"No nos dejemos robar, por miedo a la muerte, el Estado democrático" Emilce Cuda: "Estamos sitiados entre dos frentes: el viral y el liberal"

Restricciones en Israel por el coronavirus
Restricciones en Israel por el coronavirus EnlaceJudío

"El coronavirus no solo afecta los pulmones humanos, sino también el corazón del Estado, esto es, la potestad de jurisdicción sobre los bienes y los cuerpos"

"La cuarentena preventiva y solidaria prioriza la vida sobre la economía"

"Visibiliza en los medios de comunicación los cuerpos descartados, hasta ahora invisibilizados"

Acá estamos. Todos en la misma barca. Sitiados entre dos frentes: el viral y el liberal. De la unidad depende la salvación. Se trata de soberanía, no de economía. La disputa es por identidad. El coronavirus no solo afecta los pulmones humanos, sino también el corazón del Estado, esto es, la potestad de jurisdicción sobre los bienes y los cuerpos. Quién decide. Quién salva. Ahí donde está el poder de decisión para declarar o impedir la cuarentena, está el Estado. Se sabe que los amos están dispuesto a arriesgar la vida por puro prestigio, antes que ceder a la unidad popular. Y el pueblo, ¿donde está? Hay que ser creativos, dijo el Papa a los pueblos: nada ni nadie se salva solo. Un desafío escatológico-político antes que ético-humanitario. 

Ante las consecuencias nefastas de una pandemia en tiempos de sociedades neopropietaristas -como las llama Piketty-, unos creen que la salvación es económica y discuten sus razones. Otros creen en la política y deciden salvarse uniéndose. ¿Qué hacer? ¿Creer que la libertad económica salva según afirman los falsos profetas, o creer en la unidad política del pueblo -que es unidad en la diferencia-, sin la cual nada ni nadie se salva, como proclama el Papa? 

En este escenario de conflicto existencial, ciudadanos del sector social medio, ejerciendo su libertad negativa, expresan su voluntad individual en un modo que últimamente dista mucho de ser razonable.

Movimientos restringidos  ante la epidemia de coronavirus en Argentina
Movimientos restringidos ante la epidemia de coronavirus en Argentina ANSA

No lo hacen como antaño, con la pura filosofía escolástica, tampoco con la endemoniada sociológica decimonónica, ni mucho menos con la mística de la cultura popular, sino tan sólo con la mediación apasionada y arrítmica de las cacerolas. En Argentina, por ejemplo, mientras la unidad política del pueblo representada en su presidente aclama la vida, los sectores medios -quienes resisten unirse al pueblo-, reclaman la bolsa. ¿Qué irrita más de esta pandemia, perder dinero o perder poder? 

Esta situación antagónica que desató un enemigo impersonal y sin vida, se repite en varios países donde los gobiernos están frente al conflicto moral social de decidir si responder al clamor de los pobres y de la tierra, al Estado neoliberal, o a las mafias. Muchos territorios están controlados por Estados paralelos que deciden la circulación de los cuerpos y el reparto de los bienes, al margen del Estado de derecho. A estos la pandemia dará más poder territorial ya que serán los que tengan el dinero contante y sonante para atender necesidades vitales en medio de la crisis económica financiera que se avecina. Esta situación, que hasta ahora era una realidad latinoamericana, se replicará en otros contextos continentales, ya sean estos americanos o europeos.  Si eso ocurre, se hipotecará la vida por un plato de lentejas. Eso afectará a todos, porque todos estamos en la misma barca, los sectores medios también. 

"Esta situación, que hasta ahora era una realidad latinoamericana, se replicará en otros contextos continentales, ya sean estos americanos o europeos.  Si eso ocurre, se hipotecará la vida por un plato de lentejas"

Emergencia sanitaria en Guayaquil, Ecuador
Emergencia sanitaria en Guayaquil, Ecuador

En el caso argentino, la unidad política del pueblo representada en un gobierno democrático tomó la decisión de declarar el Estado de situación, consistente en un aislamiento obligatorio y momentáneo -es decir, una cuarentena preventiva y solidaria-, priorizando la vida sobre la economía. Algo que, preventiva o tardíamente, se está repitiendo en varios países. Sin embargo, en el país del Papa Francisco desató las furias entre los empresarios quienes, en respuesta y por pura provocación, también tomaron una decisión: despedir trabajadores en medio de la pandemia, al margen de la mesa de diálogo social, sin amenaza de quiebra. ¿Lo hicieron por fines económicos o políticos? Lo hicieron por decisión, y punto. Lo que está en disputa no son los salarios, sino los cuerpos. Lo que se juega es quién es el soberano, es decir, dónde está el Estado. ¿Qué se está jugando en este escenario viral: el futuro de la economía o del Estado? 

En el caso argentino, los sectores medios se sintieron expresados por un empresario en quien creen ver representados sus reclamos egoístas amenazados por un Estado que, según ellos, está aprovechando el encierro de sus cuerpos para avanzar sobre sus derechos propietarios inalienables. La cuarentena les hace ver, por un lado, que con su cuerpo y con sus bienes no hacen lo que quieren porque, ante la amenaza de muerte violenta, el Estado existe.

Por otro lado, la cuarentena visibiliza en los medios de comunicación los cuerpos descartados, hasta ahora invisibilizados, exhibiéndose libre e impunemente en el espacio público, ya sea: vivos en las villas miseria y barrios suburbanos de Argentina y Brasil, muertos en las calles de Ecuador, o enfermos en los estacionamientos de Estados Unidos.

Pobreza en Argentina
Pobreza en Argentina

Son los cuerpos de los otros, a los cuales ahora no se los puede encerrar porque el Estado no les garantizó previamente el derecho fundamental e inviolable a la propiedad con techo, tierra y trabajo, sino todo lo contrario. Tampoco se los puede encerrar en hospitales y cárceles, porque representan una amenaza mayor.

Finalmente, esto es cuestión de gusto -diría un kantiano. La actual crisis, a la que el Papa Francisco llama ecológica porque es al mismo tiempo ambiental y social, tiene raíz liberal, no viral. Algunos piensan que la libertad consiste en hacer y tener lo que a cada uno le gusta, y condenar legalmente lo que no le gusta que haga y tenga el otro. Dentro de esa lógica, robar un pan merece el infierno, y estafar al Estado un paraíso fiscal.

Creen que “lo que me gusta”, por eso mismo es bueno y verdadero para todos. Por si fuera poco semejante exhibición pública de egoísmo, cuando cuentan con la astucia para llegar a los parlamentos sucede que, mientras todos afuera discuten dignidad, algunos dentro convierten su gusto en derecho inalienable y hacen de su palabra la ley -como si la vida fuese un bolero mexicano.

"Son los cuerpos de los otros, a los cuales ahora no se los puede encerrar porque el Estado no les garantizó previamente el derecho fundamental e inviolable a la propiedad con techo, tierra y trabajo"

Cuando se confunde la idea impuesta por el sistema de lo que debe ser el mundo, con lo que el mundo impone a la mirada como real y, además, se promueve lo individual como  universal: ¿Se está actuando libremente o se está acatando sumisamente? ¿Estoy decidiendo a partir de una realidad que amenaza de muerte y por eso se impone como fin moral práctico y político ineludible porque la vida es un fin en sí mismo, o estoy eligiendo una idea que le exhibe la razón el sistema como promesa estética de consumo y felicidad? Si esto último fuese así, lo que creo que es un libre acto de decisión, no sería más que una lamentable caída en la tentación. Utilizar vocablos “religiosos” en el siglo XXI “secular” no resulta conveniente pero sí sorprendente; y de eso se trata. 

Solo la verdad nos hará libres, dice el Antiguo y el Nuevo Testamento (Nu. 16; Jn 8, 31-42). ¿Dónde está la verdad: en la idea de acumulación y consumo como lo bueno al costo de la contaminación y el desempleo, o en la realidad concreta de la tierra y de los seres humanos -ahora todos- clamando por supervivencia? Si la verdad está en la realidad y no en la idea -como dice Francisco en Evangelii Gaudium-, entonces la libertad consiste en el acto político de decidir qué hacer para atender satisfactoriamente esa necesidad vital universal, resistiendo el egoísmo.

Familiares con mascarillas hacen consultas para poder despedir a sus seres queridos en un cementerio de Guayaquil (Ecuador)
Familiares con mascarillas hacen consultas para poder despedir a sus seres queridos en un cementerio de Guayaquil (Ecuador)

Cuando el evangelio de Juan dice que solo si se permanece en la verdad se podrá ser libre, desoculta un contradicción al interior de un liberalismo que es patético. Ya no se trata de decisiones éticas, en el sentido de un ethos como voluntad de una comunidad que, en tanto pueblo, decide libremente su forma política de vivir. Es patético porque domina el pathos, en tanto deseo ilimitado de un individuo que, tentado por la sociedad de finanzas, acumulación y consumo, defiende lo económico sobre lo ecológico, desatendiendo lo escatológico: nadie se salva solo. 

En los tiempos de coronavirus, la dialéctica del amo y el esclavo vuelve a los escenarios urbanos y despliega todo su poder de seducción. Algunos prefieren el status -solo esplendoroso para un 10%-, que le ofrece un sistema en decadencia, a la intervención de un Estado democrático que, mediante la redistribución del trabajo y su producto, garantice una vida sencilla pero digna a todos. Para gloria de Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres, son solo algunos los seducidos por ese otro enemigo, también impersonal y sin vida, al que llaman capital, pero hacen mucho ruido y confunden a los pobres cristos. 

En este escenario dramático y oportuno, donde la banca parecería que está a punto de mezclar y dar de nuevo los naipes, nadie se privó de sentarse a la mesa lúdica de la política. Salieron los sectores medios a defender la renta y el prestigio que ya no tienen. Salió la izquierda a intentar reunirse una vez más con la esperanza de reinventarse y arrebatarle finalmente la clase media al sistema. Salieron los movimientos sociales populares a organizar la comunidad, aprovechando la mano solidaria de un Estado en situación excepcional. Salieron los intelectuales progresistas para advertir que un Estado en situación excepcional puede volverse permanente. 

"¿Dónde está la verdad: en la idea de acumulación y consumo como lo bueno al costo de la contaminación y el desempleo?"

Suburbios
Suburbios

También salió el Papa, una tarde romana húmeda y oscura. Salió con la decisión soberana de quien representa a todos los pueblos que lo aclaman, a enfrentar al Enemigo impersonal y sin vida. Sin embargo, siguiendo la lógica profética, no le habla al poderoso, sino al débil, para que se libere del miedo a la muerte, no dude que la verdad está en la unidad, y no caiga en la tentación de idolatrar la legión de los falsos dioses -porque no es uno, sino muchos-, pensando que con eso se salva (Mc 5.9). Le dice al pueblo -que siempre es fiel pero susceptible de ser tentado por el fetiche del dinero convertido en capital financiero -es decir, la representación de la representación-, que todos estamos en la misma barca, que nadie se salva solo.

Permanecer en la barca, en términos políticos, es permanecer en la unidad de la comunidad que se manifiesta en la aclamación por la vida buena. Lo bueno no es algo que se elige libremente como piensan los egoístas. Como en la alegoría de la caverna, todos corremos el riesgo de confundir la burda exhibición de la riqueza de algunos con lo bueno, cuando en realidad no hace otra cosa que proyectar su sombra sobre la vida de todos. Cuando en el evangelio, el joven rico preguntó a Jesús qué hacer para salvar la vida, el Maestro respondió: unidad (Mt 19. 16-30 ). Sin unidad no hay pueblo, y sin pueblo no hay Estado, ni siquiera administración. Solo hay control de bienes y cuerpos. 

Libertad en política, no significa autogestión de los cuerpos y los bienes, como si todos fuésemos empresas unipersonales. Así no se salva nadie. Libertad política significa mirar la realidad, no la idea, decidir creer en la realidad como verdad, y tomar la decisión de hacerse cargo de su clamor por la vida. En moral social, es decir en política, no se discierne libremente sobre cuál fin me gusta más. Eso no es libertad, ni política. Eso es capricho. Cuando la muerte amenaza, la realidad se impone como fin ineludible, y libertad es atender esa demanda comunitariamente en contra de la tentación de proteger mi bienes materiales como único e inalienable derecho fundamental. Si ese fenómeno existe, se trata del estado público de una comunidad organizada. No nos dejemos robar la dignidad, ni nos dejemos robar, por miedo a la muerte, el Estado democrático

Francisco, solo en San Pedro
Francisco, solo en San Pedro

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