuestro obispo, Miguel Asurmendi. Si importante es la imagen que D. Miguel haya dejado en nosotros a lo largo de dos décadas, no lo es menos la imagen que nosotros, que sus diocesanos, hayamos podido dejar en él. Esa impresión quizá pueda ser la primera referencia que su sucesor reciba en el momento del cambio. Demos un buen perfil, de perfil y de frente. Y pensemos que nadie es perfecto, porque “nos dejaría en vergüenza”, y que todos podemos ser para alguien la imagen de El Buen Pastor.
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