Con o sin coronavirus, todas las semanas son santas Antonio Aradillas: Semana Santa, mujeres doctoras en medicina y atenciones sagradas de la enfermería

Personajes "semanasanteros"
Personajes "semanasanteros"

"Con la perspectiva que ofrece la novedad incipiente, y tantas veces cruenta, de la Semana Santa viral – de 'virus', que no de 'virtud'-, reclaman mención especial algunos de los protagonistas de aquella y de esta"

Con o sin “coronavirus”, o con no tantos como los que se han dado cita macabra sobre todo en España, todas las semanas son santas. Algunas lo serán más que otras, pero tal condición dependerá en exclusiva de la gramática, de las estadísticas, de los espacios informativos que merezcan, de las programaciones turísticas o de la valoración litúrgica o para- litúrgica, tanto o más que de la piedad o de la devoción verdadera

Con la perspectiva que ofrece la novedad incipiente, y tantas veces cruenta, de la Semana Santa viral – de “virus”, que no de “virtud”-, reclaman mención especial algunos de los protagonistas de aquella y de esta.

Para los comportamientos de los gobernantes, la atención y el recuerdo primero, así como la ofrenda de sacrificios y rezos, junto con algunas advertencias, protestas y, en casos concretos, nuestros beneplácitos. Herodes, Poncio Pilato, presidente del Gobierno, ministros/as, directores/as generales y otros y otras, han de ser examinados en su día, mediante la adscripción de los votos, en función de la capacidad de servicio y disponibilidad que tuvieron y ejercieron en beneficio del pueblo, previa la información y el asesoramiento técnico al que aseguran haberse sometidos. La improvisación y la deslealtad para con las promesas electorales que antes hicieron, son, y serán, infalibles referencias partidistas, elocuentes y definitivas.

En la primera Semana Santa, con excepción de algunos “¡hosannas¡” del pueblo, a favor de Jesús y de lo que representaba para la liberación personal y colectiva, el pueblo-pueblo fue y se comportó como populacho. Para desdicha de todos, esta es parte importante de su vocación, profesión y oficio, tal y como fue, y es todavía educado…

Las mujeres de la Semana Santa virtual son –siguen siendo-, las mujeres de siempre Servidoras, siervas, acompañantes fieles, expuestas a las inclemencias domésticas, - con frecuencia hasta ser maltratadas y ajusticiadas-, y sin poder pronunciar más palabras que las de “Amén”, la del “¡hosanna¡” familiar del agrado del marido, o las resignadas de “¡sea lo que Dios quiera¡”

Virgen

Las mujeres de la primera Semana Santa repiten sus ejemplos, que hacen perdurar, de actividad y actitud religiosas acompañando a Jesús hasta sus últimas consecuencias dramáticas del Calvario, preparando y limpiando la mesa de la Santa Cena, advirtiéndole con discreción a Poncio Pilatos que no se meta en líos y no firme el edicto de condena del Inocente por antonomasia, Verónica, vigilante y guardiana del santo sepulcro y sin ocurrírseles siquiera pensar en convertirse como en mensajeras veraces, elegidas por el mismo Jesús, para comunicarles a los Apóstoles -¿todos varones?- el sacrosanto evangelio de su resurrección, después de haber oído de labios de ellos que “sí, que unas mujeres aturdidas y desasosegadas -¡cosas de mujeres¡- nutridas de ensueños y de ilusiones, encontraron vacío el sepulcro, con un ángel a la puerta del mismo”.

Estas y aquellas mujeres- son hoy las primeras doctoras en medicina y en las ciencias y atenciones sagradas de la enfermería, producida por los malditos “coronavirus” .

Del comportamiento de los Sumos Sacerdotes, servidores oficiales del templo de Jerusalén, guardianes de los centenares y normas y reglas “religiosas” contenidas en los Libros Sagrados, huelga reseñar que “lo de Jesús” jamás fue con ellos. Su oficio y ministerio eran los de la representación de un Dios justiciero al servicio de sus propios intereses económicos y sociales, y siempre con el temor de que alguien, y menos Jesús el de Nazaret, llegara a cuestionárselos, sobre todo después de haberles dirigido improperios tales como el de “sepulcros blanqueados”.

Los soldados y profesionales de la primera Semana Santa no tuvieron nada que ver con los de la actual “coronavírica”. Estos –sanitarios en diversidad de funciones, fuerzas de orden público, bomberos, sepultureros y gran parte de la población- , son y serán “por los siglos de los siglos” verdaderos ejemplos de solidaridad, de disponibilidad y de servicio al pueblo-pueblo, asumiendo toda clase de riesgos, aún los más graves que habrían de conducirles hasta a su muerte. Sus propios cadáveres son reproducciones del cadáver del mismo Jesús…

Soldados

De los ladrones y compañeros en la crucifixión en el Calvario, me limito a reseñar tan solo, que uno era “bueno” y el otro no tanto. Y es que ladrones hay muchos Unos se hacen a sí mismos, pero a los más los hicieron la sociedad, las leyes y, por supuesto, los mismos preceptos de los que se dicen ser “religiosos”, ya desde la proclamación evangélica de “haced lo que ellos digan, pero no lo que hagan”. Los ladrones se hicieron amigos de Jesús en sus respectivas cruces –estas hermanan y santifican a todos- y los dos, es decir, los tres, se citaron a las puertas del cielo.

En el esquema de las Semanas Santas, también en la “coronavírica” del presente año, las ediciones de las “vidas y milagros” del Apóstol Pedro y sus negaciones, al igual que la de Judas y sus treinta denarios, y las de la mayoría de los miembros del Colegio Apostólico, tanto en papel como virtuales, estarán a disposición de quienes se presten y confiesen cristianos. El contenido es el mismo. Idéntico y aterido el dolor. Las escenas de la Pasión del Señor, iguales. Unánime también el grito de “¡no llorad por mí, sino por vosotras y por vuestros hijos…¡”

Es de justicia reconocer que, en términos generales, la comunidad cristiana, está asumiendo esta nueva Semana Santa con religiosidad y obediencia a las normas cívicamente establecidas, con excepción de alguna escena protagonizada por algún cura descolocado por los tejados, torres, plazas y calles de esos pueblos de Dios, además de las decisiones de obispos, cisnerianos por más señas – “¡estos son mis poderes¡”-, con sus mitras, y sin que la mascarilla se hiciera presente en ningún lugar ni religioso ni tampoco pagano.

Por cierto, ¿cómo se predica con mascarilla? ¿Entiende el mensaje evangélico el pueblo de Dios si le es predicado de esta manera, que si se le sigue haciendo con mitra y báculo, y sentado en la sagrada cátedra?

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