"Fue un hombre decepcionado con la llamada" Rafael Pascual: "Judas no captó que en torno a Jesús todo es gratitud y gratuidad"

Judas
Judas

"Hay quienes en la Iglesia sólo quieren 'gestos útiles y prácticos', que reporten beneficios (en número y seguidores, en ruido y bullicios, en obras de misericordia reconocidas…)"

"Hay personas que siempre están 'ausentes' del grupo, de la comunidad, cuando se celebra algo importante; suelen ser personas muy 'ocupadas'"

Judas aparece en los tres relatos evangélicos de estos días –lunes, martes y miércoles-­. No como protagonista, sino en el trasfondo, en contrapunto, descolocado.

Los evangelistas lo tenían bien “calado”, en realidad se sentían molestos con él y no aceptaban sus posturas y actitudes. Pero, dada la importancia del tema, es directamente Jesús quien interviene y zanja las cuestiones espinosas que este discípulo plantea.

Judas en casa de Lázaro, Marta y María, en la cena que le ofrecen a Jesús estos tres amigos por el don de la resurrección, desentona, porque no ha captado que en torno a Jesús todo es gratitud y gratuidad, y hasta el relato amoroso de una mujer secando con sus cabellos los pies de su amigo y derramando perfume sobre él se le escapa.

Hay quienes en la Iglesia sólo quieren “gestos útiles y prácticos”, que reporten beneficios (en número y seguidores, en ruido y bullicios, en obras de misericordia reconocidas…). La entrega amorosa de cada día, celibataria o no, parece que no tiene sentido. Sólo lo que brota del amor tiene sentido en la Iglesia. Para mí, los cientos de miles de cristianos que lavan los pies de Jesús en los pobres del mundo, llena “toda la casa” (la Iglesia) de un extraordinario olor. Lo percibo, lo siento, lo veo, me estimula a dar todo lo que tengo.

Hay cosas que están más allá del dinero (y a veces cuestan dinero): la delicadeza con las personas, con los hermanos especialmente necesitados. La vida de comunidad está, debe estar hecha, de detalles cariñosos, no de razonamientos y conveniencias a nuestro gusto.

Lázaro de Betania, resucitado
Lázaro de Betania, resucitado

Judas en la cena de Jesús. Cena que el Maestro ha preparado primorosamente, sin que se le escape un detalle. Lo ha hecho él personalmente, sin delegaciones ni normas preestablecidas en los rituales. Es una cena para amigos y se va a dar él mismo en ella, totalmente: eso es la eucaristía. Pero Judas sólo participa en el ritual, está ausente, sólo el tiempo justo, tiene cosas que hacer, y desaparece sin haberse enterado de lo que ha sucedido. Otros asuntos, en los que tiene puesta su atención, le reclaman. La cena pascual no le ha servido de nada: ni le ha sorprendido, con sus maravillosos detalles, ni le ha cambiado, porque, en realidad, no estaba atento ni sentía necesidad de cambiar.

Hay personas que siempre están “ausentes” del grupo, de la comunidad, cuando se celebra algo importante; suelen ser personas muy “ocupadas”, pero que no comulgan con los intereses generales. De hecho solo piensan en sí mismos y no saben disfrutar con los demás de un rato de ocio de fiesta o, por desgracia, de “eucaristía”. En una comunidad los momentos de eucaristía no son solo la “misa”: son los momentos de dolor, de diálogo, de celebración de un santo, de homenaje a un hermano, de acogida de uno que viene de fuera o despedida del que se va. Suelen ser muy orgullosos y consideran que no es rentable “perder el tiempo” con los más pobres y necesitados de la comunidad, con los enfermos, con los deprimidos. No saben aportar un poco de alegría a los tristes.

La Última Cena. El Greco, 1568
La Última Cena. El Greco, 1568

La verdad es que están “vendidos” a otros poderes, generalmente de fuera de la comunidad: tienen amigos fuera de la comunidad, pero no dentro; reciben promesas de fuera, pero no se sienten a gusto dentro; si tienen una necesidad o un problema no suelen recurrir al consejo de los hermanos para solucionarlo, prefieren ser “independientes”, porque consideran que en la comunidad “no hay ninguno a su altura”.

Judas en el relato de la Pasión: traidor decepcionado. Jesús no ha respondido a sus expectativas. Utiliza el beso para señalar a Jesús. Especialista en conductas equívocas, aparentemente buenas, pero dañinas. Obra en la noche, se hace seguir de correveydiles a sueldo, de oportunistas y “mandados”; en realidad es utilizado. Su fin es la frustración, el autoaniquilamiento, la desesperación y la muerte en soledad.

Por eso da pena Judas, porque es un hombre decepcionado con la llamada de Jesús y su propia vocación. No se siente como los demás, y ni siguiera es tan espontáneo como Pedro o los Zebedeos, que querían ser importantes; él no quiere solo ser importante, quiere estar en todo por encima de los demás. Está “amargado” porque Jesús no responde a sus expectativas como Mesías y está perdiendo el tiempo con los discípulos en vez de prepararlos para la revolución y formar un grupo político, no religioso. Judas ha perdido la admiración por Jesús.

"Obra en la noche, se hace seguir de correveydiles a sueldo, de oportunistas y 'mandados'; en realidad es utilizado"

Judas no comprende lo gratuito, es decir, lo que ha recibido de Jesús, las posibilidades de ser apóstol y salir de sí mismo entregándose, dándose… y todo lo quiere justificar desde su propio punto de vista (aunque sea con citas bíblicas, patrísticas y de derecho “canónico”).

Judas no sabe participar y disfrutar de una agradable sobremesa en compañía de los demás, ni se molesta en dar las gracias a Jesús por la admirable cena. Judas camina a la decepción, la soledad y la muerte. Es la realidad de la que dan testimonio los evangelios y la tradición. Abandona el grupo, sale a la noche de su yo egoísta, sufre la decepción ante sus “falsos” amigos, ve que su vida no tiene ya salida ni sentido. En el fondo es débil, y se quita la vida, no la da, como los demás apóstoles.

Nuestros “fracasos” en la vida generalmente tienen que ver con un yo mal orientado, un yo que, a pesar de sus limitaciones e historia pasada, ha tenido la dicha de encontrarse con Jesús y una comunidad de hermanos donde podemos encontrar la sanación, la redención y la compañía y amistad de Jesús, que es lo que constituye una vida gozosa y plena. Todos hemos sido alguna vez como Judas; pero también hoy Jesús nos dice: -­“Lo que tengas que hacer, hazlo pronto”. Vuelve a creer, a confiar, vuelve con la comunidad, entrégate hasta el final, participa de la eucaristía y agradece al Señor haberte invitado.

Judas no supo descubrir que “siempre hay un camino de vuelta al Padre” (que es el que el monje tiene que recorrer, según la Regla; Judas es el corazón opuesto al hijo pródigo; y entre esas dos opciones se desarrolla generalmente nuestra vida). El Padre siempre espera para su abrazo de perdón y está deseoso de vestirnos con las mejores ropas y hacer fiesta por nosotros.

El hijo pródigo
El hijo pródigo

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