A propósito del Don Fernando de Austria, o el Cardenal primado-Infante Antonio Aradillas: "Sobran-faltan cardenales"

Fernando de Austria, el cardenal-infante
Fernando de Austria, el cardenal-infante

Aprovecho la oportunidad para recomendar la lectura de este nuevo título de La Esfera de los Libros, y más en el contexto de la reciente encíclica, cien por cien eclesial, “Tutti Fratelli” del papa Francisco

José Benavides traza un extraordinario y agudo retrato político, diplomático y bélico, de una Europa cada vez más convulsa y confrontada en terribles guerras

"Los más optimistas, no obstante, esperaban  que en la última y reciente selección pontificia, hubieran sido ya integrados seglares  -hombres y mujeres-, o que, al menos, se hiciera expresa alusión a la proyectada reforma del cónclave"

Don Fernando, hijo de los reyes Felipe III y Margarita de Austria, pese a su pronta muerte "fue uno de los personajes más importantes e influyentes de su tiempo"

Sin vocación, ni inclinación alguna clerical fue nombrado arzobispo de Toledo y Cardenal. Fue un clérigo guerrero al servicio de la monarquía hispánica, de modo similar al hábil eminentísimo y todo poderoso señor Richelieu

Hoy el panorama cardenalicio no es tan ejemplar como fuera menester en la actualidad eclesiástica. Tampoco lo fue a lo largo y ancho de la historia eclesiástica

La inscripción del panteón donde descansan los restods del Infante don Fernando de Austria es una muestra de esta tradición cardenalicia alejada del cometido pastoral y muy próxima al ejercicio del poder

A la perfección, a tiempo y como corresponde, “La Esfera de los Libros” acaba de editar el título “El Cardenal Infante”- La esperanza frustrada de la monarquía hispánica”(1609-1661)”. El protagonista del texto, con sus 402 páginas, es el Cardenal- Infante don Fernando, hijo de los reyes Felipe III y Margarita de Austria, que, pesea su pronta muerte -32 años- “fue uno de los personajes más importantes e influyentes de su tiempo”. Sin vocación, ni inclinación alguna clerical, sino porque sí y porque lo exigía razones políticas, y era aceptado por la Iglesia, fue nombrado arzobispo de Toledo y Cardenal, no habiendo constancia de que en tal condición siquiera visitara la Diócesis Primada, aunque sí que percibiera las pingües rentas de la misma, sin descartar la posibilidad de llegar a poseer algún día la sede papal, teniendo por sus subordinados a los reyes y emperadores de la cristiandad…

El libro es de interés. Su autor es José Benavides, ilustre y docto ex embajador, experto en la temática, tal y como demostró, por ejemplo, en su “Spínola, Capitán General de los Tercios”. Del Cardenal Infante, traza un extraordinario y agudo retrato político, diplomático y bélico, de una Europa cada vez más convulsa y confrontada en terribles guerras. En definitiva, una biografía-referencia histórica de un clérigo guerrero al servicio de la monarquía hispánica”, de modo similar a como lo era, respecto a la francesa, su colega en el cardenalato, amigo y enemigo a la vez, el hábil eminentísimo y todo poderoso señor Richelieu.

Yo aprovecho la oportunidad que me brinda este nuevo y acreditado título de “La Esfera d los Libros”, para recomendar su lectura, y más en el contexto de la reciente encíclica, cien por cien eclesial, “Tutti Fratelli” del papa Francisco.

De entre las sugerencias personales “cardenalicias” que están al alcance de muchos, subrayo aquí y ahora este manojo:

De una manera o de otra, Cardenales con planta, talante, figura, méritos y deméritos como los que encarnara el “Infante de España”, perduran en el listado “oficial” de la “Santa Sede”, de forma tan elocuente y tan crasa, que reclaman profunda revisión en el esquema de la renovación- reforma de la Iglesia en la actualidad, a la luz de las lámparas que encendiera el Concilio Vaticano II y hoy espabila el papa Francisco.

Huelga referir que la de los Cardenales no es institución divina tal y como creen algunos y, a veces, “practican”, y quisieran, los mismos purpurados, sin descartar su inserción en el “Credo”. A algunos cardenales los identifica tanto esta condición eclesiástica, que uno de ellos, miembro de la CEE. no ha tenido rubor en confesar públicamente que “quiera Dios que el papa tarde mucho tiempo en aceptar mi dimisión obligada a los 75 años, sin obligarme a tener que dejar mis tareas…”

El panorama cardenalicio no es tan ejemplar como fuera menester en la actualidad eclesiástica. Tampoco lo fue a lo largo y ancho de la historia eclesiástica. Lo de que “aquellos, por ejemplo, los renacentistas, eran otros tiempos” no sirve de consolación a creyentes e increyentes. Ni de ejemplos, ni estímulos, y menos, religiosos. Todo lo contrario.

Con los santos evangelios en la mano y notas aclaratorias y paráfrasis a pié de página, es fácil contradecir a quienes aseguran que el número de Cardenales desedificadotes de Iglesia superó con creces al de los edificantes de la misma… En España -¿por qué tener que desplazarnos más lejos?-, y concretamente entre los titulados “Primados de Toledo”, la proporción de santos –santos de verdad y no de mentirijillas-, inclina la balanza hacia lados poco o nada eclesiales, sino hasta escandalosos

(A un Cardenal, por muy Mendoza que sea, no se le puede aplicar el titulo de “Tercer Rey de España”, ni reconocérsele ejemplarmente la condición de padre de familia numerosa,… A otros, tampoco el título y ejercicio de Gran Inquisidor General, ni el poder de armar, mandar y dirigir ejércitos contra los enemigos de la fe y de la patria, aunque estos sean moros y hasta desgañitarse, proclamen que “¡Alhah es el más grande entre los grandes…¡”)

Siguiendo pautas y comportamientos evangélicos, “non decet”-, es decir, es “indecente”, revestirse con los ornamentos cardenalicios que se dicen “sagrados”, y que permite y manda la liturgia, con sublimidad extemporánea, ostentosa, ridícula y aún carnavalesca. El capítulo de los títulos y de los privilegios es otro –el mismo- “cantar”, merecedor, por tanto, de su rápida liquidación. “Por acción u omisión” cardenalicia, en relación con frecuentes pecados “eclesiásticos”, hoy ya del conocimiento público, los “por mi culpa, por mi grandísima culpa”, habrán de adjuntarse a las letanías penitenciales presididas por “Sus Eminencias Reverendísimas”.

Hay Cardenales incapacitados de por sí, aún sin haber cumplido la edad reglamentada, para ser electores de un futuro papa. La fe debiera impedírselo, ahorrándole a la Iglesia no pocos escándalos, en unos tiempos en los que todo, o casi todo, se sabe o se sabrá.

Se rebasó ya el tiempo en el que seglares, “seglaras” y no solo clérigos, sean y ejerzan de Cardenales, con participación en conclaves, de por sí entitativamente machistas. No obstante, todavía hay que alentar la esperanza de que este mismo papa Francisco se decida a “regalarle” a la Iglesia tan rica participación femenina y seglar.

Con el recuerdo para el protagonista del libro “El Cardenal Infante”, -glorioso triunfador en la batalla de Nödlingen-, termino estas reflexiones refiriendo que sus restos se hallan en el Panteón de los Infantes del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, sellado con la inscripción de “aquí yace don Fernando de Austria, Infante de España, Cardenal de la Iglesia, Arzobispo de Toledo, Gobernador y Capitán General de Milán y de los Países Bajos”, con inclusión del texto semi-bíblico en latín, de “Dilató la fama de su pueblo y vistió la coraza como un gigante, protegiendo sus campamentos con la espada”. (I Mac 3,3).

Como puede apreciarse, todo ello muy pastoral, muy santo, pacífico y pacificador y, por supuesto, muy cardenalicio…

La reciente noticia  de la creación de 13 nuevos Cardenales,  abre   de par en par las puertas  algunos optimistas  sugiriéndoles que la  renovación- reforma de la Iglesia  va en serio  y que, -también de la mano del papa Francisco,- cuando llegue la hora, el panorama está despejado,  contando siempre con la gracia de Dios. Los nombres y la procedencia de los “papábiles” parecen aseverarlo de esta manera, aún con el meritorio “regalo” purpúreo” para el sempiterno director espiritual de los anteriores Pontífices.

Los más optimistas, no obstante, esperaban  que en la última y reciente selección pontificia, hubieran sido ya integrados seglares  -hombres y mujeres-, o que, al menos, se hiciera expresa alusión a la proyectada reforma del cónclave, en cuya ejecución habrían de hacerse activamente  presentes los Presidentes de las Conferencias Episcopales respectivas.  

Portada El Cardenal-Infante
Portada El Cardenal-Infante

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