Diálogo interreligioso: Nicea
El primer viaje internacional del papa León XIV y mis reflexiones como musulmán
Antonio Aradillas
(Antonio Aradillas).- Una vez más, y con toda solemnidad, se ha dado recientemente la impresión de que los laicos y las laicas carecen de vocación para la santidad oficial canonizada.
Un papa, un arzobispo, dos religiosas, dos sacerdotes presbíteros y un solo laico, joven por más señas y a última hora, alcanzaron el "honor de ser ascendidos a los altares", en una de las ceremonias en las que la Iglesia se hace presente con epinicios -"cantos de victoria e himnos triunfales"- más exultantes y satisfactorios. Reflexionar sobre el tema, aún con el riesgo de exponerse a interpretaciones torcidas o aviesas, es posible que sea de provecho para algunos, sobre todo para los asiduos lectores de los santos evangelios.
Por supuesto que destacar la ejemplaridad de la vida y muerte de los santos mediante el correspondiente proceso canónico de beatificación- canonización, es positivamente válido y cristiano. También lo es el recuerdo de que con ello se enriquece la Iglesia de nuevos intermediarios ante Dios, en cuya doble actividad y misión se justifican teológicamente la meta y coronamiento de los caminos recorridos para el reconocimiento, aunque no "infalible", efectuado por la autoridad pontificia.
Pero, por supuesto, también que actos tan significativos y solemnes como este, precisan de renovación, relectura y reforma. La Iglesia no es Iglesia, ni solo ni fundamentalmente por el número y la gloria de beatificaciones - canonizaciones que refieran sus crónicas y de las que quede registren y dejen constancia litúrgica sus santorales y misales. Con los santos y santas, y por aquello de la "fragilidad humana", es posible, documentado y palpable, hacer política, por eclesiástica que esta sea y así se intitule.
Dando por incuestionables estas circunstancias y connotaciones, la reflexión aquí y ahora, en esta ocasión se centra sobre todo en el hecho de la singular y notoria desproporción existente entre los santos-santas, sujetos de haber sido "elevados al honor de los altares", procedentes del estamento religioso, y los del laicado. .. De siete, que seis hayan sido "religiosos", y tan solo uno "laico", parece excesivo, por lo que tiene que llamar la atención a propios y a extraños, y más cuando tal desequilibrio suele ser norma habitual y común en la comunidad eclesial.
Con preocupación, desasosiego y no pequeñas dosis de inseguridad e incertidumbre, son ya muchos en la Iglesia que se preguntan, y preguntan, el porqué o los porqués, el estamento religioso proporciona más santos /as, que el estamento laical. ¿Acaso el laicado es, de por sí y por naturaleza, menos santo que el estado religioso? ¿Es que este proporciona o exige mayor número de virtudes para que sus vidas y actividades resulten ser de verdad cristianas?.
.¿Es que la teología del laicado apenas si todavía es "teología" y del "laicado", "religiosizada" en demasía por haber sido inventada, estudiada e interpretada en exclusiva por frailes, sacerdotes, monjes y obispos, y no por hombres y mujeres, casados, solteros o viudos? ¿Acaso son poco, o nada virtuosas, las vidas los "milagros", las actividades matrimoniales, sociales, familiares y profesionales, que las ejercidas en las curias, entre las rejas monacales, con votos perpetuos, hábitos talares y aún con mitras y báculos?
Las "vidas y milagros" de los laicos/as santos, están por escribir todavía, o al menos, no están escritas con la profusión y ediciones que lo están los de los religiosos/as "consagrados a Dios". Y esto no es correcto y constructivo para la formación, si esta es y se presenta de verdad, como religiosa. Los seglares viven y escriben sus vidas con las mismas y santas bienaventuranzas, y aún más, que los que las escriben quienes pueblan los claustros y hacen uso de paramentos sagrados y hábitos talares y por vocación "dejaron el mundo".
A los que su vocación les obligó a vivir y a la vez, "ser", "mundo" y encarnarse en el mismo, les sobran méritos para que familiares y amigos y el resto de la comunidad eclesial puedan prescindir, y prescindan, de tener que hacerse presentes en las triunfantes ceremonias que ritualmente se organizan en la plaza de san Pedro, y que es hasta posible que a algunos les signifiquen, y supongan, cierta conformación en su fe...
Pero de todas maneras,-y alabado sea Dios-, que quede bien claro que, por beatificados o canonizados oficialmente, no se es más santo o beato, que aquellos que no fueron sometidos a los sinuosos procesos canónicos establecidos por las respectivas y burocratizadas curias...
También te puede interesar
Diálogo interreligioso: Nicea
El primer viaje internacional del papa León XIV y mis reflexiones como musulmán
Mujeres en la Iglesia argentina
El servicio in(visible) de las religiosas mujeres
"No naturalicemos más este espanto aberrante de que la Iglesia tiene dueños humanos"
Cristo, la Iglesia, el Papa y Tucho
Sacerdotes 'Fidei Donum' en las diócesis españolas
La contraprestación e instrumentalización de los presbíteros extranjeros y extradiocesanos (III)
Lo último