"Lo es la espera para un reconocimiento tan parco, estúpido y tan poco humano" Antonio Aradillas: "La mujer-monaguillo no debería ser noticia"

Mujer e Iglesia
Mujer e Iglesia

"La 'mujer-monaguillo' ha exigido nada menos que la reforma de uno de los artículos del Código de Derecho Canónico, de los que avalan su 'santa' legalidad, con los anatemas y descalificaciones eternales católicas"

"La noticia está y es, en que se haya tenido que esperar hasta ahora para un reconocimiento tan parco, estúpido y tan poco humano, nada ejemplar y cristiano y, por demás, ajeno a los santos evangelios y al comportamiento de Jesús"

"Que sea noticia la legalización canónica de la mujer serviciaria y monaguilla, resulta no solo ofensivo y chocante para ella y para la institución eclesiástica, sino provocador de hilaridades y chistes , poco o nada piadosos…"

Con tiritona, asombro y despecho, nos llegó la noticia de la concesión por parte de los organismos curiales de Roma, con el correspondiente “Motu Proprio” pontificio, de unas cuantas migajas litúrgicas para el “devoto sexo femenino”, de ciertas actividades-ministerios que hace ya tiempo ejercía en la Iglesia, pero que en realidad eran de competencia exclusiva del hombre, por su condición de varón.

Tal noticia, para serlo, ha exigido nada menos que la reforma de uno de los artículos del Código de Derecho Canónico, de los que avalan su “santa” legalidad, con los anatemas y descalificaciones eternales católicas. La vil marginación de la mujer, por mujer, exiliada de cualquier responsabilidad que ejerce el hombre por varón, en la Iglesia, el machismo vuelve a organizarse y afianzarse de manera patente, imperiosa y oblicua; impropia de los tiempos postconciliares que, de vez en vez, da la impresión de que el papa Francisco pretende afrontar, con algunas de sus consecuencias.

Saber cómo piensa este papa y sospechar cómo y por qué está teniendo que acceder y consentir con su firma y “Motu Proprio” a que, sobre todo cuanto se relaciona con la mujer, tenga que seguir siendo exactamente lo mismo ahora, que en los siglos pasados, ocasiona dolores de cabeza y de corazón, difíciles de curar, y menos, con el evangelio en la mano.

La noticia de que a la mujer en la institución eclesiástica -ritos, ceremonias administración, y rezos-, a lo que más le sea lícito canónicamente aspirar, es a ejercer de monaguillo, resulta algo infumable, indigerible y rechazable con toda clase de razonamientos divinos y humanos. A tal convencimiento es justo añadirle, la más que previsible seguridad y esperanza, de que ,si no, mañana, pasado mañana, hombres y mujeres, tanto o más provectos y doctos en cánones, Biblia, y teología que los actuales, decidirán abriles las puertas a la mujer en la Iglesia en igualdad de condiciones que las tiene abiertas el hombre varón. Los tiempos obscuros en los que escolásticamente empleaban sus ocios académicos en discernir si la mujer era poseedora de alma, o si esta era de verdad humana,- o no tanto-, parece que están siendo ya superados. (Acerca del alma de la Santísima Virgen María, Madre de Dios y nuestra, se recurría al misterio y al milagro y ”tutti contenti”, y “en paz y en gracia de Dios”)

La mujer-monaguillo, a estas alturas de las sensibilidades personales, profesionales, políticas, cívicas y aún religiosas -en otras Iglesias- ni es ni podrá ser “noticia”. La noticia está y es, en que se haya tenido que esperar hasta ahora para un reconocimiento tan parco, estúpido y tan poco humano, nada ejemplar y cristiano y, por demás, ajeno a los santos evangelios y al comportamiento de Jesús. “Concesión”, tan benevolente con su “Motu Proprio” -titular de primera página para los informadores del ramo- , para muchos más, no deja de ser la humilde y agradecida confesión de un “quiero y no puedo”.

La única información que pueda y deba ser ya “noticia” bajo palio, en la relación mujer-Iglesia es la de que ella -la mujer- , llegó ya a ser equiparadalegítimamente al hombre dentro de la Iglesia, con reconocida capacidad,-“bautismal”, además-, para administrar todos los sacramentos y asumir cuantas responsabilidades hasta el presente eran de exclusiva competencia “patriarcal” o machista.

De cualquier otra información que no incluya este ministerio, el pueblo de Dios, y el otro, “pasan” de largo y olímpicamente, aunque, en el fondo, con pena, dolor y lágrimas, comprobando una vez más que una cosa es la jerarquía y allegados, que llaman Iglesia, y otra distinta es la que inspirara Jesús con su testimonio de vida y los evangelios, en cuyo empeño, y pese a todo, sigue comprometido el papa Francisco.

Que sea noticia la legalización canónica de la mujer serviciaria y monaguilla, resulta no solo ofensivo y chocante para ella y para la institución eclesiástica, sino provocador de hilaridades y chistes, poco o nada piadosos…

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