El futuro de las tierras vascas ¿habrá de dejarse en manos de otras generaciones? ¿Se nos pasó el arroz?

En esta ocasión el formato de este blog se altera un poco para ofrecer solamente una reflexión personal sin relatar ninguna información concreta, sin un cuerpo inicial de la noticia ni un posterior non solum sed etiam.


Últimamente parece que se prodigan jornadas, conferencias, encuentros, reuniones y actos diversos con el denominador común de la “reconciliación y la paz” como tema central. Muchos de los “actores” repiten su discurso en los foros más diversos. Desde la política se dan pasos, en la Iglesia el tema está muy vivo, y en la sociedad, aunque en las encuestas ha perdido enteros como preocupación social, la cuestión sigue latente.

Quienes han vivido otros procesos, y según quienes con ellos han hablado, si las prisas no son buenas consejeras, la relajación tampoco es aconsejable, ya que un proceso de reconciliación es un camino que hay que recorrer todos los días.

Son muchas las personas las que llevan años dedicando parte de su tiempo, o su vida incluso, a reflexionar para poder verbalizar cómo ha de ser el camino hacia la paz.

En el caso de la historia escrita en torno a las demandas de reconocimiento de una identidad vasca, las trabas y dificultades encontradas en el ámbito de lo político y lo cultural y sobre todo a la actividad de una banda terrorista, ETA, desde el pasado 20 de octubre de 2011 parece haberse abierto un nuevo capítulo en el que han entrado con fuerza las palabras paz y reconciliación.

Los diversos gobiernos estatales, autonómicos y locales con sus iniciativas políticas, legislativas y sociales; los movimientos ciudadanos; las iniciativas colectivas y particulares; y las acciones y posturas aportadas desde la Iglesia, y más concretamente desde las comunidades cristianas de las tres diócesis vascas, Bilbao, Vitoria y San Sebastián, han ido dejando una inmensa hemeroteca, biblioteca, fonoteca y videoteca cargada de iniciativas, buenas palabras y propósitos encomiables.

Todos han pretendido poner su grano, de arroz, en pos de un final definitivo y ejemplar.

Hemos podido escuchar tesis, antítesis y síntesis de todos los colores; verdades particulares no exentas de, una parte de razón, pero verdades incompletas.

Son muchos los que tienen “prisa” en acelerar este nuevo proceso de reconciliación, que comparten la tesis de “no dormirse”, que desean seguir el consejo de otros que vivieron experiencias similares y dar pasos hacia una solución de todos los problemas, que no quieren que “se nos pase el arroz”, que …

Yo creo que, en algunas cuestiones, … “el arroz ya se nos ha pasado”, a esta generación. Sí, creo que las generaciones presentes estamos demasiado condicionadas como para que la historia nos permita adoptar “soluciones” objetivas y justas para generaciones venideras. Dicho de otra manera, creo que hoy lo que toca es arar la tierra, quizá ni siquiera plantar la semilla, y muchísimo menos pensar en recoger fruto alguno. Creo que cualquier pretensión de fijar un marco nuevo ajustado a las pretensiones que han formado parte del litigio es un error y cerrar en falso. Ni quienes han defendido y amparado el uso de la violencia para obtener un estado vasco independiente, ni quienes han defendido y amparado la violencia para mantener la unidad del Estado español, ni quienes hemos asistido como actores expectantes a cada movimiento y acontecimiento, ninguno de las generaciones pertenecientes a los últimos 50 años deberíamos sentirnos legitimados para, no ya implantar y decidir soluciones definitivas, ni siquiera para proponerlas. Se nos pasó el arroz y solo nos queda, para que futuras generaciones puedan agradecernos, arar y airear bien esta tierra, preparar el terreno para que pueda sembrarse semillas buenas de paz, justicia, perdón, reconciliación.

Tenemos que tomar el arado de la Verdad, o los diferentes arados de las diferentes verdades, y sanear esta tierra que ya ha sido regada de lágrimas y sangre.

Estoy convencido, ( y quizá equivocado, muchos lo pensarán seguro), que cuando aceptemos socialmente que la reconciliación es un proceso no de años sino de generaciones y que a la nuestra nos ha tocado solo preparar el terreno para asentar unos buenos cimientos, habremos acertado en el paso que nos corresponde.

Sé que esta tesis beneficia inicialmente más a quienes defienden que las cosas sigan “como están”, pero lo que pretendo trasladar es la importancia de que las propuestas políticas referidas a los límites territoriales y los posibles nuevos modos de gobierno en esta tierra se pospongan para ser debatidos y decididos por quienes no alberguen ya sentimientos “contra nada y contra nadie” y gocen de plena libertad para decidir.

Para algunas cosas, se nos pasó el arroz, sí, pero nos queda una tarea importantísima: garantizar una buena base para reconstruir, conscientes de que no llegaremos a ver el edificio terminado, pero felices por haber hecho lo que nos tocaba hacer en nuestro momento.
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