"La praxis filipina pasa olímpicamente de la cuestión de la naturaleza sacramental de la unión de los homosexuales" Derrochar agua bendita: A propósito de 'Fiducia supplicans' desde Filipinas

Agua bendita
Agua bendita

"La reciente declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Fiducia supplicans, ha levantado una polvareda mas no tanto en estas islas magallánicas … Es este un país enamoradísimo de las bendiciones (y por lo tanto, de los dispensadores de las mismas, es decir, los clérigos). Hasta el punto de ser supersticioso, pensando que las mismas traen consigo la suerte, la victoria o la solución a un problema"

"La homosexualidad es muy tolerada, mejor dicho 'aceptada' pero de manera 'discreta' o no muy explícita, más bien 'pragmática' … Gran parte de la gran estrategia económica parroquial es saber sacar provecho de los feligreses homosexuales que, amén de ser notorios por su generosidad material, tienen fama de ser creativos o artísticos, capaces de la pompa e incluso del histrionismo que es lo que atrae a las masas en este país"

"Los críticos de Fiducia supplicans, además de carecer de sensatez, no tienen una visión realista de la iglesia: de que no somos un pueblo de perfectos, de que somos una comunión por nuestra diversidad de estilos de vida. Lo que optan por maldecir acabarán maldiciendo a sí mismos"

"El bendecir es un don que hemos de acoger y ejercer; es don y tarea, hasta el punto de derrochar, derramar toneladas de agua bendita si fuera necesario"

La reciente declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Fiducia supplicans, ha levantado una polvareda mas no tanto en estas islas magallánicas, muy conocidas por su fe constante, devoción ardiente y su política desconcertante.  Pero sí se alegraron los pro-LGBTQ+, y se escandalizaron algunos de los ‘viejos católicos, también llamados ‘católicos cerrados’ en estas islas que fueron durante más de cuatrocientos años feudo de la corona española. 

Campaña en defensa del Papa: Yo con Francisco

Me temo que, en este país más obsesionado con los móviles y las aplicaciones que con los textos impresos, solo pueden contarse con los dedos de la mano los que han leído con parsimonia la mencionada declaración que tenía por punto de partida la respuesta bien elaborada del papa a los dubia de algunos purpurados (quienes desgraciadamente se portaron como un grupo de presión más que como un conjunto de pastores). 

No obstante, es un verdadero ‘mini-tratado’ sobre los sacramentales que todo cristiano (y hombre de buena voluntad) debería leer, inspirado quizá en desde aquel reto evangélico plasmado en esta consigna: ‘El vino nuevo en odres nuevos’ (Mc. 2, 22).  

Muy accidentada la historia no tan larga de esta declaración.  Mucha polvareda desde su publicación. Las aclaraciones emitidas por el mismo Dicasterio el 04.01.2024 no han logrado apaciguar los ánimos.  Aquí en Filipinas, es business as usual.   No en otros países donde pululan enemigos acérrimos del papa Francisco. Tal vez estemos presenciando los comienzos de un cisma.  O al menos, de un acto abierto de rebeldía a las directrices del Sumo Pontífice de parte de los que se autoproclaman católicos (o verdaderos católicos).  Desafortunadamente, todo esto se debe no a convicciones cristianas firmes sino a una miopía farisaica.  En Filipinas, no es esta la enfermedad eclesial predominante sino el clericalismo.  Las bendiciones son el pan (o el arroz) de cada día de nuestros clérigos.  Por medio de las mismas ejercen un control formidable en los feligreses.

Es este un país enamoradísimo de las bendiciones (y por lo tanto, de los dispensadores de las mismas, es decir, los clérigos). Hasta el punto de ser supersticioso, pensando que las mismas traen consigo la suerte, la victoria o la solución a un problema. Las bendiciones son la ‘panacea’ para todas nuestras crisis. Todo se bendice, hasta el dinero (en metálico o simbolizado por monedas como en las bodas), talonarios bancarios, títulos de bienes raíces, los animales de compañía, los nuevos calendarios (en una parroquia en la Archidiócesis de Manila para recaudar los fondos el párroco dijo que bendeciría los calendarios comprados del despacho parroquial), los vehículos, las instalaciones de los negocios, los títulos de los bienes raíces, etc. 

Es posible que los dueños de los mismos piensen en fines no del todo lícitos u honrados en su uso mas este detalle no es el criterio imperante entre los pastores a la hora de rociar generosamente con agua bendita (puesto que por aquí el elemento más importante del rito de bendiciones no es el acto de trazar la cruz sobre las personas u objetos ni las fórmulas oficiales o extemporáneas sino la cantidad de agua bendita que se derrama).  

Filipinas es un desierto material, cultural y espiritualque anhela el riego divino desde lo alto por lo que el agua bendita es algo que no podría faltar en estos ritos. Y si el acto se hace en público o delante de los demás feligreses, ¡tanto mejor!  a bendición sacramental de la que sale uno muy empapado del agua bendita es motivo de orgullo entre los feligreses que alardean de las bendiciones recibidas de sus pastores, evocando muchas veces las inundaciones que nos asolan durante la estación de los tifones y monzones, ya que en esta tierra el acicate social se funda en las comparaciones que siempre tienen no solo una base concreta sino sobre todo notoria o pública.  Como me dijeron más de una vez varios sacerdotes de estas islas: ‘Más agua bendita, ¡cuánto mejor!’ Incluso no se limpian con un pañuelo las gotas de agua bendita rociada en los artículos religiosos tras el rito (que a veces manchan cuando se bendicen a estatuas de madera, por ejemplo) por la creencia que son los signos visibles de la bendición divina.

La homosexualidad es muy tolerada, mejor dicho ‘aceptada’ pero de manera ‘discreta’ o no muy explícita, más bien ‘pragmática’. en este país mayormente católico. Precisemos. Los pastores, que saben que necesitan a estas personas, son los cómplices de las mismas. La mayoría de los homosexuales que viven su homosexualidad abiertamente en esta tierra y que figuran en los saraos de la alta sociedad filipina, son oficialmente ‘conservadores’ por considerarse hijos devotos de la Santa Madre Iglesia. Por lo tanto, muestran su acuerdo con lo de no permitir el matrimonio eclesial entre homosexuales, insistiendo en que este es exclusivamente para hombre y mujer.  

"Gran parte de la gran estrategia económica parroquial es saber sacar provecho de los feligreses homosexuales que, amén de ser notorios por su generosidad material, tienen fama de ser creativos o artísticos, capaces de la pompa e incluso del histrionismo que es lo que atrae a las masas en este país, sobre todo para eventos con fines lucrativos muy especiales como fiestas, procesiones, coronaciones canónicas"

La realidad es siempre fluida. Para poder sobrevivir en ella, es necesario ser flexible, creativo, pragmático.  Esto lo sabemos muy bien los filipinos. Los pastores filipinos en general son buenos managers económicos de sus parroquias. Gran parte de la gran estrategia económica parroquial es saber sacar provecho de los feligreses homosexuales que, amén de ser notorios por su generosidad material, tienen fama de ser creativos o artísticos, capaces de la pompa e incluso del histrionismo que es lo que atrae a las masas en este país, sobre todo para eventos con fines lucrativos muy especiales como fiestas, procesiones, coronaciones canónicas. 

En todas las actividades para la recaudación de fondos ocupan lugares de honores los feligreses que viven su homosexualidad de manera pública. Que yo sepa, solo una vez se criticó la participación o estilo de organización de los homosexuales de manera pública en las procesiones religiosas en Filipinas. Fue en 2008 cuando el Cardenal Gaudencio Rosales de Manila quería prohibir la participación de homosexuales en una procesión religiosa (la Santacruzan del mes de mayo en que se conmemora la Invención de la Santa Cruz por santa Helena, madre del emperador Constantino), pues estos querían convertirlo todo en un desfile de moda y concurso de belleza caracterizados por el travestismo. Este gesto del purpurado fue más bien una llamada a la sobriedad y decoro y no una prohibición a los homosexuales en sí.

"La praxis filipina pasa olímpicamente de la cuestión de la naturaleza sacramental de la unión de los homosexuales. La praxis filipina, por así decirlo, simplemente bendice a las personas … Lo que hagan estas personas en la intimidad de sus alcobas no entra en la mente de los pastores "

De hecho, la bendición discreta de personas y parejas homosexuales, en general, desde tiempo ya figuraba en la praxis de la iglesia filipina si bien no de una manera explícita o pública pero sí de manera discreta e implícita. Los pastores, quienes sacan provecho de las personas homosexuales, hacen la vista gorda cuando se bendicen a las personas a la vez, por prudencia, evitan cualquier gesto que pueda equivalerse a una aprobación institucional o eclesial a las parejas homosexuales. 

En otras palabras, la praxis filipina pasa olímpicamente de la cuestión de la naturaleza sacramental de la unión de los homosexuales. La praxis filipina, por así decirlo, simplemente bendice a las personas. Lo que hagan estas personas en la intimidad de sus alcobas no entra en la mente de los pastores a la hora de presidir estas mismas bendiciones pero sí entra en el tema de las conversaciones clericales. Es un hecho harto sabido que en el marujeo eclesial filipino los únicos rivales de las beatas son los clérigos.  Lo que suele llamarse sobremesa en mesas clericales o recreación en casas sacralizadas es nada menos que chismorreo levítico (o monjil o frailuno en algunos casos).

Otras personas cómplices de los pastores son los políticos y ricos. Son los grandes bienhechores no solo de las parroquias sino también de los mismos sacerdotes y seminaristas (también religiosos y religiosas). Estos los bendicen en público, delante de los feligreses en misas (sobre todo durante el ofertorio y otros ritos paralitúrgicos como la coronación de imágenes, descubrimiento de placas o monumentos, inauguración de centros, etc. hasta el punto de prolongar indebidamente las celebraciones litúrgicas). A pesar de las reservas expresadas tantas veces por los más prudentes (porque puede que se tenga la impresión equivocada de que una bendición de políticos en tiempos de los comicios es un refrendo eclesial de los mismos pese a su fama negativa), la praxis de bendecir a los políticos o gobernantes sigue siendo muy extendida en este país que vive de espectáculos, dineros, de subvenciones, de relaciones, de ‘enchufes’, etc.

"Desde una perspectiva pastoral, no debemos juzgar a las personas por su condición o por su intención. He aquí la mentalidad detrás de la praxis filipina en lo que a las bendiciones públicas de personas se refiere, pues siempre se puede sacar provecho de las mismas"

Desde una perspectiva pastoral, no debemos juzgar a las personas por su condición (como las parejas homosexuales cuyos derechos civiles deberían ser respetados y protegidos por la legislación) o por su intención (como los políticos que muchas veces usan su oficio para beneficiarse a sí mismos y a sus familiares y aliados y no al pueblo en general). He aquí la mentalidad detrás de la praxis filipina en lo que a las bendiciones públicas de personas se refiere, pues siempre se puede sacar provecho de las mismas.

Devoción filipna

La vida en Filipinas es dificilísima y fragilísima. La precariedad es la clave principal para comprender la realidad filipina, incluyendo la realidad de la devoción filipina: la expresión de la fe del pueblo y su incesante súplica por las bendiciones. La iglesia es el depositario de las bendiciones. La iglesia tiene el papel, la función, la potestad de dispensar las mismas. Puede que los pastores filipinos sean generosos con sus bendiciones por motivos no del todo honrados (los estipendios, la ayuda material, la influencia social de las personas que solicitan las bendiciones con estilos de vida no del todo aceptables desde el punto de vista moral). Quizá en muchos casos más por la conveniencia que por la convicción de parte de nuestros pastores que en público predican la misericordia y la comprensión. Nuestros pastores saben de sobra que Dios es la fuente de toda la gracia y que la iglesia tiene el cometido de participar y hacer participar en esta generosidad.

A la vez, estos mismos pastorestampoco son del todo ‘perfectos’. Todo el mundo sabe y acepta que en muchos aspectos sus curas dejan mucho que desear pero ahí están, muchas veces como autómatas, para proferir o echar bendiciones, muchas veces a cambio de algo por lo cual puede deducirse sin titubeos que el acto de bendecir es el negocio eclesial más rentable en Filipinas. En Filipinas, una bendición siempre es correspondida por una ofrenda o estipendio de parte de los feligreses.

Menos mal que en Filipinas siempre se optan por bendecir aunque sea a cambio de alguna ofrenda. Los que no quieren bendecir han optado por maldecir. Lamentablemente hay algunos que se esconden detrás de tradiciones o se esconden detrás de muros de consideraciones culturales formidables en su propio país. Se han olvidado de la teología de la inculturación por la que han entrado en la gran Iglesia aportando lo propio, lo peculiar, lo distinto de su identidad. Los críticos de Fiducia supplicans, además de carecer de sensatez, no tienen una visión realista de la iglesia: de que no somos un pueblo de perfectos, de que somos una comunión por nuestra diversidad de estilos de vida. Lo que optan por maldecir acabarán maldiciendo a sí mismos.  Muchos lo llaman ‘karma’. Yo prefiero llamarlo, junto a un gran intérprete del pensamiento de san Juan de la Cruz, ‘Pedagogía de Dios’.

"Los críticos de Fiducia supplicans, además de carecer de sensatez, no tienen una visión realista de la iglesia: de que no somos un pueblo de perfectos, de que somos una comunión por nuestra diversidad de estilos de vida. Lo que optan por maldecir acabarán maldiciendo a sí mismos"

Lo que nos unen a todos es el deseo de la salvación, la comunión con el Dios de Jesucristo que nos derrama a todos su Espíritu sin tener en cuenta nuestra orientación sexual, política, social, cultural, etc. 

Es tristeque haya muchos que no quieren optar por el Dios generoso, dadivoso, misericordioso sino por sus ídolos egocéntricos, por sus baales gnósticos, por sus dioses excluyentes. Por su egoísmo han rechazado la eclesialidad tal cómo Jesús la concibió al soñar con el Reino de los Cielos, han optado por el otro camino y lo saben. No recuerdan o no quieren hacer caso a aquellas palabras de Jesús: ‘No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores’ (Mc. 2, 17).  Son como los que querían apedrear a la mujer adúltera (Jn. 8, 1-11) cuyas vidas no del todo honradas pero ocultas fueron trazadas al parecer por el mismo Jesús en el suelo o como aquel hermano mayor que se disgustó cuando el Padre pródigo, dadivoso, misericordioso acogió al hijo que había malgastado toda su herencia (Lc. 15, 11-32).

Al menos los pastores filipinos, en general, pese a sus intereses egocéntricos, no tienen fama de escatimar el agua bendita a sus feligreses, pues tampoco tienen fama de tener escrúpulos a la hora de cosechar de la tierra fértil y generosa que habían regado con lo que a veces se denomina ‘agua del cielo’ que trae suerte o bendición desde arriba (como la lluvia sobre todo en tiempos de sequía). Me refiero a las personas, incluyendo a los más pobres quienes son los que más dan en el cepillo, son los más fecundos a la hora de dar, a la hora de la vendimia, de la cosecha sobre todo para diversos proyectos parroquiales o para los caprichos personales de los pastores.  

"Gracias a los inseparables contenedores de plástico de agua bendita, estos curas seguirán medrando en esta sociedad filipina, usando a las personas bendecidas"

Gracias a los inseparables contenedores de plástico de agua bendita (muy pocas veces he visto el uso del hisopo y el aspersorio en estos pagos), estos curas seguirán medrando en esta sociedad filipina, usando a las personas bendecidas, donde las escalas siempre van hacia arriba pero con casi nulas mejoras en la vida económica de sus ciudadanos por lo que las demandas por las bendiciones son elevadísimas.

A la postre -y esto lo han aprendido bien los pastores filipinos por su propia experiencia material-, es mejor derrochar agua bendita que escatimarla puesto que nunca podríamos agotar la infinita generosidad de Dios, fuente de toda la bendición a quien todos debemos bendecir al bendecir a nuestros hermanos.  Incluso en los funerales aunque los difuntos ya no volverán a despertarse o levantarse o no hay cantidad de agua bendita suficiente para reducir las penas del purgatorio o del infierno.  Al menos, los difuntos ‘regresan’ en forma de los donativos de la familia doliente a la iglesia tras los ritos fúnebres.

"A la postre -y esto lo han aprendido bien los pastores filipinos por su propia experiencia material-, es mejor derrochar agua bendita que escatimarla puesto que nunca podríamos agotar la infinita generosidad de Dios"

Nuestro Dios es el Señor derrochador. ¡Siempre se nos da de balde! Hemos de participar en su derroche cuyo punto culmen fue el autovaciamiento (kénosis) de Cristo en la Cruz y este mismo Cristo Crucificado al Resucitar derramó sobre nosotros el Espíritu. El Dios bendecido por los hombres bendice a los mismos y hace que sean capaces de bendecir. El bendecir es un don que hemos de acoger y ejercer; es don y tarea, hasta el punto de derrochar, derramar toneladas de agua bendita si fuera necesario.

¡Dios quiera que haya un diluvio de agua bendita en la iglesia! ¡Dios quiera que todos nos derramemos mutuamente agua bendita en esta iglesia!  En nuestra iglesia, se acoge a los pecadores.  Vivimos conforme a la economía de la salvación. Lo que no se acoge es la intolerancia, el odio, el acaparamiento de la bendición divina.

"El bendecir es un don que hemos de acoger y ejercer; es don y tarea, hasta el punto de derrochar, derramar toneladas de agua bendita si fuera necesario"

Cerramos con la conclusión de la declaración que nos ha movido a menear la pluma en esta ocasión: ‘este Dicasterio quiere finalmente recordar que «esta es la raíz de la mansedumbre cristiana, la capacidad de sentirse bendecidos y la capacidad de bendecir […]. Este mundo necesita bendición y nosotros podemos dar la bendición y recibir la bendición. El Padre nos ama. Y a nosotros nos queda tan solo la alegría de bendecirlo y la alegría de darle gracias, y de aprender de Él a no maldecir, sino bendecir». De este modo, cada hermano y hermana podrán sentirse en la Iglesia siempre peregrinos, siempre suplicantes, siempre amados y, a pesar de todo, siempre bendecidos’ (Fiducia supplicans, 45).

Jesús

Volver arriba