Una pervivencia 'cuestionable' 'Mitrear' no es verbo sagrado

Mitras
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"La RAE acepta el verbo 'mitrar' -colocar o componer una mitra- en sus páginas y secciones 'coloquiales'"

"Mitra, religión y evangelio “por los siglos de los siglos, Amén,” jamás podrán titular de ningún capítulo de los catecismos, oficiales o no tanto., a no ser para lamentar su uso a lo largo y ancho de un puñado de siglos"

"Con sus mitras, son los propios obispos quienes se faltan al respeto a sí mismos, a la Iglesia y al resto de las personas con quienes conviven o contemplan"

"El destino de las mitras, ya y cuanto antes, deberían ser los museos diocesanos. Obispos con mitras están incapacitados para acercarse al pueblo y dialogar con sus componentes. Las mitras solo 'dialogan' entre sí"

Con respeto, historia y devoción eclesiástica la RAE acepta el verbo “mitrar” -“colocar o componer una mitra”- en sus páginas y secciones “coloquiales”. Es importante que un verbo-palabra esté dotado de la legitimidad académica, además ,y por supuesto, de su correspondiente liturgia.

En los años mozos -casi adolescentes- de misacantano, entre los clérigos resultaba frecuente el uso del citado verbo con referencias meritorias a algunos de los trabajos pastorales o doctorales, registrados en las Curias diocesanas casi siempre, dispuestas la confección de ternas episcopables para “cubrir” -así se decía y se sigue diciendo- (¡¡), las “sedes vacantes”, con permiso concordatario y “némine discrepante”, tanto en la Nunciatura de SS. como en los Ministerios de Asuntos Exteriores y en el de Justicia.

De 'inocentada'–“broma o engaño en los que se cae por descuido o falta de malicia”- en la que aparecía el dicasterio de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, los lectores de RD. y más, en ámbitos nacionales y supranacionales, apostaron por la veracidad de la información como algo que necesitaba la Iglesia y por cuya pronta desaparición de tal signo -la mitra- que se dice religioso, se levantan ya dentro de la institución eclesiástica voces de protesta evangélica.

Y es que, por reducido que sea el índice de la formación-información religiosa, por nula que sea la sensibilidad y el sentido de la estética, grande y descomunal la ignorancia de la historia, así como por saturados de vanidades, poderío y prestigio propio y ajeno, que estén ya los portadores oficiales de las mitras, la de estas mínimamente podrán ser respuesta satisfactoria coherente.

Mitra, religión y evangelio “por los siglos de los siglos, Amén,” jamás podrán titular de ningún capítulo de los catecismos, oficiales o no tanto., a no ser para lamentar su uso a lo largo y ancho de un puñado de siglos. Además, su pervivencia en la actualidad, al menos ya es cuestionable y está cuestionada en determinadas áreas sinodales o en camino de serlo.

A las mitras, y más en bandada y como espectáculo “religioso”, les quedan por hacer recorridos muy cortos y lucidos, expuestas a interpretaciones indecorosas fácilmente deducibles de sus formas, contenidos, historia e historias. El demonio, haber sido y ser emblema en las fiestas fálicas, su asidua presencia carnavalesca e hilarante, junto con la rareza en su composición con el aditamento de sus ínfulas -“darse importancia , presunción o soberbia” (RAE)- y además ser y sentirse poseedor de tal adminículo sin ser titular de una diócesis, sino considerando el episcopologio como premio, resulta ser ciertamente ridículo, irregular, irreligioso, profano y profanador, nada serio, fatuo y fastuoso, sin ahorrarse el complemento de nefasto.”(Risa” y “ridículo” son hijos legítimos de familias semánticas comunes)

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No quisiera aquí y ahora dejar de sugerirles a teólogos del rico elenco con que cuenta RD, expertos en estas cuestiones eclesiológicas para que acercaran a nuestros lectores al esclarecimiento de cuanto se relaciona con los obispos y sus mitras, en los tiempos eminentemente sinodales en los que se halla la Iglesia, falta de lecciones tan elementales. Las mitras son “santo y seña de los señores obispos”. Estos son, representan, presentan y se representan en sus mitras. Buena parte de la teología, de la pastoral, del Derecho Canónico y de la Liturgia, así como de la de Nuestra Santa Madre la Iglesia, historia “divina y humana”, pervive en las mitras de sus epicopologios.

Así las cosas, con sus mitras, son los propios obispos quienes se faltan al respeto a sí mismos, a la Iglesia y al resto de las personas con quienes conviven o contemplan. Las mitras alejan al personal de lo que de verdad es el Evangelio. Desfiguran y profanan la imagen y la palabra de Dios, encarnada en su VERBO, inimaginablemente revestida su cabeza con tales cornucopias.

El destino de las mitras, ya y cuanto antes, deberían ser los museos diocesanos. Obispos con mitras están incapacitados para acercarse al pueblo y dialogar -ellos y ellas- con sus componentes. Las mitras solo “dialogan” entre sí y, acaso, con la tiara hasta que felizmente Pablo VI prescindiera de ella, sin más y por los “siglos de los siglos.”

¡Aviso a navegantes!: En uno de los múltiples comentarios que me fueron enviados a propósito del tratamiento de tema susodicho, no faltaron quienes lo redactaron amenazadoramente: ¡“ Y si no nos hacen caso oficialmente para la desaparición de las mitras de nuestros obispos, buscaremos otra manera para conseguirlo…¡”

Primero, Religión Digital
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