"Denunciar no es cuestión de querer, lo es de poder. Capacidad y no voluntad" Juan Cuatrecasas: "De los niños va, una vez más la cuestión"

"Sé que puedo resultar en exceso insistente, incluso a riesgo de parecer pesado, pero la causa no merece ni un minuto de relajo, es urgente e inaplazable"

"Llevamos ya muchos años asistiendo a actitudes pasivas. Las actitudes son las que diferencian a las palabras de los hechos, las voluntades convierten la palabra en objetivos cumplido"

"Tras la sentencia del Caso Gaztelueta hemos asistido por parte de la Iglesia Católica a una serie de capítulos derrapantes, inapropiados y carentes de la transparencia debida"

"Reclamo y exijo desde estas líneas, en mi nombre como presidente de la Asociación Infancia Robada, y en el de todos y todas, asociados y asociadas, un cambio absoluto de actitud"

"La Navidad puede ser idónea para que todas las víctimas de pederastia eclesial y religiosa se sientan de un vez acompañadas, gratificadas y debidamente atendidas por quienes hasta ahora no han hecho más que hablar"

Erma Bombeck más allá de escritora y periodista, fue una mujer plena en humor que durante su vida buscó hacer felices a los demás.

Esta humorista estadounidense mantuvo una creatividad diversa y en 1978 formó parte del Comité Asesor Presidencial para la mujer y más en concreto en el trámite de la Enmienda de Igualdad de Derechos. Aunque la enmienda no obtuvo la ratificación final del número de estados necesarios para ello, la intervención de esta mujer en el intento pasará a la historia por un trabajo comprometido no ajeno de críticas conservadoras crispadas y fuera del talante debido.

Traigo a Bombeck para comenzar este artículo en referencia a una frase que dejó para la posteridad y que decía algo así como No hay nada más triste en este mundo que despertarse la mañana de Navidad y no ser un niño. Y en efecto, de los niños va, una vez más la cuestión. Sé que puedo resultar en exceso insistente, incluso a riesgo de parecer pesado, pero la causa no merece ni un minuto de relajo, es urgente e inaplazable.

Llevamos ya muchos años asistiendo a actitudes pasivas, falsamente complacientes, relativistas, minimalistas, amnésicas, deliberadamente ignorantes, cuando no, y además negacionistas y objetivamente ofensivas. La pederastia en el ámbito religioso, eclesiástico, no es pecado, es delito y en un Estado Social y Democrático de Derecho, cuando la iglesia católica percibe por varias vías, fondos públicos de financiación, es una obligación inapelable que quienes deben reconocer y reparar a todas las víctimas, lo hagan de una vez sin más demostraciones de cinismo, hipocresía, echando balones fuera.

Las actitudes son las que diferencian a las palabras de los hechos, las voluntades convierten la palabra en objetivos cumplidos. Niños y niñas abusados, agredidos sexualmente por sacerdotes y religiosos, que permanecen ocultos incluso habiendo denunciado los hechos. Ya que, y de nuevo lo repito y lo haré sin desmayo hasta que esta verdad objetiva y probada cristalice en hechos, denunciar no es cuestión de querer, lo es de poder. Capacidad y no voluntad.

Estos delitos, cometidos por parte del victimario, al amparo de la intimidad y con prolongación en una vergonzosa y cobarde impunidad, atentan contra los derechos humanos, los de la infancia, contra la salud pública y sobre todo contra el proceso de forja de la personalidad de los menores vejados y agredidos, con lo que ello conlleva de gravedad. Hay muchos de nosotros, ya adultos, que nos seguimos levantando de la cama en Navidad y seguimos siendo niños y niñas, siquiera sea por el feliz recuerdo infantil que llevamos prendido del corazón. Tal vez los supervivientes de abusos sexuales en la infancia, con independencia del ámbito donde se perpetraron, ya adultos, no puedan gozar de esos recuerdos y emociones al completo, tal vez para ellos y ellas levantarse de la cama en Navidad siga siendo una simple cuestión de supervivencia emocional, de una rutina exenta de sensaciones, casi mágicas.

Tras la sentencia del Caso Gaztelueta y con la rebaja en la condena que el Tribunal Supremo dictó, respecto a la emitida por la Audiencia Provincial de Bizkaia, hemos asistido por parte de la Iglesia Católica, a la que por cierto pertenece el Opus Dei, promotor de un centro escolar en donde su dirección y su consejo de administración lejos de reconocer a una víctima de abusos sexuales continuados, ha defendido al pederasta sin rubor alguno incluso atacando a la víctima y su familia de un modo cuasi delictivo tras la sentencia de la audiencia vizcaína, a una serie de capítulos derrapantes, inapropiados y carentes de la transparencia debida, habida cuenta de la importancia de la institución y de los valores que la sostienen sobre sus cimientos. Primero, silencio. Ese silencio que se convierte en un cómplice miedoso. Una complicidad aberrante, cobarde y que lejos de coincidir con la palabra de Dios, da cobertura a la infamia, a la falta de piedad y humanidad y a un calificativo que navega en aguas turbulentas y que guarda parentesco con lo que habitualmente se define como terrorismo, causar terror, alimentarlo e introducirlo en los hogares afectados por estos delitos.

Si al recurso silente añadimos que en algunos casos la mentira sobrevuela por los muros de Pedro, todo se envilece más aún. La sensación de las víctimas y los supervivientes es de ninguneo, de menosprecio y aberrante negación de sus realidades físicas, psíquicas, emocionales y existenciales. No existe la pederastia en la iglesia, son casos contados, esto ocurre en todos los ámbitos de la sociedad, en el Opus Dei no podemos reconocer que tenemos pederastas en nuestras filas. Por eso callan, someten a sus víctimas a presiones y silencios, buscando que el tiempo y el aburrimiento de los denunciantes públicos ante la falta de respuestas y resultados, someta a la verdad a un abandono en el baúl de los recuerdos.

Uno de los máximos responsables del Tribunal para la Congregación de la Doctrina de la Fe, por ejemplo, envió una carta al colegio, fruto de una presunta investigación del Caso Gaztelueta, realizada por alguien como Silverio Nieto, al que me niego a calificar como sacerdote, hoy en día salpicado por la causa Kitchen, que no se abrió con la transparencia debida y exigida, y se cerró en falso. En esa carta en modelo burofax, ese máximo responsable del tribunal vaticano, sólo enviada a una de las partes del falso proceso y la parcial investigación, y me quedo corto, el ilustre inquisidor pedía reponer el buen nombre del profesor. Tras varios años de proceso en la justicia ordinaria y con el resultado final de una sentencia condenatoria por abusos continuados a un menor en un colegio del Opus Dei, ese mismo inquisidor y por ende la iglesia romana siguen manteniendo esa reparación en beneficio del delincuente pederasta sin que hasta la fecha haya existido ningún comunicado oficial contradictorio. Esto es : para la iglesia de Pedro, un pederasta condenado en firme tiene buen nombre. De la víctima y superviviente, que se levantará la mañana de Navidad y querrá borrar sus terribles flashback ni se acuerdan. Una vez más ninguneo, nulo reconocimiento e inexistente reparación.

Ergo, doble victimización. Una vez más, y van muchas, demasiadas. Es este un caso modelo, explicado con el irrefutable rigor que supone narrarlo desde la experiencia personal, desde la primera persona. Pero sirve para todos los supervivientes que un día denunciaron los delitos y que siguen, variando solo los detalles de la historia pero no el fondo de la misma, haciéndolo sin recibir respuestas ó recibiendo excusas, juegos de trileros ó una vergonzosa ausencia de responsabilidades que en vez de asumirse en nombre de los presuntos principios y virtudes de la fe cristiana, caen al suelo de cemento hechos añicos por la hipocresía y el cinismo. Incluso asistimos perplejos al olvido que el insigne inquisidor dijo enarbolar con respecto a la existencia de ese indigno e infame burofax. Incluso tenemos que aguantar una vez más los polvos bajo las alfombras, el aire cargado a incienso, la ausencia de aire fresco y la presencia de polillas y sotanas de paño grueso estilo Torquemada. Una iglesia que se comporta como arcaica, que vive lejos de la realidad y que sigue creyéndose por encima del bien y del mal, haciendo pecado a través del pecado, pero disimulando el delito e intentando convertirlo en conejo sacado de una chistera recurrente pero poco creíble.

Y ya en el colmo del victimismo, insultan a los supervivientes denunciantes, con acusaciones de pretender acabar con la iglesia, de difamar las estructuras vaticanas, de incendiarios, mentirosos y hasta peseteros. Buscan con ello transformar a las víctimas reales en verdugos y a la iglesia y sus pederastas en víctimas de supuestas conspiraciones. Incluso dan porcentajes en público a la baja y en privado y previo juramento de confidencialidad los alzan convirtiendo la lista de delincuentes en algo más que una colección de casos puntuales. Es indigno y nadie entiende que la iglesia siga manteniendo que hay que reponer el buen nombre del pederasta condenado en firme y por cierto, no encarcelado, tampoco se entiende, y que no tenga una voluntad firme y rotunda de reconocer públicamente y acompañar y reparar a la víctima del delito cometido.

Tal vez ese diablo que sacan a pasear cuando les conviene y que siempre arrojan en modo coercitivo contra los demás, se encuentre a gusto en algún rincón de su casa común, y aún no se hayan apercibido de su presencia o sí lo hayan hecho, pero como en la pederastia sacerdotal y religiosa, sea preferible la ignorancia deliberada, los intentos de amnesia colectiva, pensando bien, y la complicidad con el mal, pensando ídem.

Reclamo y exijo desde estas líneas, en mi nombre como presidente de la Asociación Infancia Robada, y en el de todos y todas, asociados y asociadas, un cambio absoluto de actitud, una salida inmediata y urgente, un reconocimiento plural y singular, una creación de comisiones de atención valientes, certeras, directas, transparentes y fiables, así como cauces claros de información previos y posteriores a las gestiones realizadas, monitorización externa del ejercicio de las funciones y protocolos de actuación, un antes y un después real no solo de palabra y papiro, sino basado en hechos reconocibles y auténticos.

Los supervivientes necesitan ya una solución, una interlocución directa, lejos de cumbres palaciegas y túnicas purpúreas. Lejos de silencios y timbres de voz estériles. Lejos de cloacas y engaños, cerca de las víctimas. De momento, los supervivientes nos seguimos sintiendo ofendidos, menospreciados, negados y agredidos hasta la extenuación.

Al tiempo que escribo este artículo me llega la noticia de la salida a la luz de un informe preliminar que la Comisión Real ha elaborado en Nueva Zelanda y que cifra en 250.000 las víctimas de abusos y agresiones sexuales en la infancia y adolescencia durante cinco décadas en aquel país. Esto siendo conscientes, hay que dejarlo claro, que no todas las víctimas denuncian, por miedo, presiones y coacciones.

En la vecina Australia, la Comisión Real ya recomendó en 2018 a la iglesia católica el levantamiento del secreto de confesión en los casos de pederastia y la eliminación del celibato. Es preciso y no veo error o falta de competencia en ello, ya que la Iglesia recibe dinero público en España, que en nuestro Estado Social y Democrático de Derecho, se tomen en seria consideración recomendaciones y maniobras en esa misma dirección. Y lo es no por revelación política, sino para dar brillo a la justicia, a la verdad y apoyar con empatía a quienes un día tuvieron la desgracia, nunca el error, de estar en el sitio equivocado en la compañía equivocada.

El Vaticano y sus largas prolongaciones cardenalicias, obispales y arzobispales en España y en el resto del Mapa Mundi, debe dotar a investigadores, a sus jueces y tribunales de mayores medios humanos y de infraestructuras, para desarrollar sin más demoras o excusas la gran labor pendiente que sigue, a cada minuto que pasa sin respuestas, lastrando su credibilidad, porque ya no es creíble que no se den cuenta de tanta desidia y negación y sobre todo del daño que esto causa en sus propias víctimas y supervivientes de delitos de pederastia.

Termino citando a otro escritor, además de ingeniero y poeta colombiano, Jorge González Moore, que afirmó la indiferencia es el apoyo silencioso a favor de la injusticia, y que complemento con otra aseveración del genio Albert Einstein, el mundo no está en peligro por las malas personas, sino por aquellas que permiten la maldad. Del refranero español, fuente inagotable de sabiduría, surge mi sentencia final o parte de ella, la probabilidad de hacer mal se encuentra cien veces al día, la de hacer bien una vez al año. Espero que esta última, la de hacer bien, coincida con la Navidad, época que más allá de celebraciones familiares y comidas especiales, puede ser idónea y coincidente para que todas las víctimas de pederastia eclesial y religiosa se sientan de un vez acompañadas, gratificadas y debidamente atendidas por quienes hasta ahora no han hecho más que hablar y redactar, pero sin hechos sinceros y certeros que escolten la liturgia.

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