Expectativas para el nuevo Papa: la actualización de la doctrina social

"Existe, por lo tanto, una responsabilidad comunitaria, no basada en recetas concretas que pretendan ser universales, sino en la búsqueda de una convergencia en principios de reflexión, criterios de juicio"

"El principal problema que hereda el nuevo pontífice en materia de doctrina social es el clásico doble standard, heredado del preconcilio"

"El doble standard se refiere a las fórmulas más flexibles adoptadas en materia económica y social"

"La aspiración a la paz no puede separarse del reconocimiento de la existencia de condiciones para la legítima defensa, incluso armada, frente a los agresores"

León XIV y la Doctrina social

Creo que debemos partir de lo que queda del texto posconciliar que ha demostrado ser el más profético a largo plazo, la Octogesima Adveniens de Pablo VI, que afirma, ante todo, una gran verdad, válida tanto para cuestiones de doctrina social como, creo, también para resolver algunos problemas pendientes dentro de la Iglesia. 

El Papa Montini señala que «las situaciones en las que los cristianos se ven involucrados, voluntaria o involuntariamente, son muy diferentes según el país, los sistemas sociopolíticos y las culturas» (n. 3) y que, por lo tanto, «ante situaciones tan diversas, nos resulta difícil pronunciar una sola palabra y proponer una solución de valor universal. Al fin y al cabo, esta no es nuestra ambición ni nuestra misión. Corresponde a las comunidades cristianas analizar objetivamente la situación de su país, esclarecerla a la luz de las palabras inmutables del Evangelio, extraer principios de reflexión, criterios de juicio y directrices para la acción de la doctrina social de la Iglesia, tal como se ha desarrollado a lo largo de la historia» (n. 4).

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Pablo VI

Existe, por lo tanto, una responsabilidad comunitaria, no basada en recetas concretas que pretendan ser universales, sino en la búsqueda de una convergencia en principios de reflexión, criterios de juicio y directrices para la acción «también con todos los hombres de buena voluntad».

De ser así, el principal problema que hereda el nuevo pontífice en materia de doctrina social es el clásico doble standard, heredado del preconcilio y que marca una falta de adaptación con respecto a la enseñanza conciliar, y en concreto a la Gaudium et Spes.

Este doble standard se ha mantenido en función de los temas tratados, que ya no encuentran fundamento en el Concilio, y que en los últimos años se han traducido en la fórmula de principios o valores innegociables. Una fórmula que el papa Francisco declaró deliberadamente querer superar, que deliberadamente no repitió en ningún texto, pero que no ha recibido una clara actualización orgánica y positiva.

El doble standard se refiere a las fórmulas más flexibles adoptadas en materia económica y social, donde no existe una cadena de hierro que conecte los principios con las soluciones concretas, y en cambio se enfatiza el carácter histórico contingente de las mediaciones concretas respecto a cuestiones de la vida y la sexualidad, cuestiones que en francés se definen como societales (en italiano, derechos civiles), donde parece existir, en cambio, un mecanismo rígido entre principios y soluciones admitidas o excluidas.

Papas

Esto no significa que en la Iglesia y en la sociedad no debamos confrontarnos también sobre soluciones específicas, sobre su adecuación a principios, criterios y directrices, pero cuanto más nos acercamos a opciones concretas y cuestionables, más respeto debemos tener también por las evaluaciones inevitablemente diferentes y por el sentido del realismo cristiano que excluye, siempre en referencia a la Octogesima Adveniens, «soluciones que prometen, no sin ilusión, un mundo definitivamente mejor».

Por esta razón, la aspiración a la paz no puede separarse del reconocimiento de la existencia de condiciones para la legítima defensa, incluso armada, frente a los agresores. La valorización de la familia fundada en el matrimonio no puede aislarse del reconocimiento del carácter positivo de otras formas de convivencia estable, afectiva o solidaria; y el rechazo de las formas de eutanasia en detrimento de los más débiles e indefensos debe combinarse siempre con la evitación de formas de obstinación terapéutica que la evolución de la medicina lleva a amplificar.

De manera más general, conviene recordar, a partir de la Declaración Conciliar Dignitatis Humanae, que la dignidad de la persona no puede ser dañada por una expansión excesiva del derecho penal, incluso ante una conciencia errónea, y que sobre esta valorización de la libertad se ha basado la expansión de las democracias a partir de los países católicos, a partir del Concilio Vaticano II, expansión que hoy está siendo puesta en cuestión por las llamadas democracias iliberales.

Concilio Vaticano II

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