"Sevilla despide hoy a Carlos (...). A mediodía se viste de luto y por la noche se pone de fiesta" Carlos Amigo, “un fraile vestido de cardenal” que nunca dejó de ser hermano menor

Carlos Amigo, “un fraile vestido de cardenal” que nunca dejó de ser hermano menor
Carlos Amigo, “un fraile vestido de cardenal” que nunca dejó de ser hermano menor

“Aquí no hay materia reservada: tú pregunta lo que quieras y yo responderé libremente”, me dijo nada más encender la grabadora. Y así fue, de principio a fin, con preguntas sin cuestionario previo ni censura posterior

"El problema del Sahara es una herida sobre la que se intentaron poner más que pomadas curativas una especie de cremas de belleza, para hacer que no se vieran las arrugas. La herida del Sahara es un problema que no se resolvió en su momento y continúa sin resolverse"

Sevilla despide hoy a don Carlos. Por la mañana entierra a su arzobispo y por la noche inaugura la Feria de Abril con la “cena de pescaíto”. A mediodía se viste de luto y por la noche se pone de fiesta; por la mañana el negro, por la noche el púrpura; por la mañana entona un réquiem por el último cardenal de Sevilla y por la noche baila una sevillana en el Real. ¿Ofensa a su memoria? No, homenaje como se merece fray Carlos, hijo predilecto de Sevilla.

La coincidencia de ambos acontecimientos en la ciudad quizás no es más que la síntesis providencial de un gran hombre y un buen pastor, que unió en su ministerio la mitra en sentido real con la peineta en sentido figurada, el báculo en la mano con la flor en la solapa, y la capa pluvial de celebrar con la mantilla bordada de festejar; en definitiva, la seriedad y la elegancia, el presbiterio y el albero, la cátedra y la caseta.

No puedo decir que soy la persona que mejor ha conocido a don Carlos, pero sí puedo demostrar que le he conocido más que muchos otros, sin ánimo de ofender. La razón de esta exhibición de orgullo está en el origen de las conversaciones que mantuve con el entonces arzobispo emérito de Sevilla, y el resultado en forma de libro, titulado Un fraile vestido de cardenal, publicado por la editorial San Pablo en 2011.

Presentación de 'Un fraile vestido de cardenal'
Presentación de 'Un fraile vestido de cardenal'

Con la mejor intención, pero de manera inadecuada, alguno me ha considerado, a raíz de este volumen, que alcanzó tres ediciones en pocos meses, algo raro en un libro religioso, el biógrafo de don Carlos. Y no es así, en absoluto. Porque en aquellas seis largas sesiones de preguntas y respuestas que están en el origen del texto no había una finalidad cronológica (más allá de las cuestiones por sus orígenes familiares y por el nacimiento de su vocación franciscana) sino un interés por conocer su pensamiento sobre temas que van de la política al diálogo interreligioso, pasando por la fe, la cultura, la Iglesia y la moral.

Con la perspectiva de los doce años transcurridos desde aquellas conversaciones grabadas, mi memoria no deja de agradecer la oportunidad de haber tratado de tú a tú, frente a frente, a un ser humano excepcional, un franciscano hasta la médula y un pastor infatigable. “Aquí no hay materia reservada: tú pregunta lo que quieras y yo responderé libremente”, me dijo nada más encender la grabadora. Y así fue, de principio a fin, después de las varias horas registradas, con preguntas sin cuestionario previo ni censura posterior tras la trascripción y edición que él revisó.

Solo por recordar alguna cuestión, me sorprendió la buena opinión que tenía de la clase (que no casta) política, independiente del signo ideológico, pese a los casos de corrupción que en aquel momento ya campaban a sus anchas. El concepto que tenía de los políticos como servidores públicos estaba por encima de sus corruptelas:

“Creo que tenemos muy buenos políticos y además en distintos partidos. Durante los 28 años que he estado en Sevilla como arzobispo he tenido que participar en foros donde había también políticos, y políticos de talla, y he visto personas de gran categoría humana e intelectual entre ellos. Como en todas las cosas, siempre parece que globalizamos y metemos a todos en el mismo saco, y a veces lo que ocurre es que vemos más las diferencias políticas que el sentido de gobierno de la nación. El Gobierno lo forma un grupo determinado de personas, pero naturalmente las personas que están en el Parlamento, elegidas democráticamente, no solamente influyen sino que tienen una responsabilidad muy grande en el bien común”.

Y repasando otras respuestas en este mismo ámbito, no puedo dejar de trascribir lo que pensaba sobre la situación del Sahara entonces, que él conocía bien desde que fue obispo de Tánger: “El problema del Sahara es una herida sobre la que se intentaron poner más que pomadas curativas una especie de cremas de belleza, para hacer que no se vieran las arrugas. La herida del Sahara es un problema que no se resolvió en su momento y continúa sin resolverse. En el caso de España, diciendo en una ocasión una cosa y al día siguiente otra, dependiendo de si el partido está en el poder o en la oposición. En la cuestión del Sahara vale lo que me dijo mi predecesor, Mons. Francisco Aldegunde Dorrego, primer arzobispo de Tánger, que llevaba muchos años allí y había vivido la experiencia del Ifni anteriormente. Al hablar del tema de la pesca decía que posiblemente los únicos inocentes eran los peces. Por mi parte, en el caso del Sahara solo puedo decir que estoy por el derecho de todos los pueblos”.

Sistach, Amigo y Esteban Larra
Sistach, Amigo y Esteban Larra

La experiencia vivida en torno al libro hizo que la relación y el vínculo con el cardenal Amigo fueran cada vez más estrechos, tanto a nivel personal como profesional. Siendo redactor jefe de la revista Mundo Negro, editada por los Misioneros Combonianos, le pedí que escribiera la última página de cada número, a modo de firma de autor, y estuvo más de dos años colaborando con su maestría, en el contenido y en la redacción. Lo mismo pasó cuando recurrí a él para que prologara el libro de testimonios y reflexiones de vida consagrada, titulado Por mí y por el Evangelio (San Pablo, 2015), en el Año de la Vida Consagrada. Aceptó gustoso, con generosidad. Y lo propio sucedía cuando coincidíamos en alguna celebración de la Provincia de España de los Franciscanos Conventuales, a la que pertenezco, o de la Familia Franciscana en España, especialmente de la Orden Franciscana Secular (OFS), que le invitó a varios actos y efemérides. Escucharle era un placer y verle una nueva ocasión para renovar la confianza mutua que nació de aquellas conversaciones.

Acabo con esta impresión que siempre me dejó y conservo: siendo tan grande y llegando tan arriba, nunca dejó de ser hermano menor. Y bien se puede decir que fue un franciscano (vestido de) cardenal y no tanto un cardenal franciscano.

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